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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 23/03/2025 02:39
"Adolescencia" es una serie británica creada por Stephen Graham, quien también actúa en la producción. (Foto: Netflix) El operativo es arrasador. Lo primero que uno piensa cuando ve a en la pantalla a todos esos policías armados hasta los dientes entrando a patadas a una casa común, de un barrio común, es, de mínima, que se trata de una acción antiterrorista. Pero no: el objetivo es Jamie MIller, un chico de trece años que se hace pis encima cuando le dicen que se levante de la cama, que está siendo detenido porque es el principal sospechoso de haber apuñalado hasta la muerte a una chica de su clase. Son las primeras horas de una mañana cualquiera cuando se llevan a Jamie, ante la perplejidad, los ruegos y los llantos de su familia. Mientras baja las escaleras hacia la calle escoltado por los policías, Jamie insiste en que no es culpable de nada y le pide ayuda a su padre con desesperación. Cada tanto, en el mar furioso de novedades de las plataformas aparece una joya como Adolescencia, la miniserie británica de la que todos hablan, que deslumbra desde su producción técnica (los cuatro episodios fueron grabados en plano secuencia, las actuaciones son extraordinarias, los diálogos, reales y conmovedores) pero también a partir del tema que se anima a tratar sin eufemismos. Trailer de la serie "Adolescencia" (Netflix) La historia no es un estrictamente un policial ni se detiene en los detalles morbosos del crimen; el foco de esta serie –que no para de crecer en la consideración de la crítica y también en la conversación pública de sociedades muy diferentes– no está puesto en la pregunta “¿quién es el asesino?” sino en la búsqueda de las razones que lo llevaron a matar a la chica. Falta el arma homicida pero hay un video que es prueba irrefutable y se ve ya en el primer episodio: todos elegimos no creer en lo que vemos. No hay spoilers en esta nota porque la pregunta no es “¿quién mató a Katie?” (ese era el nombre de la jovencita asesinada a quien solo se verá en fotos y videos, y de quien se escuchará su voz en un par de canciones) sino “¿por qué mataron a Katie?”. Y la respuesta es desoladora: es el mundo que fuimos construyendo los adultos el que permite semejante acumulación de frustración e ira en un varón tan joven, incapaz de controlar su furia y tal vez aún sin las herramientas para entender el significado último de lo que hizo. Nunca antes la tele o el cine habían tratado de manera tan descarnada la masculinidad tóxica incentivada por el resentimiento, la misoginia y el machismo más atroz y los riesgos severos que se esconden detrás del vínculo entre los púberes y los celulares. No es la pérdida de tiempo el mayor riesgo, no es que dejen de estudiar y elijan entretenerse antes que educarse. A diferencia del pasado, hoy los chicos no están más seguros en su habitación que en la calle y la pantalla ya no está en el centro del living o en el comedor, “perturbando” la cena familiar. La pantalla hoy es un dispositivo privado y es a través de ese dispositivo que se difunden la información y las ideas que pueden convertir a un chico de trece años –y sin que ningún adulto lo advierta– en un monstruo despiadado. La imagen de Katie, la chica asesinada de "Adolescencia". Su voz se escucha en un par de temas en el segundo y el cuarto episodio de la serie. (Créditos: Youtube/Netflix) De esto habla Adolescencia y lo hace con sensibilidad, empatía y nervio; con calidad artística y también con las palabras justas. En cada episodio, los creadores de la serie de Netflix buscan respuestas posibles para la ira criminal del adolescente y para eso rastrean en la escuela, entre los amigos, entre sus hábitos y en el seno de la familia. De este lado de la TV, la pregunta que nos hacemos es dónde estuvo la falla principal; cómo y por qué un chico que podría ser tu hijo o el mío, a quien cuidamos como lo más importante de nuestras vidas, a quien educamos y le heredamos nuestros principios y valores puede llegar a convertirse en un femicida. Cómo y por qué en una misma