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  • ESTADOS UNIDOS Y EL GOLPE DE ESTADO DE 1976 (2° PARTE): La norteamericana secuestrada en Campo de Mayo, “Lo que tengan que hacer, háganlo rápido”

    Concordia » Diario Junio

    Fecha: 20/03/2025 18:40

    Por Mario Bermúdez El diplomático republicano siempre manejó un rango certero sobre la fecha en que los militares ocuparían la Casa Rosada y de su Olivetti salieron y se acumularon reportes a la Casa Blanca que despejaban cualquier duda puntual, no solamente acerca de cómo se conformaría la futura cúpula del Gobierno Militar, sino que transcribió de antemano cómo se dividirían los principales cargos entre civiles y uniformados, como también dio cuenta de las primeras medidas que adoptaría el régimen comandado por Videla. Robert Cox, que se desempeñó como Editor responsable del Buenos Aires Herald entre 1976 y 1979, es uno de los pocos periodistas que conoció muy bien a Hill. En una ocasión Cox expresó que «La Embajada estaba armada con misiles. Las medidas de seguridad cada vez que salía Hill eran impresionantes (…) había un representante del FBI que se llamaba Robert Scherrer. El estaba en contacto permanente con miembros de la Policía y con los militares (…) y si bien Hill estaba convencido de que Argentina no era Chile, también es verdad que jamás condenó en público al régimen militar». Esa fue la verdadera razón que impulsó a Hill a abandonar el país una semana antes de producirse el derrocamiento de María Estela Martínez de Perón. De esa forma, se contrarrestaban las acusaciones de que el gobierno norteamericano no solo tenía conocimiento anticipado sino que, además, estaba implicado en los eventos que se avecinaban. “Por tanto, creo que lo mejor para el gobierno de Estados Unidos es que siga adelante con mis planes como si no hubiéramos tenido ninguna advertencia previa”, escribió Hill en un cable al Departamento de Estado mientras se preparaba para su partida que se produjo el 17 de marzo de 1976. Para que quedara más claro aun: “El hecho de que yo estuviera fuera del país cuando se produjera el golpe sería, creo, sería un hecho a nuestro favor que indicaría la no implicación de la Embajada y el gobierno de Estados Unidos”, remató el Embajador. El 23 de marzo siguiente -tan sólo a 24 horas de producirse el asalto a la Casa Rosada- Hill desde Miami, envió al Consejo de Seguridad Nacional un documento secreto cuyo encabezado se tituló ‘Análisis de situación y documento de estrategia – Argentina’’. Aquel texto de cuatro páginas, comenzaba de esta forma: “Mientras se redacta el CASP [Documento de Estrategia y País], Argentina se encuentra en un estado de cambio”, advertía Hill. “Argentina ha sido uno de nuestros principales interlocutores y no es probable que esto cambie ni siquiera bajo un nuevo gobierno (…) porque, independientemente de quién pueda reemplazar inmediatamente a la señora Perón (si es que lo hace), el hecho es que Argentina necesita a los EE.UU tanto como nosotros a ella (…) [con el tiempo] probablemente volverá a la normalidad política con una necesidad desesperada de inversiones. Se puede esperar que los EE.UU sean el primer país al que los argentinos se vuelvan”. Por lo tanto, la recomendación de Hill al Consejo de Seguridad Nacional fue que, en la Casa Blanca, debían prepararse para entablar relaciones con el Ejército argentino. (1) Para cuando Hill retornó a Buenos Aires, la máquina del terror de Estado ya se había echado a andar por completo. El 28 de mayo de 1976, el Embajador norteamericano se había presentado personalmente ante el Canciller de la flamante dictadura, el almirante César Augusto Guzzetti. Hill explicó que la Embajada estaba profundamente preocupada por el secuestro y tortura de tres mujeres estadounidenses, entre ellas la Coordinadora dela Fundación Fulbright para Argentina, Elida Messina, y la ola de ataques contra refugiados políticos de la región. Y así se lo hizo saber al Secretario de Estado Henry Kissinger. SANTIAGO DE CHILE, 1976 Apenas