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  • Es argentina, se quedó sin trabajo y duerme en su auto en Estados Unidos: “Me dicen que soy una homeless VIP”

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 23/03/2025 02:45

    Un día en la vida de Angelina Cuello: la argentina que vive en Estados Unidos y duerme en un auto Angelina Cuello (52) pasó la primera noche en su auto sin entender del todo lo que estaba ocurriendo. Reclinó el asiento del conductor, cubrió el parabrisas con un parasol, el vidrio lateral con una campera y se acostó como pudo. Llevaba días haciendo cuentas y sabía que no había alternativa: con los 2.300 dólares que le exigían de renta y un sueldo de 2.000, no podía seguir pagando el alquiler de su departamento. “Dormí en el estacionamiento del edificio donde viví los últimos cinco años. Lloré toda la noche. No entendía nada. Estaba muy deprimida”, recuerda en comunicación con Infobae. Desde aquel 1° de septiembre de 2024, su Toyota Corolla se convirtió en su casa. Con la crisis habitacional golpeando con fuerza al estado de California, Angelina —argentina de nacimiento, estadounidense por nacionalización— pasó de vivir en un tres ambientes en West Hollywood (Los Ángeles) a dormir en su auto en estaciones de servicio o lugares que están abiertos las 24 horas, como McDonald’s. Durante meses, se duchó en un gimnasio y lavó su ropa en lavanderías públicas. “A veces siento impotencia, pero también una sensación de libertad absoluta. Prefiero esto a perder mi vida trabajando solo para pagar la renta”, dice. Su historia está atravesada por una infancia desordenada, el desarraigo y el falso ideal de “el gran sueño americano”. Llegó a Estados Unidos en su adolescencia, soñó con ser actriz en México, trabajó en un Club de Strippers en Los Ángeles y, durante casi dos décadas, se dedicó a criar a su hijo sola. Hoy, mientras él estudia en una prestigiosa universidad de Washington D.C., ella busca trabajo y cuenta su vida en TikTok, donde más de 109 mil seguidores le donan dinero para que algunas noches pueda dormir en moteles. “No soy un caso aislado. Hay miles de personas en esta situación. La diferencia es que yo lo cuento en mis redes”, asegura. Angelina Cuello tiene 52 años y nació en la localidad bonaerense de Castelar. A los 16 se nacionalizó como ciudadana americana (Foto/Captura de video) De zona Oeste al primer mundo Angelina Cuello nació el 3 de agosto de 1972 en la localidad bonaerense de Castelar. La primera vez que pisó Estados Unidos fue a los 13 años. “Fuimos a pasar unas vacaciones en familia”, explica. Tres años después, sus padres decidieron mudarse definitivamente al estado de California. Según recuerda, mientras su papá trabajaba en una tintorería y su mamá cuidaba ancianos, ella y su hermana melliza, Gabriela, pasaban los días solas, deambulando por las calles de San Pedro, el distrito portuario de Los Ángeles, donde se habían instalado. “No hablábamos inglés ni íbamos a la escuela. Nos pasábamos el día caminando y conociendo”, recuerda. Aunque disfrutaron la novedad del cambio, con el tiempo, entendieron que no era normal que dos adolescentes recién llegadas a un país desconocido estuvieran sin supervisión de un adulto y fuera del circuito educativo. “Tuvimos suerte de que no nos pasara nada”, admite. A los 24, luego de rendir una prueba de Desarrollo Educativo General (GED) que le permitió completar sus estudios secundarios, decidió mudarse a México para formarse en el Centro de Educación Artística de Televisa (CEA). Allí pasó seis años: audicionó para telenovelas y llegó a ser entrenada por Adela Micha para conducir el noticiero ECO. Sin embargo, un conflicto con una persona de poder dentro de la empresa la dejó fuera del medio. “Vetada y sin oportunidades”, volvió a Los Ángeles en 2002. Angelina en México (Foto/@angelina3719) Al regresar, Angelina tenía 30 años y ningún lugar al que ir, así que se instaló en la casa de su hermana, que acababa de ser mamá. “Ahí empecé a trabajar en un restaurante. Limpiaba mesas porque mi inglés no era lo suficientemente bueno para entender el menú”, recuerda. La frustración la llevó a tomar una decisión de la que se arrepiente hasta el día de hoy: comenzó a bailar en un club nocturno. “Ganaba 700 dólares por noche. Me animé gracias a mi experiencia en actuación, creo que de ahí saqué la confianza para hacerlo”, cuenta. Con esos ingresos, en poco tiempo, su estilo de vida cambió radicalmente: alquiló un departamento en West Hollywood, compró carteras de marca y autos de alta gama. “Tiré mucha plata. Cuando te empieza a ir bien, creés que va a durar para siempre. A pesar de mi buen pasar económico, estaba transitando una depresión muy fuerte porque yo quería ser actriz y no se me había dado”, explica. Tres años después, la vida de Angelina dio otro giro inesperado cuando supo que estaba embarazada. Tenía 33 años y, a partir de ese