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  • La serie Adolescence reabre el debate sobre qué consumen los hijos en las redes sociales

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 19/03/2025 10:54

    La serie protagonizada por Stephen Graham examina las consecuencias de la radicalización digital El flamante estreno de la serie Adolescence en Netflix ha encendido una discusión urgente sobre la toxicidad del contenido al que los jóvenes están expuestos en internet. Protagonizada por Stephen Graham y Owen Cooper, la historia sigue a un niño de 13 años que comete un asesinato tras ser rechazado por una compañera de clase. A lo largo de la trama, se revela cómo este joven, aparentemente común, ha sido absorbido por la manosfera, un submundo digital donde la misoginia extrema y la supuesta superioridad masculina son dogmas incuestionables. Como menciona The Independent, el concepto clave detrás de esta radicalización es el red-pilling, una idea tomada de la película The Matrix, pero tergiversada por movimientos supremacistas masculinos. Fuente: Netflix España En este contexto, significa “despertar” y rechazar la igualdad de género, alentando a los hombres a abrazar una versión extrema de la masculinidad. Lo más inquietante de Adolescence es que su protagonista no es un villano caricaturesco, sino un chico como cualquier otro. Este detalle pone en evidencia que la manosfera ya no es un fenómeno de nicho, sino una ideología en expansión que se infiltra en la vida cotidiana de miles de jóvenes. La normalización de la misoginia en internet Muchos padres admiten que temen ver la serie porque pone en evidencia una realidad inquietante: el contenido tóxico y misógino ha dejado de ser marginal y se ha convertido en parte del discurso dominante en redes sociales. Los niños y adolescentes están expuestos las 24 horas a estas ideas extremistas, que, lejos de ser aisladas, se propagan a través de algoritmos que priorizan la interacción y la indignación como estrategias de retención de usuarios. El impacto de este consumo digital ininterrumpido es profundo. Las generaciones Z y Alfa, las primeras en crecer completamente inmersas en la tecnología, han desarrollado formas de pensamiento y comportamiento influenciadas por redes sociales y plataformas de video, donde figuras como Andrew Tate—acusado de promover la violencia contra las mujeres—gozan de popularidad entre millones de jóvenes. Padres expresan temor ante el efecto de redes sociales en niños y adolescentes Del periodismo a los algoritmos: cómo se informa la juventud Hace apenas dos generaciones, los jóvenes formaban sus ideas políticas y sociales a partir de la familia, la educación y los medios de comunicación tradicionales. Aunque estos podían tener sesgos, al menos estaban sujetos a regulaciones que exigían cierto nivel de veracidad. Hoy, las redes sociales han desplazado a los periódicos y revistas. Cualquiera con un teléfono móvil puede difundir ideas, sin importar si están fundamentadas en hechos o no. La información ya no es contrastada ni debatida en espacios moderados, sino que es impulsada por sistemas que premian la polarización y la confrontación. Uno de los primeros indicios de esta guerra cultural en línea se dio en 2014 con el Gamergate, un movimiento que comenzó con ataques misóginos contra mujeres en la industria de los videojuegos y terminó estableciendo los cimientos de una radicalización digital más amplia. Desde entonces, el ecosistema de internet se ha dividido en comunidades hostiles, donde el odio y la desinformación se retroalimentan. De la radicalización a la violencia real El mayor peligro de estos espacios digitales es su capacidad de trasladar la ideología a la acción. En la esfera más extrema de la manosfera, la masculinidad no solo se define por la competencia y la disciplina, sino también por la dominación de las mujeres, incluso a través de la violencia. Los ejemplos de esta influencia son cada vez más frecuentes y preocupantes. En el Reino Unido, Kyle Clifford, acusado de un triple homicidio, había mostrado interés en los discursos de Andrew Tate antes de cometer los crímenes. Casos como este evidencian cómo la misoginia digital puede convertirse en una ideología peligrosa que desemboca en actos de violencia en el mundo real. Consecuencias: una generación dividida y aislada Disminuyen las amistades y relaciones amorosas entre hombres y mujeres (Imagen Ilustrativa Infobae) Nunca antes en la historia reciente la brecha entre hombres y mujeres había sido tan grande. La interacción entre ambos sexos ha disminuido drásticamente: hay menos amistades, menos relaciones amorosas y una creciente desconfianza mutua. Los discursos radicales han convencido a muchos jóvenes de que el otro género es un enemigo. Sin embargo, el mundo real no funciona como un foro de internet o un video de TikTok. En la vida cotidiana, hombres y mujeres deben convivir, trabajar juntos y establecer relaciones saludables. La falta de contacto directo con otras perspectivas solo alimenta más el odio y la incomprensión, profundizando una crisis social y emocional entre los más jóvenes. ¿Cómo revertir la situación? Después de casi dos décadas de hiperconectividad, los efectos negativos de la vida digital son innegables. La disminución de la capacidad de atención, la crisis de salud mental y la proliferación de discursos de odio son solo algunos de los síntomas de una sociedad que ha cambiado su forma de interactuar. No se trata de prohibir la tecnología, sino de regularla de manera responsable. Algunas propuestas incluyen: Retrasar el acceso a los celulares hasta los 15 años. Regular el contenido de las plataformas digitales. Fomentar la educación en pensamiento crítico desde la infancia. Involucrar a los padres en conversaciones abiertas con sus hijos sobre los peligros de internet. Si no tomamos medidas pronto, la radicalización digital seguirá creciendo y moldeando generaciones enteras. Al final, como dice un viejo dicho parental, una sociedad solo puede ser tan feliz como sus niños más infelices.

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