casa uno de nuestros hijos puede desviarse de un camino para siempre mientras los otros, que recibieron el mismo amor y dedicación, no lo hicieron. Los miedos son otros El temor a las malas compañias existe desde siempre. Los miedos acerca de que alguien pueda “llenarle la cabeza” a nuestros hijos no es una novedad y en todas las épocas hubo padres y madres más o menos obsesivos y controladores de las salidas y amistades de los chicos, con la calle como centro de gravedad de las peores tentaciones y riesgos. Ashely Walters, como el Detective Bascombe, en "Adolescencia" (Netflix © 2024) Dentro de ese control parental clásico, las pantallas ocupan un espacio relevante: durante décadas fue la televisión el objeto perverso que podía distrar a los chicos de una vida saludable y “productiva” y ya hace tiempo son las computadoras y los celulares. ¿Es posible monitorear a un hijo las 24 horas del día? ¿Es bueno hacerlo? Al mismo tiempo, y suponiendo que fuera inocuo para la crianza y para su futuro supervisar sin respiro la actividad en internet y en especial en las redes sociales de los chicos, no existe forma de controlar exhaustivamente todo lo que ven y quiénes son las personas con las que intercambian mensajes e información. El gran temor de la selva informática era hasta hace poco tiempo la posibilidad de que los más chicos fueran víctimas de depredadores sexuales, un terror que no se apagó pero al que ahora se suman nuevos fantasmas: la difusión de imágenes privadas sin consentimiento, las fake news alimentadas por la inteligencia artificial, los desafíos extremos, el bullying acelerado por la tecnología, la circulación de ideas peligrosas para la salud y la vida de los adolescentes y también los espacios de acumulación de odio: por género, por raza, por religión y podríamos seguir al infinito. La serie "Adolescencia" se propuso instalar un debate sobre la masculinidad tóxica entre los más jóvenes y la violencia desatada sobre las mujeres. Aunque se deslizan cuestiones vinculadas al universo de las chicas (el personaje de Jade, la desesperada amiga de Katie, es el ejemplo), el centro de la serie son los varones a esa edad en la que dejan de ser niños para convertirse en adultos, esa edad en la que falta todo y nada alcanza, en la que la insatisfacción con uno mismo y con el entorno es agobiante. Todo adulto lo vivió en carne propia y los que somos padres o maestros o profesionales que tratan con chicos y chicas de esa edad lo sabemos bien: la inseguridad que reina en la adolescencia es uno de los grandes riesgos, la condición que habilita la tristeza, la angustia y en algunos casos el odio a mansalva contra ellos mismos pero también contra los otros. Es el tiempo en el que la mirada de los pares lo representa todo; cuando un rechazo amoroso puede ser el Apocalipsis, el acoso está a la vuelta de la esquina y cuando, en muchos casos, son los más débiles quienes simulan una fortaleza inexistente y la traducen en incitación a la barbarie. Es un tiempo de alarma para todos los padres. Adolescencia, la serie, comenzó a gestarse en 2023 en la cabeza del gran actor Stephen Graham (Boiling Point, Snatch. Cerdos y Diamantes, El irlandés, Peaky Blinders). Un día vio la noticia: un chico de trece años había apuñalado a una compañera. Poco después, en el otro extremo del país, otro chico había acuchillado hasta la muerte a una chica de su edad. La escena se repetía. En marzo de ese mismo año, el 18% de las causas por tenencias de arma blanca en el Reino Unido tenían por protagonistas a chicos de entre 10 y 17 años. En la última década, los asesinatos de adolescentes con armas blancas crecieron en un 240%. A partir de "Adolescencia", y desde la ficción, muchos adultos entenderán por primera vez códigos reales de los más chicos hasta ahora crípticos o directamente desconocidos (Crédito: Netflix) “Me quedé en shock. Como padre, pensé: ‘¿Qué está pasando? ¿Qué está pasando en la sociedad para que un chico mate a una chica a puñaladas y esto se vuelva habitual? ¿Cuál es la razón? Y luego volvió a ocurrir, y volvió a ocurrir, y volvió a ocurrir. Realmente lo que quería era arrojar luz