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» Diario Cordoba
Fecha: 23/03/2025 08:25
Lope de Rueda fue un dramaturgo del siglo XVI que escribió varias comedias, farsas y pasos, también conocidos como entremeses. Se le considera el precursor del Siglo de Oro del teatro en España y fue uno de los primeros actores profesionales de nuestro país. La Tierra de Jauja es sin duda el entremés más conocido de Lope de Rueda. Esta breve pieza dramática, publicada por primera vez en 1547, cuenta la historia de dos ladrones hambrientos que idean un plan para estafar a un incauto y quitarle su comida hablándole sobre las maravillas inventadas de un lugar donde no se trabajaba, cuyas calles estaban empedradas con piñones y donde ataban los perros con longanizas. Se ha especulado mucho sobre el sitio que pudo inspirar a Lope de Rueda para escribir su famoso entremés. Para algunos Jauja es una tierra ficticia en algún lugar de las Américas. Durante los siglos XVI y XVII la gente en España soñaba con una tierra rica donde todo fuera bueno y abundante, de manera muy similar a como los conquistadores fantaseaban con El Dorado, un lugar del Nuevo Mundo de inmensas riquezas cuya búsqueda costó innumerables vidas. Es cierto que en Perú existe una ciudad llamada Jauja, fundada en 1534 por el conquistador español Francisco Pizarro, que quiso conservar el nombre quechua de la ciudad, «Xauxa»; pero es muy improbable que Lope de Rueda pudiera tener conocimiento de ella, ya que prácticamente se estaba constituyendo cuando él escribió su obra. Más creíble es que el dramaturgo, nacido en Sevilla en 1510 y fallecido en Córdoba en 1565, se inspirara en una población del mismo nombre situada a caballo entre las dos provincias que enmarcaron su vida. En efecto, Jauja es una aldea perteneciente a Lucena, situada a orillas del río Genil pero a escasos dos kilómetros de Badolatosa, que ya pertenece a Sevilla. Debe su nombre a la ocupación musulmana, ya que proviene de «Xauxa», que significa pasadizo o portillo, pues su ubicación era el punto utilizado para conectar Granada con las llanuras de Écija. En el capítulo V de Primer viaje andaluz (1977), Camilo José Cela escribe: «Lope de Rueda, en El deleitoso, cuenta que en la tierra de Jauja hay un río de miel y junto a él otro de leche y, entre río y río, hay unas fuentes de mantequillas encadenadas de requesones y caen en aquel río de la miel, que no parece sino que están diciendo: cómeme, cómeme». Y continúa: «En la aldea de Jauja -Jajua, dicen los jagüeños- no hay más que un río, el Genil ilustre, que cruza lamiendo y alegrando las casas. El Genil, por Jauja, no es de miel ni de leche, sino de agua limpia que viene de muy lejos de la Sierra Nevada, y no ofrece la fuente de las confituras, sino las lozanas huertas y las nemorosas fruteras que brindan, en bandeja eterna, el jugoso y dulce corazón del campo». De casas alegres y feraces huertas también nos habla Pascual Madoz al referirse a Jauja en su Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de ultramar, escrito a mediados del siglo XIX: «El terreno es de buena calidad, bañándolo el río Genil, para cuyo tránsito hay una barca; pasa tocando las casas, las cuales son muy alegres y divertidas, tanto por esta circunstancia cuanto por las muchas huertas que las rodean». Y más adelante nos habla de sus producciones: «Cereales, aceite, vino y muchas frutas y hortalizas; ganado caballar, vacuno, y de cerda; caza de conejos, liebres y perdices, y pesca de barbos, anguilas y otros peces menores. Industria: la agrícola, dos molinos de aceite y uno harinero; exportación de frutas, hortalizas, aceite y algunos cereales». Las huertas Su contemporáneo Luis María Ramírez y Las Casas-Deza, en el tomo II de su Corografía histórico-estadística de la provincia y obispado de Córdoba, publicado en 1842, afina más al contabilizar unas 40 huertas a orilla del Genil, y destacando entre las frutas «las exquisitas granadas y sabrosísimos albaricoques, en cuyas producciones consiste la principal riqueza de esta población». No es de extrañar, por tanto, que Lope de Rueda considerara la tierra de Jauja como un pródigo y paradisíaco vergel, máxime si se la compara con la tierra dura de la Meseta castellana que tan bien debió conocer. Se sabe que Lope de Rueda se casó en primeras nupcias en Valladolid, donde residió y trabajó durante muchos años; y actuó, entre otras ciudades, en Madrid, Segovia y Toledo. Gruta del arroyo del Pontón. / J. AUMENTE Jauja es conocida sobre todo por ser la localidad natal del famoso bandolero José María El Tempranillo, tal como también se encargaba de recordarnos Camilo José Cela: «El vagabundo, al pasar por Jauja, dedica un respetuoso recuerdo a su admirado José Palacio Hinojosa Covacho, también llamado José María El Tempranillo, que vio la luz primera en esta remota banda cordobesa el 21 de junio -día de San Luis Gonzaga- de 1805, año en que Moratín escribió El sí de las niñas». Jauja rinde homenaje al tempranillo en su Centro Temático del Bandolerismo Romántico, pero no se olvida de Lope de Rueda. Paseando por Jauja se puede ir leyendo textos del famoso entremés en siete paneles distribuidos por la pequeña población lucentina, poniendo en valor una obra teatral que ha influido en generaciones posteriores de dramaturgos y sigue siendo estudiada y representada en la actualidad. Como dice la actriz Laura Ferrer, «si bien es cierto que siglos distan entre este paso de Lope de Rueda y nuestra sociedad contemporánea, hay elementos que conservan una relevancia sorprendente. Y es que en este mundo que habitamos de desinformación e idealización excesiva en las redes sociales, la tierra de Jauja actúa como un recordatorio sobre la irracionalidad de perseguir falsas utopías». Apuntes Si nos acercamos a la población de Jauja podremos comprobar que allí siguen las huertas que bordean el Genil y que también perdura la aceña árabe, evocadora de la vieja industria harinera de la localidad lucentina, un componente más que refuerza la prodigalidad del lugar, como elemento necesario en la cadena de producción del pan, recurso alimenticio básico en todos los sectores de la sociedad. Pero hay un par de elementos más que acreditan a Jauja como lugar de inspiración de Lope de Rueda y que pasaron desapercibidos al Nobel de literatura. Resulta que Jauja está ceñida por dos arroyos, uno color leche y otro color miel, tal como nos contó el gran dramaturgo del siglo XVI. De hecho reciben la descriptiva denominación de arroyo Blanco y arroyo Colorado. La tonalidad se la aporta el tipo de suelo por el que discurren: el primero arrastra tierra rica en yesos, rocas sedimentarias blandas y de color grisáceo blanquecino, muy abundantes en la zona, y que dan lugar a interesantes formaciones kársticas, como la gruta del arroyo del Pontón en la cercana Sierra de La Cabrera; el segundo atraviesa terrenos más arcillosos, abundantes en óxidos de hierro, responsables del típico color rojizo de sus aguas en estos parajes. Suscríbete para seguir leyendo
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