transcurridos 76 días de gobierno la Junta Militar, mientras las peores noticias corrían por todo el mundo, a excepción de los medios de Argentina, en el marco de la Asamblea General de la OEA que se celebraba en Santiago de Chile, tuvo lugar la reunión secreta entre el Secretario de Estado norteamericano, Henry Kissinger, y el Canciller del régimen argentino, almirante César Augusto Guzzetti. Todo lo conversado entre ambos aquel 10 de junio de 1976, quedaría transcripto textualmente en un Memorándum Secreto de 13 páginas, que erróneamente tenía fecha del 6 de junio. Henry Kissinger , Secretario de Estado norteamericano Poco después de las 8 de la mañana, Kissinger se presentó: «Venimos siguiendo de cerca los eventos en Argentina. Le deseamos lo mejor al nuevo gobierno. Haremos lo que esté a nuestro alcance para ayudar (…)”. Minutos antes, un tembloroso Guzzetti le había explicado el panorama social y político de nuestro país, como si Kissinger no estuviera anoticiado de nada: “Nuestro mayor problema es el terrorismo. Es la primera prioridad de este gobierno. Sobre este tema hay dos aspectos a solucionar: El primero conseguir la seguridad interior; El segundo resolver los más importantes urgentes problemas económicos de los próximos 6 a 12 meses. Argentina necesita que EE.UU comprenda y apoye para superar los problemas en estas dos áreas”. La respuesta de Kissinger a la monserga del almirante fue en estos términos: «Estamos al tanto que ustedes están en un período dificultoso. Estos son tiempos extraños, cuando las actividades política, criminal y terrorista tienden a confundirse sin una clara separación. Nosotros comprendemos que ustedes tienen que establecer autoridad (…) En Estados Unidos tenemos fuertes presiones internas para hacer algo en materia de derechos humanos (…) Pero queremos que ustedes tengan éxito. Y no queremos amenazarlos. Haré todo lo que yo pueda». A continuación, el Secretario de Estado descerrajó la frase que significaría el aval para profundizar más aun el despliegue del horror que ya había comenzado a perpetrase. La cita exacta en idioma original que pronunció Kissinger que consta en la página 9 del Memorándum Secreto del diálogo fue: «If there are things that have to be done, you should do them quickly. But you should get back quickly to normal procedures». En castellano: «Si hay cosas que tienen que ser hechas, háganlas rápidamente. Pero deben volver rápido a los procedimientos normales (…) [A las 9.10 el Secretario y Guzzetti se van para hablar a solas. A las 9.14 vuelven a salir y la reunión termina.]«. Tras el encuentro con con el militar argentino, Kissinger abandonaría Chile con destino a México. (2) Kissinger a Guzzetti en Chile: “Si hay cosas que tienen que ser hechas, háganlas rápidamente” El 9 de julio de 1976, Kissinger fue informado explícitamente sobre la represión desenfrenada que tenía lugar en Argentina: «Su teoría es que pueden usar el método chileno», le informó el principal Asistente del Secretario de Estado en América Latina, Harry Shlaudeman, «es decir, aterrorizar a la oposición, incluso matando sacerdotes, monjas y otros». El Embajador Robert Hill acababa de regresar a Argentina en medio de informes sobre masacres de prisioneros y violaciones generalizadas de los derechos humanos por parte de la dictadura militar, así como de crecientes pruebas de asesinatos de extranjeros en el marco de la Operación Cóndor. Siguiendo instrucciones de Washington, Hill fue encargado de plantear la cuestión de los derechos humanos al más alto nivel del gobierno argentino, siguiendo las precisas instrucciones que, el 23 de agosto de 1976, Henry Kissinger le envió al Embajador, para que hablara con el general Videla y le manifestara “(…) que los Estados Unidos se encuentran preparados para intercambiar información sobre la actividad terrorista en cualquier lugar del mundo”. El Telegrama secreto titulado“Plan Cóndor”, también contenía instrucciones concretas para las representaciones estadounidenses en Santiago de