sobre esto y preguntar: “¿Por qué está ocurriendo esto hoy? ¿Qué está pasando? ¿Cómo llegamos hasta acá?”, se preguntó Graham. En un número significativo de estos casos, los investigadores hallaron que el asesino había sido rechazado por la chica o la mujer asesinada. Un patrón similar se había dado en varios casos de matanzas escolares, con chicos frustrados por no ser “populares” y no ser aceptados por las chicas; filas y filas de “patitos feos” sufriendo en soledad, una masa acrítica ideal para terminar radicalizados por adultos violentos, ultraconservadores y fascistas. Un concepto comenzó a rodar, el de “incel”: los célibes involuntarios, los rechazados. De esa frondosa cantera de resentimiento surgen teorías dementes como la del 80 y el 20: según este delirio, el 80% de las mujeres se enamora del 20% de los hombres, lo que determina que el 80% de los hombres no sean deseados y se vean “obligados” a buscar otros recursos para acercarse a ellas. Un futuro tristísimo para un chico de trece años. El influencer de ultraderecha Andrew Tate habla con la prensa en Bucarest; su hermano Tristan está con él. Ambos estuvieron presos dos años en Rumania acusados de explotación sexual y violencia de género y fueron liberados recientemente. (Eduard Vinatoru via REUTERS) De todo esto se habla en Adolescencia, escrita por Graham y Jack Thorne, en donde, desde la ficción, muchos adultos entenderán por primera vez códigos reales de los más chicos hasta ahora crípticos o directamente desconocidos. Aprenderán el sentido oculto de algunos emojis y conceptos, las formas agresivas e invasivas de expresarse en las redes y escucharán nombres como el de Andrew Tate (38), un ex boxeador estadounidense, influencer de extrema derecha con millones de seguidores en X y en Tik Tok, acusado de golpear y violar a varias mujeres, encarcelado durante dos años en Rumania por trata y explotación de personas y liberado recientemente por las autoridades rumanas en lo que algunos denuncian como un acuerdo con el presidente Donald Trump. Tate es uno de los líderes de lo que se conoce como la manosfera (machosfera, le dicen también en español para aclarar el concepto), una esfera de comunidades de apoyo online para hombres surgidas como respuesta desairada a la ola feminista de los últimos años. Es justamente esta esfera virtual el espacio en el que creció de manera desenfrenada -pandemia mediante- y manipulado por personajes como Tate el odio de muchos chicos jóvenes contra las mujeres y, fundamentalmente, el desprecio por lo que se llama de manera algo simplificada el “empoderamiento” de las mujeres. Un odio que es alimentado a diario por voces influyentes y que termina dando como resultado conductas extremas, la amplificación de la violencia de género, el hostigamiento en masa real y virtual y crímenes inexplicables como el de Adolescencia. La escuela no sabe cómo responder a esta amenaza, tampoco las familias y mucho menos los propios chicos y chicas. Para algunos expertos, aún con los peligros que esto entraña, es tiempo de regular ciertas conductas y también el uso de los celulares por parte de los menores. Lejos de cualquier respuesta institucional o estatal, queda claro que si hay algo indispensable por parte de los adultos es ponerle freno al vértigo de la productividad y el narcisismo para poder, también nosotros, levantar la vista de la pantalla y observar con atención a los chicos. Para observarlos y para acercarnos: vivir con ellos no significa estar ligados de manera expresamente amorosa y atentos a sus necesidades y a su sufrimiento. Owen Cooper tiene 15 años y es el protagonista de "Adolescencia". Fue elegido entre 500 jóvenes intérpretes que se presentaron al casting. Su actuación es asombrosa. Un gran éxito y un debate abierto Lo que sigue son cinco claves del éxito de una serie que está siendo vista por millones de personas en diferentes países y culturas. 