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  • El final de nuestra inocencia: el atentado a la Embajada de Israel

    Concordia » El Heraldo

    Fecha: 23/03/2025 05:08

    La Embajada de Israel en Buenos Aires funcionaba en el edificio ubicado en las esquinas de las calles Arroyo y Suipacha en el barrio de Retiro. El nombre del barrio fue tomado de la Casa del Retiro construida en las calles Arenales y Maipú. La historia del barrio y el presente del mismo, han reunido a la biblia y al calefón, desde imponentes iglesias, el primer cuartel de los Granaderos de San Martín hasta la oferta en sus callejuelas del trabajo más antiguo del mundo. A las 1445 horas una camioneta Ford F-100 cargada con explosivos conducida por el libanés Muhammad Nur Al-Din Nuer Al-Din de 24 años, miembro de la Yihad Islámica, el brazo armado del Hezbollah (según una investigación llevada a cabo por el MOSSAD), se estrelló contra el frente de la embajada judía produciendo 22 muertos y 242 heridos. Además de numerosos daños materiales a una iglesia, una escuela, coches estacionados y en algunos edificios circundantes a la sede diplomática. El atentado fue un golpe efectivo y humillante del terrorismo internacional a la sociedad argentina-israelí en particular y la internacional en general. Se tejieron muchas hipótesis sobre quienes fueron los autores materiales e intelectuales de uno de los peores atentados contra una institución diplomática judía en el mundo. Las investigaciones de los medios de comunicación de aquella época y de la Justicia argentina, tenían como principal hipótesis a elementos islámicos apoyados logísticamente por la gran comunidad árabe que habitaba en la Triple frontera de Argentina, Paraguay y Brasil. Las pericias que se llevaron a cabo con el fin de hallar pruebas fehacientes de los agresores, fueron realizadas por la Policía Federal Argentina (PFA) y Gendarmería Nacional (GN). Las conclusiones coincidieron de que el ataque fue realizado por un conductor suicida, pero fueron disimiles en cuanto al explosivo que habían utilizado los terroristas: para la PFA había sido trotyl y pentrita, mientras que GN creía que había sido utilizado hexógeno con algún tipo de iniciador. El presidente Carlos Menem en una entrevista realizada con posterioridad de sus dos presidencias, expresó que el atentado pudo haber sido producido porque él había sido el primer presidente argentino en visitar el estado de Israel. O también creía que una de las causas podría haber sido el envío de naves de guerra argentinas como apoyo logístico a la coalición liderada por los Estados Unidos contra Irak en la guerra del Golfo del año 1991. Una de las decenas de hipótesis que se barajaron en cuanto a los motivos del atentado fue que, en una gira por los países árabes, el entorno de Menem prometió venderles en un futuro el misil Cóndor II a cambio de fondos para la campaña presidencial de 1989. Muchas hipótesis, muchas teorías, pero pocas certezas para los ciudadanos comunes que al día de hoy reclamamos el esclarecimiento de los dos atentados. Las investigaciones siguieron sumando ríos de tinta al expediente judicial, con bandazos de hipótesis como la que ocurrió en el año 1996 cuando la Corte Suprema de Justicia se expresó que la pericia que había efectuado la Academia Nacional de Ingeniería tenía un” cierto grado de certeza” de que el atentado había sido una explosión proveniente del interior de la embajada. Tres años después, mediante la acordada del 23 de diciembre de 1999, la CSJ en un nuevo bandazo judicial, concluyó que el ataque fue realizado por un coche bomba, siendo el mismo una camioneta Ford F-100. Un informe del MOSSAD (agencia de inteligencia de Israel, responsable de la recopilación de inteligencia, operaciones encubiertas y lucha contra el terrorismo) del año 2022, dio cuenta que los explosivos utilizados para los terroristas fueron ingresados ilegalmente a nuestro país en botellas de champú y cajas de chocolate. En cuanto a los autores intelectuales, consigna que la operación fue ejecutada por miembros de la organización extremista Hezbollah, mientras que Irán aprobó, financió, y entrenó al equipo que ejecutó uno de los peores ataques terroristas realizados en la Argentina. Treinta y tres años después, quienes éramos adolescentes en ese momento, perdimos la inocencia. Crecimos de golpe. No habíamos vivido épocas de violencia en nuestra corta existencia, pero comprobamos que nadie estaba ajeno a las agresiones de terroristas que no respetaban fronteras ni idiosincrasias. La impunidad ha protegido a los responsables de la muerte de una veintena de compatriotas, pero mientras tengamos vida, recordemos que la locura fanática de quienes hacen de la muerte una forma de vida es algo que debemos erradicar con la convicción de los ciudadanos de a pie e instituciones robustas que hagan justicia en el tiempo exacto.

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