Chile, Asunción, La Paz y Montevideo. En el último párrafo del documento, llama la atención que Kissinger alertara sus Embajadores, advirtiéndoles que “(…) en ningún caso una agencia estadounidense puede señalar individuos para que sean asesinados”. Debe tenerse en cuenta que desde hacía meses la represión había convertido a la Capital Federal y a la provincia de Buenos Aires –especialmente– en un infierno. Pocas semanas antes de que Kissinger enviara el mencionado telegrama –el 31 de mayo- el ex Presidente de Bolivia Juan José Torres González fue secuestrado a pocos metros de su domicilio, en un suburbio de la ciudad de Buenos Aires. Al día siguiente su cuerpo, apareció bajo un puente en la localidad de San Andrés de Giles. En mayo de 1976 también habían sido secuestrados los legisladores uruguayos Zelmar Michelini y Héctor Gutiérrez Ruiz en pleno centro de Buenos Aires. Eran refugiados y aparecieron asesinados varios días después. A su vez decenas de refugiados uruguayos, chilenos y brasileros eran secuestrados y se encontraban desaparecidos. Es el propio Embajador Hill quien escribió que “elementos de seguridad del gobierno argentino pueden estar involucrados en los asesinatos de Michelini, Gutiérrez Ruiz y Torres” y si bien la Embajada norteamericana no contaba en ese momento con evidencias certeras, agrega un detalle no menor sobre la impunidad con la que actuaban las patotas militares: “los secuestradores de Gutiérrez Ruiz estuvieron una hora en su casa, no hicieron esfuerzo alguno alguno por ocultarse y, a la esposa de Michelini no quisieron tomarle la denuncia del secuestro de su marido cuando se presentó en la policía”. No había pasado un mes de las instrucciones precisas enviadas por Kissinger a sus Embajadores cuando, el 21 de septiembre de 1976 alrededor de las 9 de la mañana, una bomba que había sido colocada debajo del auto de Marcos Orlando Letelier del Solar – ex Canciller del Presidente Salvador Allende-, fue accionada a control remoto, cuando circulaba por la rotonda Sheridan Circle, frente a la Embajada de Irlanda, a unas 15 cuadras al noroeste del centro de la ciudad de Washington. Tanto Letelier como su asistente Ronni Karpen, murieron en el acto, mientras que el esposo de la mujer, Michael Moffitt, resultó gravemente herido. El autor del atentado resultó ser el estadounidense Michael Vernon Townley Welch, quien se desempeñaba como doble agente de la CIA y de la DINA, la agencia de inteligencia chilena. En 1969, la CIA había enviado a Townley a Chile bajo la falsa identidad de Kenneth W. Enyart. Townley reportaba al Agente Especial de la CIA David Atlee Phillips, quien le ordenó organizar varios grupos de paramilitares para que cometieran atentados la capital trasandina y, posteriormente, en 1973, lo autorizó a incorporarse a la DINA. Años más tarde, Townley aceptó ser interrogado en Estados Unidos sobre sus actividades criminales a cambio de obtener los privilegios del Programa Federal de Protección de Testigos. No solo confesó haber construido, instalado y detonado la bomba que mató a Letelier y Moffitt sino que también asumió ser el autor, junto a su esposa chilena Mariana Callejas -también agente de la DINA-, de los asesinatos del ex Comandante en Jefe del Ejército de Chile, general Carlos Prats y su esposa, perpetrados el 30 de septiembre de 1974, cuando una bomba colocada en el vehículo fue detonada a distancia en el momento en que el matrimonio llegaba a su domicilio en la ciudad de Buenos Aires. Cuatro días antes del atentado que le costaría la vida a Letelier en Washington, el Embajador Hill visitaría nuevamente a Guzzetti para dar cuenta de las asombrosas constataciones que tenían en la sede diplomática en Buenos Aires acerca de las numerosas violaciones de los derechos humanos que estaban ocurriendo a lo largo y ancho del país. Entre los casos que mencionó Hill aquel 17 de septiembre de 1976, figuró el de Alberto Felipe Maly Olvitz, cuya madre era era ciudadana estadounidense y que había sido secuestrado en los suburbios de la