momento, su cabeza hizo un “clic”. “Cuando nació mi hijo conocí el amor por la vida. Antes, atravesaba una depresión tan profunda que no sé cuánto más hubiese aguantado. Sentía que estaba llegando al final, ya no le encontraba sentido a nada, y eso que tenía juventud, belleza y dinero. Pero nada me llenaba”, dice. Angelina con su bebé en brazos. “Cuando nació mi hijo conocí el amor por la vida", dice (Foto/@angelina3719) “Crié a mi hijo con monedas y milagros” Durante sus dos primeros años de maternidad, Angelina dejó de trabajar y vivió gracias a sus ahorros. Luego volvió al club nocturno, pero solo los fines de semana. “Iba los viernes y los sábados a la noche y me llevaba como 1.000 dólares. Teníamos una vida cómoda. Además, en ese momento, los alquileres no eran la locura que son ahora”, cuenta. Cuando el niño cumplió dos años, la rutina cambió. El padre, ausente hasta entonces, reapareció y, dos años más tarde, comenzó a pagar el alquiler del departamento donde vivía Angelina. Ese respaldo le permitió dejar el club definitivamente y tener empleos más convencionales, como supervisora en una escuela y agente de seguridad. “Yo digo que crié a mi hijo con monedas y milagros. Siempre fue mi prioridad. Me dediqué al ciento por ciento a él porque yo no tuve una infancia feliz, y no quería repetir esa historia”, asegura. La estabilidad duró hasta agosto de 2024, cuando su hijo cumplió 18 años y se fue con una beca a estudiar Economía a una universidad en Washington D.C. Ahí, cuenta Angelina, su expareja dejó de pagar el alquiler del departamento donde vivían. “Me mandó un mensaje felicitándome por cómo había criado a nuestro hijo y diciéndome que nunca se hubiese imaginado, ni en un millón de años, que iba a terminar en una universidad tan prestigiosa. Y, acto seguido, me avisó que ese sería el último mes que enviaría dinero para la renta. Según la ley de California, como nuestro hijo es mayor de edad, él ya no está obligado a mantenerlo. Me quedé sola con un alquiler de 2.300 dólares y un sueldo de 2.000 al mes. No me alcanzaba, así que tuve que decidir quedarme en la calle”, explica. “Yo estaba preparada para este final. Meses antes se lo dije al padre de mi hijo. Incluso también le pedí que lo reconsiderara porque cuando él volviera durante sus vacaciones o recesos no iba a tener dónde estar. No le importó”, agrega. —Cuando supiste que no ibas a poder pagar más el alquiler, ¿enseguida pensaste en irte a vivir en tu auto? ¿No consideraste pedir ayuda a algún amigo o familiar? —Tenía la posibilidad de quedarme algunas noches en la casa de mi papá, pero me deprimía muchísimo estar ahí. Durante el día vivía en la calle, y a la noche no soportaba dormir en ese ambiente. Preferí el auto. Al principio fue duro. Me bañaba en el gimnasio para no molestar a mi hermana y lavaba mi ropa en lavaderos públicos. Ahora la situación mejoró un poco: ella empezó a trabajar de 11 a 18 y ahí yo aprovecho para ducharme y lavar mi ropa en su casa. Hasta enero pasado Angelina trabajaba como agente de seguridad en un centro de menores (Foto/Captura de video) Otro duro revés Angelina creyó que había tocado fondo, pero todo empeoró cuando la echaron del trabajo en enero de 2025. Hasta ese momento, ella se desempeñaba como agente de seguridad en un centro de menores. El puesto no le fascinaba, pero le daba un ingreso de 2.000 dólares que le permitía solventar sus gastos a pesar de estar viviendo en el auto. Desde entonces, subsiste con un seguro de desempleo que le da 676 dólares quincenales, el equivalente a 1.352 dólares por mes. “Estoy buscando trabajo, pero no aparece nada y eso ya empieza a preocuparme. A veces observo a los que están en esa situación y me pregunto cómo habrán empezado: ‘¿Habrán empezado como empecé yo?’. Lo pienso y me agarra pánico”, dice. La situación de Angelina no es excepcional. En California, la crisis habitacional se agudiza año a año. Según el último informe anual de Evaluación de Personas sin Hogar (AHAR), realizado por el Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano (HUD) de Estados Unidos, en 2024 el número de personas sin hogar en el país alcanzó el nivel más alto jamás registrado. El recuento reveló que 771,480 personas se encontraban en refugios, viviendas de transición o en la calle y un aumento del 18% con respecto al año anterior. Estas cifras récord reflejan varios factores, como el aumento del costo de la vivienda, la expiración de las ayudas al alquiler durante la pandemia y el aumento de la migración, que ejerce presión sobre los sistemas de alojamiento. Angelina hace ejercicio a diario (Foto/@angelina3719) En ese contexto, California es el estado con el segundo índice más alto de personas sin hogar en relación con su población (48 por cada 10.000 habitantes), detrás de Nueva York. En este estado, el 68% de los homeless viven en condiciones de calle o en vehículos, lo que refleja la escasez de