1- El protagonista Owen Cooper (15) es definitivamente un fenómeno, un chico que nunca antes había actuado y que fue elegido luego de un casting por el que pasaron 500 jóvenes intérpretes. “Hay actores que ensayan durante años y, aun así, son incapaces de alcanzar el magisterio de Cooper”, dijo elogiosamente Philip Barantini, el director de la serie. La mirada de Cooper pasa de la ternura a la amenaza en cuestión de segundos y lo hace de manera asombrosa. Por momentos es una criatura y en un instante se transforma en un adulto feroz e intimidante. La actuación de Cooper a lo largo de los cuatro episodios comprende todos los matices, con capas de humanidad en toda su complejidad y contradicciones. 2 - La cámara que no cesa Adolescencia es deslumbrante por lo que cuenta y por cómo lo hace, desde los recursos técnicos hasta las interpretaciones y las palabras que quedan resonando mucho después del final de los créditos. Los cuatro episodios de la serie -de aproximadamente una hora de duración cada uno- fueron filmados con el recurso que se conoce como plano secuencia, esto es en una escena única y sin cortes (tal vez el lector recuerde ejemplos como el travelling del paseo en triciclo en El resplandor, de Kubrick o Birdman, de Alejandro G. Iñárritu o El arca rusa, de Sokurov). En el caso de la serie de Netflix, no hubo edición que simulara el plano secuencia sino que cada episodio fue filmado íntegramente en varias oportunidades -algunos tuvieron más de diez tomas- y luego se eligió una de esas tomas como la definitiva. Para los actores, fue una verdadera proeza escénica -solo tuvieron dos semanas de ensayo previamente- y para los televidentes, una forma de integrarse a lo que está sucediendo y de sumarse a la tensión dramática. Stephen Graham y Christine Tremarco, los padres del protagonista en "Adolescencia". Graham es también el creador de la serie. 3- La sensibilidad de las actuaciones Lo mencioné varias veces pero el elenco de la serie es soberbio. No hay forma de no conmoverse con Stephen Graham y Christine Tremarco como los padres de Jamie Miller, una pareja de cincuentones todavía enamorados, clase trabajadora y honesta que de buenas a primeras tienen que lidiar con la acusación que pesa sobre su hijo y preguntarse si es posible que el chico que criaron con todo su amor haya devenido en asesino. La escena en la camioneta el día del cumpleaños de él, mientras avergüenzan a su hija con el recuerdo de su primera cita amorosa con música de “Take On Me” de Aha, a mediados de los 80, es un golpe al corazón. Por esa adolescencia perdida de ellos mismos, por ese tiempo de ilusión y porque es imposible no querer alentar a esa pobre familia que, en medio del desasosiego, busca seguir compartiendo un buen momento juntos. El episodio 2, que transcurre en la escuela, es agotador y desesperante: todo está fuera de control, cualquiera de los chicos puede terminar en víctima (o en victimario). En el final se escucha la voz de Katie cantando “Fragile”, de Sting (Tal vez este acto final estaba destinado/ Para rematar el argumento de toda una vida/ Que nada viene de la violencia y nada nunca podría hacerlo/ Para todos los que nacieron bajo una estrella furiosa/ Para que no olvidemos lo frágiles que somos) mientras la cámara llega hasta el lugar en el que la chica fue asesinada, donde los compañeros y compañeras le dejan flores, ositos, mensajes dolientes. Adonde llega Eddie, el padre de Jamie, destruido por su propia tragedia, para dejar ahí un ramito... 4- Episodio 3: un diálogo inolvidable El asfixiante encuentro entre Jamie y la psicóloga Briony (una extraordinaria Erin Doherty) transcurre en el instituto en el que el chico se encuentra detenido y ocupa prácticamente todo el episodio. Hay gritos de otros internos, perversión en uno de los agentes, que es quien monitorea desde una sala cada rincón del instituto, pero sobre todo hay un diálogo imposible de olvidar entre el chico y la terapeuta contratada por la defensa, que bucea en la mente del acusado y trata de comprender qué entiende ese chico por masculinidad y qué le pasa sexualmente con las mujeres, para lograr adentrarse en el entramado que pudo haberlo llevado al crimen. Una larguísima escena en donde van alternando el control de la situación -sí, el chico de trece por momentos manipula por completo la escena y llega a intimidar a la adulta- y en