ciudad de La Plata y estaba desaparecido desde el 9 de septiembre. Pero, como Hill informó a Washington, “el Ministro de Asuntos Exteriores dijo que el Gobierno de Argentina se había sorprendido un poco por las indicaciones de una preocupación tan fuerte por parte del gobierno de Estados Unidos en la situación de los derechos humanos en Argentina”. Guzzetti había rechazado los reclamos de Hill diciendo que «cuando había visto al Secretario de Estado Kissinger en Santiago, este último había dicho que ‘esperaba que el gobierno argentino pudiera controlar el problema terrorista lo más rápidamente posible'». Guzzetti dijo que había informado de esto al presidente Videla y al gabinete, y que la impresión que tenían era que la preocupación primordial del gobierno de Estados Unidos no eran los derechos humanos. Memorándum Secreto de la reunión entre el Embajador Hill y el Canciller Guzzetti EL CASO DE CINDY ERB El 14 de septiembre de 1976 a las 4 de la tarde se presentó en el edificio de la porteña Avenida Colombia 4300, donde tiene su sede de la la Embajada de Estados Unidos en nuestro país, el pastor de la Iglesia Menonita, John Delbert Erb, oriundo de Minnesota y residente en la Argentina desde el año 1958. Fue recibido por William Beal, Encargado de Negocios de la Embajada. El señor Erb relató ante el azorado diplomático que la noche anterior, su hija Patricia Ann Erb, de 19 años de edad, nacida en la localidad de Jackson (Minnesota), había sido secuestrada en su casa de Belén 649 en el barrio de Floresta. Un grupo de personas vestidas de civil y fuertemente armadas irrumpieron en la vivienda y luego de llevarse a la joven robaron del domicilio varias de sus pertenencias personales. Erb contó que su hija Patricia trabajaba como profesora de inglés en el Instituto Berlitz y, además, de ser estudiante de la carrera de Sociología en la UBA, era una activa militante de la Juventud Guevarista donde todos la conocían como “Cindy”. De inmediato, Beal dispuso que los funcionarios de la Embajada comenzaran a averiguar el paradero de la joven. Desde la Comisaría del barrio donde residía Patricia informaron que allí no se encontraba detenida y poco después, un alto funcionario de la Policía Federal informó que estaba en manos del Servicio de Inteligencia de Ejército (SIE). El día 15 de septiembre, una alta fuente del SIE insistió en que ellos no la tenían. El mismo día, el Director de la cárcel de Villa Devoto informó que allí no estaba alojada la joven norteamericana. Poco después, el señor Erb volvió a ponerse en contacto con la Embajada para comunicar que evaluaba convocar a una conferencia de prensa. Desde el edificio de la avenida Colombia le desaconsejaron hacerlo, pero en cambio informaron del caso a la Agencia de Noticias Associated Press, con la expresa indicación que el cable noticioso que se emitiera, no se publicara en Argentina pero sí en resto del mundo. Y así ocurrió. Telegrama enviado a Washington informando el secuestro de Patricia Ann Erb Cuatro días después del secuestro de Patricia Erb, el Embajador Robert Hill presentó una nota en la Cancillería argentina manifestando su preocupación por la seguridad y el bienestar de la joven norteamericana. Ese mismo día, Hill informó en un cable al Departamento de Estado que el Nuncio Pío Laghi le había confiado en una entrevista personal que eran muchos los militares que en sus confesiones contaban que “no pueden dormir por la noche por las torturas que aplican a sus secuestrados durante el día.” El 20 de septiembre de 1976, el Palacio San Martín acusó recibo formal de la nota presentada por el Embajador, en la que aseguraban que se estaba averiguando el paradero de Patricia. Ese día, John Erb grabó una entrevista con la cadena televisiva CBS en la que acusó a la Policía Federal por el secuestro de su hija. (3) Todos presumían que el calvario de Patricia Ann Erb, apenas había comenzado, pese a que nadie sabía aun que había sido llevada al Centro Clandestino de Detención El Campito, ubicado en Campo de