refugios y la crisis del mercado inmobiliario. En Los Ángeles, el problema es aún más grave: hay más de 75.500 personas sin hogar en 2024, lo que representa un aumento del 9% con respecto al año anterior. La ciudad es el epicentro de la crisis de vivienda en el país, donde los alquileres han subido un 23% desde 2020, haciendo casi imposible que los trabajadores con salarios bajos accedan a una vivienda. “Una persona sola, ganando un salario mínimo, no puede pagar la renta, tenga la edad que tenga. Es una falta de respeto a la humanidad: quieren tenernos amontonados o de esclavos. El pobre acá no tiene salida a menos que viva con cinco familias en una casa o que rente una habitación. Esto último tampoco es fácil porque te piden no menos de 800 dólares al mes y un depósito de otros 800. Entonces son 1.600 para vivir en la casa de alguien y convivir con familias extrañas. Por eso todavía no estoy alquilando un cuarto, porque mi libertad no tiene precio. Prefiero estar en el auto que andar tirando mi dinero en una habitación y aguantando reglas ajenas”, asegura. En su auto, Angelina tiene toda su vida guardada en dos contenedores de plástico que colocó en el asiento trasero porque el baúl está roto. “Eso es realmente deprimente. Lo veo y pienso: ‘No puedo creerlo’”. Sin embargo, asegura que se mantiene en pie gracias a las metas que se puso: la principal, ayudar a su hijo mientras estudia en la universidad. “Por más que tenga una beca, necesita dinero todas las semanas para comprarse pasta de dientes o desodorante y salir a divertirse”, explica. Las rutinas también la ordenan: camina todos los días, va al gimnasio por las noches y trata de mantener los mismos hábitos que tenía cuando vivía en un departamento. “Al principio, la calle me afectaba mucho. No paraba de ver autos, gente. ¿Viste que uno entra a su casa, cierra la puerta y se olvida del mundo? Yo no tenía esa opción. Así que me iba a parques tranquilos para no ver a nadie”, cuenta. "Mi trabajo ideal sería uno que me pagara un mínimo de 4.000 dólares por mes", dice Angelina (Foto/@angelina3719) “Muchos dicen que soy homeless VIP” Antes de hacerse tiktoker, Angelina fue youtuber: tuvo un canal al que llamó Angelina’s Vlogs & Recipes, donde publicaba desde recetas de cocina hasta contenido personal. En febrero pasado, un video que compartió en su cuenta de TikTok (@angelinacuello73) se hizo viral. Lo tituló: “Un día en mi vida viviendo en el auto en Estados Unidos” y tuvo más de 9 millones de reproducciones. En la secuencia que, encabeza esta nota y que dura dos minutos, se la ve desde que amanece en su Toyota Corolla hasta que se va a dormir. En el medio, muestra cómo mantiene sus hábitos de higiene, qué come y cómo se organiza, sin victimizarse ni dramatizar. “Les recomiendo muchísimo que vayan a dormir a lugares seguros, como en las estaciones de servicio, que están abiertas siempre las 24 horas, McDonald’s o lugares donde ya hayan vivido. También en la calle es muy bueno porque te podés camuflar entre los autos que ya están estacionados”, se despide. Desde entonces, parte de sus 109 mil seguidores le hacen donaciones para que pueda dormir en moteles algunas noches. Otra parte la desafía: “Andá a trabajar”; “No tenés casa, pero mira qué bien que comés”, le escriben. “Recibo mucho hate. Es como si yo les estuviera debiendo la renta a todos ellos. Muchos dicen que soy homeless VIP. Mi realidad es que vivo en el auto, muchas veces duermo ahí y, sino, en moteles. Sin embargo, eso no significa que tenga que estar todo el día en el coche. Además, siempre fui de cuidar mi salud, hacer ejercicio y comer sano. Intento seguir con el mismo estilo de vida, pero ahora desde la calle”, dice. "Una persona sola ganando el mínimo no puede pagar la renta, tenga la edad que tenga", dice Angelina Cuello —Si pudieras elegir, ¿de qué te gustaría conseguir trabajo? —A mí me encantaría trabajar con chicos porque me fascinan. Ser asistente de maestra, por ejemplo, pero tendría que estudiar y eso hay que pagarlo. El trabajo ideal sería uno que me pagara un mínimo de 4.000 dólares por mes para poder rentarme un departamento en cualquier zona, lo que cuesta entre 2.100 y 2.400 dólares. —¿Y existe un trabajo que te permita obtener ese salario? —En ventas únicamente. Pero porque soy una persona que no está preparada. No tengo educación. No soy un ejemplo. Estoy en la situación de las madres que fueron amas de casa. Soy de ese grupo de personas, que somos la mayoría, que gana 18 dólares la hora, que es el mínimo. Si te sentás a hacer números, tenés que trabajar entre 60 y 70 horas por semana para alcanzar los 4.000 dólares. Me encantaría que hubiese un control en los precios de los alquileres, porque acá, si un año pagás 2.300, al siguiente te aumentan, como mínimo 100 más. No puede ser que las rentas les consuman la vida a las personas.

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