donde cada momento reproduce una nueva forma de vincularse entre ambos. Es en esta ocasión cuando vemos hasta qué punto Jamie está resentido con la vida y con las mujeres. Hasta qué punto cree que es malo en todo lo que hace y horrible en su aspecto físico, una mirada distorsionada sobre sí mismo, propia de la adolescencia, esa breve pero peligrosa temporada en el infierno de las emociones extremas. Owen Cooper y Erin Doherty, como la psicóloga, en el inolvidable tercer episodio de "Adolescencia". (Netflix) 5- Amar al monstruo Si el mayor de los miedos de los padres es perder a un hijo, no es menos devastador verlo convertirse en un criminal, en alguien que perdió el rumbo, alguien que, muy temprano, marca su destino de manera trágica e irreversible. La responsabilidad de la crianza es de uno, ¿el resultado, también? No hay forma de no identificarse con esos padres, con esa hermana. Siempre todos podemos hacer más y mejor. Puede, también, ocurrir que creemos conocer a nuestros hijos y en realidad no sabemos cuál es su drama interior; naturalizamos que no quiera hablar ni comunicar nada cuando hay un infierno volándole la cabeza las 24 horas del día. En cada conducta humana participa el azar y nunca sabemos, hasta que sucede, qué chispa puede encender la violencia, el odio o la locura. La serie no elige concentrarse en la víctima sino en el posible victimario, por lo que el televidente ve en detalle el proceso de demolición de una familia como cualquier otra que un buen día amanece con un hijo de trece años acusado de femicida. La elección del modelo de familia fue deliberado, el propio Graham lo señaló en varias entrevistas: no querían poner el acento en lo que podrían ser condiciones difíciles de una crianza (un padre violento, una madre alcohólica, por ejemplo), sino que buscaban hacer evidente que esta ola criminal y en vertiginoso ascenso puede involucrar a cualquiera. Que cualquier chico puede perderse en la maraña de odio de la manósfera y convertirse en agente de ese resentimiento al punto de matar a alguien y echar a perder su propia vida. ¿Es posible seguir amando a un hijo que se convierte en un monstruo? La respuesta es sí. ...................................................... La sensibilidad de Stephen Graham como el padre del chico acusado de matar a su compañera en 'Adolescencia' encuentra su punto más alto en el capítulo final de la serie. La serie, tan perfecta como abrumadora, no da respuestas porque es una tarea imposible: nadie las tiene. Lo que hay, sí, y por primera vez en un producto de alcance masivo, es un diagnóstico: el camino por el que estamos transitando como humanidad solo asegura menos justicia, menos respeto, menos felicidad y más odio, violencia y desenfreno. Aunque hay nombres propios de personas que especulan con el desconocimiento del mundo adulto y se aseguran su cuota de daño sobre nuevas generaciones de varones frágiles y en crisis, no hay forma de señalar culpables plenos y la responsabilidad de este estado de cosas es compartida. “Jamie no es un simple producto de la manosfera. Es producto de unos padres que no lo vieron, una escuela a la que no le importó y un cerebro que no se lo impidió”, dijo Jack Thorne, el guionista de la serie. “Los padres pueden intentar regularlo, las escuelas pueden impedir el acceso a los móviles, pero hay que hacer más. Debería haber apoyo gubernamental porque las ideas que se expresan son peligrosas en las manos equivocadas y los cerebros jóvenes no están preparados para hacerles frente”, dijo también. Adolescencia se propuso hacernos ver y escuchar una tragedia colectiva de nuestra era para dar espacio a la discusión pública e incentivar a los Estados e instituciones a tomar medidas para evitar más muertes y más vidas afectadas por la tragedia. Pese a que algunas voces masculinas -generalmente anónimas- intentan minimizar y descalificar la serie en las redes sociales mientras la acusan de incurrir en un exceso de corrección política, el debate ya está instalado. Ahora que ya sabemos lo que pasa y lo que puede pasar, ¿qué hacemos con los chicos?
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