Mayo, en jurisdicción del I Cuerpo de Ejército. En ese lugar, el “Señor de la Vida y la Muerte”, era el general de brigada Jorge Olivera Rovere, a la sazón Segundo Jefe del I Cuerpo y que tenía bajo su responsabilidad la denominada Subzona 1C, que comprendía una parte de la ciudad de Buenos Aires. El 21 de septiembre el Embajador Hill estuvo una hora y media conversando con el general Videla en la Casa Rosada. El dictador le dijo que estaban buscando a la joven Erb y que “cuando la encontraran” (…) “si es que la encontramos” [sic] (…) “la expulsaremos del país”. En los días sucesivos, Hill continuó su periplo de consultas: habló con el Vicealmirante Canciller Oscar Montes, con el ministro de Economía José Alfredo Martínez de Hoz, se reunió con los jefes de Inteligencia de las tres Fuerzas Armadas, con el Director de Seguridad de la Policía Federal y con el jefe de Inteligencia de la Policía bonaerense y de varias provincias, además de semblantear a varios miembros de la SIDE. Todas y cada una de esas reuniones fueron consignadas en un Telegrama confidencial remitido a Washington el 24 de septiembre siguiente, en el que Hill recomendó “no publicitar acusaciones de complicidad oficial ya que pondrían en grave riesgo la vida” de la joven. (4) Finalmente, la presión ejercida por Hill esta vez, tendría éxito. El 28 de septiembre, alrededor de las 13 un funcionario de la Cancillería argentina informó que Patricia Erb se encontraba con vida y que podía ser visitada por el Cónsul General de Estados Unidos en Buenos Aires. Esa misma tarde, el funcionario pudo ver y conversar con la joven y proceder a extenderle un pasaporte. El encuentro tuvo lugar en una Comisaría de Bella Vista, cercana a Campo de Mayo. Posteriormente se supo que la joven había sido llevada el 27 de septiembre desde El Campito a la dependencia policial, para reunirse con el Cónsul estadounidense. El 29 de septiembre Hill dio cuenta a Washington de lo acontecido, si bien la transcripción de esa conversación entre Patricia Erb y el Cónsul continúa figurando censurada en el Telegrama Secreto enviado al Departamento de Estado. En otro telegrama, fechado 6 días después, el 5 de octubre, Hill informó que “Patricia Erb abordó un avión rumbo a los Estados Unidos hoy a las 18.45 horas”. Sin embargo, Hill omitió mencionar en su parte, que la joven viajó acompañada por personal militar argentino hasta la escala intermedia del vuelo, que tuvo lugar en el Aeropuerto Internacional César Chávez, de la ciudad de Lima. Telegrama del Embajador Hill dando cuenta de la expulsión del país de Patricia Erb Una vez que Patricia Ann Erb arribó a su país, prestó declaración testimonial ante funcionarios del Departamento de Estado norteamericano. En su relato, desclasificado en el año 2002, contó que tras ser llevada a las mazmorras de El Campito, fue salvajemente torturada y padeció abusos sexuales. «Fui secuestrada por hombres armados vestidos de civil y retenida durante varios días antes de ser llevada a la casa de tortura, donde los hombres comenzaban los interrogatorios utilizando varias formas de tortura en varias formas: golpes con palos, puños, patadas, inmersión en agua o en materia fecal hasta casi ahogarnos y aplicación de ‘La Picana’ [máquina eléctrica] que se toca en las partes más sensibles del cuerpo. Para causar una sensación más fuerte nos ataban con cuerdas a una cama de alambre que llevaba corriente eléctrica (…) salpicando agua para aumentar el dolor». Según el estremecedor relato de Erb, los prisioneros allí alojados terminaban estas sesiones «casi inconscientes y gimiendo de gran dolor», mientras que por las noches, según testificó la joven, «también estábamos a merced de ser violadas por los suboficiales». Erb enumeró en su declaración, los nombres que recuerda de las personas detenidas con ella, entre las que mencionó a «Eduardo Raúl Merbilhaa (…) Ana María Lansilotto [sic] embarazada (…) Domingo Menna [sic] (…) Liliana Delfino (…)”. Dijo también que varios días antes de ser liberada, imaginó