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» Comercio y Justicia
Fecha: 21/03/2025 21:05
La vitivinicultura, uno de los pilares económicos de Mendoza, atraviesa un momento crítico que pone en riesgo su estabilidad y proyección futura. Así lo advierte un reciente informe del Instituto de Estudios sobre la Realidad Argentina y Latinoamericana (IERAL) de la Fundación Mediterránea, titulado “Situación y perspectivas de la vitivinicultura en Mendoza”. El análisis, firmado por los economistas Jorge Day y Juan Manuel Garzón, pinta un panorama preocupante: caída en la producción, menor consumo interno, exportaciones estancadas y una cosecha 2025 que, aunque promisoria en volumen, enfrenta desafíos estructurales y coyunturales que podrían agravar la crisis del sector. El informe del IERAL, presentado en el marco del ciclo “Vendimia de los Números”, destaca que la cosecha de uva de este año podría superar las 2,2 millones de toneladas en Mendoza, un 30% más que en 2024, gracias a condiciones climáticas favorables tras años de sequía. Sin embargo, esta recuperación cuantitativa no se traduce en alivio para los productores. “El aumento en el volumen no compensa la baja en los precios ni la pérdida de mercados”, señala Day, quien subraya que el consumo interno de vino sigue en picada —hoy apenas supera los 18 litros per cápita anuales, frente a los 90 litros de los años ’70— y las exportaciones no logran despegar, afectadas por un tipo de cambio poco competitivo y una demanda global tibia. Un sector entre la espada y la pared El diagnóstico del IERAL pone el foco en tres frentes críticos. Primero, la sobreproducción de uvas y vinos genéricos, que satura el mercado interno y presiona los precios a la baja. “Producimos más de lo que podemos vender”, afirma Garzón, quien apunta a la necesidad de reconvertir viñedos hacia variedades premium o de mayor demanda externa, como el Malbec de alta gama. Segundo, el atraso cambiario: con un dólar oficial que no refleja la inflación —proyectada en un 60% para 2025 según el Banco Central—, los costos en pesos se disparan mientras los ingresos en divisas se diluyen. Tercero, la competencia internacional se endurece, con países como Chile y Australia ganando terreno en mercados clave gracias a costos más bajos y monedas devaluadas. A esto se suma un dato alarmante: el stock vínico al cierre de 2024 alcanzó niveles récord, con más de 400 millones de litros acumulados, según el Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV). “Es un círculo vicioso: más vino sin vender, menos compras de uva por parte de las bodegas y precios que no cubren los costos de producción”, explica Day. En este contexto, los pequeños y medianos productores, que representan el 70% de los viñateros mendocinos, son los más golpeados, enfrentando márgenes de rentabilidad nulos o negativos. ¿Qué hacer frente a la tormenta? El informe no sólo diagnostica, sino que también propone salidas. Una de las recomendaciones clave es fortalecer las políticas de promoción en el exterior, como las que impulsa el Consejo Vitivinícola Argentino (COVIAR), pero con un enfoque más agresivo en mercados emergentes como Asia. Otra sugerencia pasa por ajustar la oferta: “Hay que regular la producción, incentivar variedades con salida comercial y desincentivar las que no tienen mercado”, sostiene Garzón. Esto podría incluir subsidios para la reconversión varietal o incentivos fiscales para exportadores. Desde el gobierno provincial, las medidas también son un punto de debate. El programa “Mendoza Activa”, que reintegra hasta un 40% de las inversiones en tecnología agrícola, podría ampliarse para incluir a más productores vitivinícolas. Sin embargo, el IERAL advierte que sin una macroeconomía nacional estable —con un tipo de cambio competitivo y una inflación controlada—, estas iniciativas tendrán un impacto limitado. “Mendoza sola no puede resolverlo todo”, sentencia Day. Voces del sector y un futuro incierto Productores y bodegueros coinciden en la gravedad del cuadro. “Estamos trabajando a pérdida, y si no hay un cambio urgente, muchas fincas van a desaparecer”, asegura Pablo Gómez, un viñatero de Luján de Cuyo con 20 hectáreas. Desde las bodegas, en tanto, piden mayor transparencia en los datos del INV y un plan estratégico que evite la acumulación de stocks. “No podemos seguir improvisando cosecha tras cosecha”, reclama un empresario del sector. Con la Vendimia 2025 a la vista, la vitivinicultura mendocina se juega mucho más que una buena cosecha. El informe del IERAL es un llamado de atención: o se toman medidas estructurales para adaptar el sector a los nuevos tiempos, o el riesgo de una crisis irreversible será cada vez más real.
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