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Concepcion del Uruguay » Miercoles Digital
Fecha: 18/03/2025 22:22
Según un informe de la ONU más de 3.300 millones de personas (más del 40% de la población del Mundo) viven en países que priorizan saldar los endeudamientos por sobre invertir en las áreas más imprescindibles para el desarrollo y el bienestar de sus sociedades. Por GABRIEL MICHI (*) Deudas externas vs deudas internas. Esa es la cuestión. Algo que también se puede traducir en el dilema de la frazada corta: si se tapan los pies queda al descubierto la parte superior del cuerpo; si se hace lo contrario lo que queda a la intemperie son los pies. Y a eso se enfrenta gran parte de la Humanidad. Los recursos económicos insuficientes llevan a que los países deban priorizar en qué gastar, perjudicando a otras áreas. Y en esas priorizaciones (a veces impuestas a la fuerza, otras decididas con mayor autonomía) está definida no sólo la identidad de un gobierno sino también el destino de su población. En el Mundo, unas 3.300 millones de personas (más del 41% del total de los habitantes del planeta) viven en naciones que destinan más dinero a pagar los intereses de sus deudas externas que a lo que invierten en salud y educación. Con todo lo que eso simboliza. Es más, los pagos de esos punitorios superan las inversiones climáticas en casi todos los países en desarrollo. Así surge de un informe presentado por la ONU en la inauguración de la 14ª Conferencia sobre Gestión de Deuda, en Génova, Suiza. En ese encuentro, la titular del organismo, Rebeca Grynspan, calificó el momento actual como uno de "crisis de deuda y desarrollo", y afirmó que una buena gestión de los compromisos financieros se basa sobre todo en la administración, definiéndola como la supervisión de recursos “que no nos pertenecen por completo”. “Se trata de garantizar que, cuando solicitemos préstamos, lo hagamos para construir algo de valor, algo que, con el tiempo, genere los medios para su propio reembolso”, señaló, apuntando justamente a que muchas veces esos endeudamientos no son destinados a contribuir en el desarrollo de esos Estados. Si a eso se agrega que en los últimos años creció el porcentaje de acreedores privados, que suelen ser más "impacientes" y menos "contemplativos" a la hora de imponer condiciones, el resultado es letal para esas naciones en desarrollo. Hoy dos tercios del monto total de endeudamientos de los países en desarrollo son con acreedores privados. Y hay datos que marcan cómo el tema de las deudas públicas de los países -que comprende tanto el endeudamiento interno como el externo de las administraciones públicas-, termina siendo un enorme condicionantes para su presente y su futuro. En 2023 esos endeudamientos alcanzaron el récord exorbitante de 97 billones de dólares, lo que representa casi cuatro veces el PBI de los EE.UU., la nación más rica del planeta, o más de 150 veces el PBI argentino. Es más, en los últimos seis años, casi el 70% de los países en desarrollo tuvieron problemas de sostenibilidad de su deuda externa, algo omnipresente en la República Argentina. Para graficarlo: en 2023, esas naciones destinaron una media del 16 % de sus ingresos de exportación al servicio de su deuda. Frente a eso es que en la Conferencia que se inició el lunes se aboga por construir un sistema financiero que beneficie a las personas y al desarrollo a largo plazo. "Las deudas deberían impulsar el desarrollo de los países; sin embargo, están presionando a sus economías, en muchos casos, obligándolos a descuidar o abandonar sus programas de desarrollo", dijo la secretaria general de la Conferencia de la ONU sobre Comercio y Desarrollo. En el medio de semejante discusión también aparecen las sospechas de que, en muchos caos, los recursos obtenidos a través del endeudamiento no terminan en donde deberían. “Se trata de garantizar que, cuando solicitemos préstamos, lo hagamos para construir algo de valor, algo que, con el tiempo, genere los medios para su propio reembolso”, apuntó Grynspan, a la vez que subrayó la necesidad de que en todo ese proceso se apueste a "la transparencia, la lucha contra la corrupción, la buena gestión y la asignación de prioridades nacionales", elementos clave en el destino de las naciones. Según los documentos de la ONU, la arquitectura financiera existente impone altos costos de capital a los países en desarrollo que experimentan problemas crónicos de subinversión, "mientras se carece de una red de seguridad universal que proteja a los países de los shocks externos, y de un sistema financiero multilateral capaz de proporcionar recursos asequibles a largo plazo a gran escala, atrayendo la inversión privada". Es en ese marco donde aparece el dato de que tantas naciones deban priorizar el pago de los intereses de las deudas (y así no quedar como unos parias del Mundo) frente a sus necesidades fundamentales en materia de salud, educación y medioambiente. A semejante escenario se suma que hay un cambiante panorama de los acreedores, lo que complejiza más la cuestión y a las potenciales reestructuraciones de esos endeudamientos. Como se dijo, casi dos tercios de la deuda de los países en