que las gestiones que su padre había llevado a cabo podían estar dando resultados, ya que los guardias comenzaron a cambiar el comportamiento para con ella. A partir de allí, suponiendo que podría llegarle la legalización y la libertad, trató de memorizar todos su padecimientos. También declaró que tras la visita del Cónsul en la Comisaría de Bella Vista, fue conducida a la cárcel de Devoto, donde estuvo cuatro días más, hasta que salió del país “entre los días 6 o 7 de octubre de 1976”. Declaración de Patricia Ann Erb en Estados Unidos, tras su liberación En 2009, varios años después de su liberación, Patricia Ann Erb regresó a Buenos Aires para ser la primera en testificar ante el Tribunal Oral Federal 5 en el Juicio contra los generales Santiago Omar Riveros, y el ya citado Olivera Rovere y varios miembros del Ejército y del las Fuerzas de Seguridad Federales, acusados por 120 secuestros y cuatro homicidios cometidos en 1976 en Campo de Mayo. Los Jueces condenaron a los genocidas Riveros y Olivera Rovere a prisión perpetua. Como autores materiales de la privación Ilegítima de la libertad, tormentos, robo y abuso sexual en perjuicio de la norteamericana Erb, fueron condenados en dicho Juicio el Agente Civil de Inteligencia Carlos Eduardo José Somoza y el integrante del Ejército Carlos Javier Tamini, mientras que el miembro de la Gendarmería, Hugo Miguel Castagno Monge, fue a prisión por ser responsable de los delitos de privación Ilegítima de la libertad y tormentos en perjuicio de la joven. La norteamericana Patricia Erb, sobreviviente del CCD El Campito Patricia Erb, reflexionaría más tarde: “Hay heridas que cierran y cicatrices que quedan abiertas” y que quería compartir la experiencia vivida “no solo porque servirá para comprender mejor lo que pasó, sino porque nos permitirá conservar la dignidad humana cuando yo narre el horror. Mi historia es la historia de muchos que no la pueden contar porque fueron exterminados, y ése es el valor real de lo que comparto: escuchar a través de mi voz, la voz de los desaparecidos.” (5) ——- NOTAS Y REFERENCIAS (1) Embajada de EE.UU. Documento Secreto “Country Analysis & Strategy Paper, Argentina” remitido por Robert Hill al Consejo de Seguridad Nacional. Miami, 23-3-196. Copia en el archivo del autor. Clarín. Los dilemas de Mr. Hill. Buenos Aires, 27/3/1998 / Actualizado al 26/3/2017 https://www.clarin.com/ediciones-anteriores/dilemas-mr-hill_0_SJvgQdz1I3g.html. (2) Archivo de Seguridad Nacional. Libro informativo electrónico Nro. 133. Kissinger a los generales argentinos en 1976: ‘Si hay cosas que hay que hacer, hay que hacerlas rápidamente’. Washington, 27-8-2004. https://nsarchive2.gwu.edu/NSAEBB/NSAEBB133/index.htm El Cohete a la Luna. El negocio. Operación Cóndor: Henry Kissinger y la deuda externa, por Jaime Nuguer. Buenos Aires, 29-3-2020. https://www.elcohetealaluna.com/el-negocio/ Revista del Sur. Henry Kissinger, el villano del Imperio del norte, por Adolfo Ruiz. Córdoba, 31-12-2023. https://revistaelsur.com.ar/nota/932/El-villano-del-Imperio-del-norte (3) Revista Anfibia. La Dictadura argentina contada por los documentos de Estados Unidos, por Marcos Lohlé. Buenos Aires, 1-10-2019 https://www.revistaanfibia.com/la-dictadura-argentina-contada-por-los-documentos-de-estados-unidos/ (4) Departamento de Estado de EE.UU. “Arresto de Patricia Ann Erb”. Telegrama Confidencial y Prioritario 6307 del Embajador Robert C. Hill informando de sus gestiones personales realizadas ante el Gral. Videla y funcionarios del gobierno. Buenos Aires, 24-9-1976. Copia en el archivo del autor. (5) Archivo Nacional de Seguridad. Declaración de [Patricia Erb], en el Departamento de Estado. Washington, 31-12-1976. Copia en el archivo del autor. Página 12, por Diego Martínez. Patricia Erb, sobreviviente de Campo de Mayo: “Los llevaban arrastrando”. Buenos Aires, 13-2-2009 https://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-119903-2009-02-13.html ANEXOS DOCUMENTALES

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