desarrollo está ahora en manos de acreedores privados que operan con incentivos diferentes a los de los acreedores donantes bilaterales tradicionales y suelen imponer plazos y condiciones más leoninos y menos negociables. Según Grynspan, “en el sistema actual, algunos tenedores de bonos privados se han convertido de facto en acreedores principales, situándose por encima de los prestamistas multilaterales y oficiales, y algunos están dispuestos a litigar agresivamente”. Y el tema es que los acreedores externos suelen ser más usurarios y menos considerados que los organismos multinacionales de crédito, como pueden ser el Fondo Monetario Internacional (FMI) o el Banco Mundial (BM) o incluso países que pueden valorar la situación de los deudores a la hora de negociar o renegociar. Cuando los acreedores son privados, esos principios no suelen existir. Es más, no suelen existir mecanismos de suspensión de pagos ni siquiera cuando se está en plena negociación. Eso genera un "efecto dominó" o, en realidad, una "bola de nieve" que va agigantando los problemas para los deudores cuando no pueden hacer frente a esos compromisos, algo que los termina quitando de los mercados de capital para obtener nuevos financiamientos. Y, entonces, los gobiernos se ven obligados a priorizar las "deudas externas" antes que las "deudas internas", algo que jaquea su porvenir y el de sus sociedades. Todo sea por no incumplir con los acreedores de afuera, aun cuando eso signifique la postergación de los propios. Sin moratorias de deuda pero sí de desarrollo. En ese terrible escenario de una perversa frazada corta. Que margina a la salud, la educación y el medioambiente. Una frazada corta que deja más a la intemperie a quienes menos tienen. Las dimensiones del endeudamiento de los países El 2023 fue un año -trágicamente- récord en materia de endeudamiento a nivel internacional: la deuda pública de los países alcanzó un máximo histórico de 97 billones de dólares, con un incremento de 5,6 billones respecto al año anterior. En África, el continente más castigado, el debilitamiento de las economías tras las múltiples crisis se tradujo en una mayor carga de la deuda. El número de países africanos con ratios deuda/PIB superiores al 60% ha aumentado de 6 a 27 entre 2013 y 2023, algo que claramente no sólo hipoteca su presente sino su futuro. Ese fenómeno de una deudas que cada vez se vuelven más costosas condicionan a gran parte de los países en desarrollo. Durante el 2023, esas naciones pagaron 847.000 millones de dólares en intereses netos, un 26% más que en 2021, una cifra descomunal. Es más, esos países se endeudaron internacionalmente a tipos entre dos y cuatro veces superiores a los de Estados Unidos y entre seis y doce veces superiores a los de Alemania. Porque ese es otro tema. Las condiciones que se les impone a los países pobres suelen ser mucho más onerosas y usurarias -riesgo país mediante- que los que se le colocan a las grandes potencias. Como consecuencia de todo ese escenario, el rápido aumento del pago de intereses condiciona de manera explícita y letal los presupuestos de los países en desarrollo, afectado por ejemplo sus políticas sociales o los recursos que pueden invertir en materia de educación, salud o medioambiente, tal como se mencionó al comienzo de este artículo. Una vez más es la pelea entre "deuda externa" vs "deuda interna", donde la que viene perdiendo por goleada es la segunda, es decir, las sociedades más empobrecidas en su conjunto. En la actualidad, la mitad de los países en desarrollo destinan al menos un 8% de los ingresos públicos al servicio de la deuda, cifra que se ha duplicado en los últimos diez años. Es más, en 2023, 54 países en desarrollo (con casi la mitad en África) dedicaron un mínimo del 10% de los ingresos del gobierno al pago de los intereses de la deuda, marginado así otros destinos más urgentes para sus poblaciones. Y eso no sólo afecta áreas tan sensibles como la salud o la educación. En medio de las hecatombes generadas por el cambio climático y a medida que cada vez se hace más evidente la necesidad de invertir en materia de acciones para combatirlo, los países en desarrollo se ven obligados a destinar actualmente una mayor proporción de su PIB al pago de intereses (2,4%), que a iniciativas climáticas (2,1%). Para graficarlo: en África, el gasto medio en intereses (70 dólares) supera al de educación (60 dólares) y sanidad (39 dólares) per cápita. Por esa dramática realidad, un total de 769 millones de personas en el continente africano viven en países donde el pago de intereses supera las inversiones en educación o sanidad, lo que representa casi dos tercios de toda la población. De eso se trata esta hipoteca letal para el presente y el futuro de esas castigadas sociedades. (*) Artículo originalmente publicado en mundonews.com.ar. Se reproduce por gentileza de su autor. Esta nota es posible gracias al aporte de nuestros lectores Sumate a la comunidad El Miércoles mediante un aporte económico mensual para que podamos seguir haciendo periodismo libre, cooperativo, sin condicionantes y autogestivo. Deja tu comentario comentarios
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