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» Comercio y Justicia
Fecha: 18/03/2025 11:00
Por Luis Carranza Torres* y Carlos Krauth** La aparición de la Inteligencia Artificial (IA) ha generado la necesidad de que los estados desarrollen políticas y dicten normas para evitar o reprimir las innumerables amenazas que ocasiona su mal uso a los ciudadanos y a la sociedad toda, tales como las facke news, los ciberataques a la infraestructura pública y la violación de datos públicos y privados, entre otras. Incluso la actividad cultural se ve atacada por el uso sin reglas de la IA. Precisamente, leíamos días pasados un reportaje al destacado guitarrista de la mítica banda de rock Led Zeppelin, Jimmy Page, quien respecto de los efectos de la IA sobre la actividad artística dijo: “En la actualidad, la IA busca monetizar la creatividad y estamos ante un cruce de caminos. Todo el arte y la música que genera la IA proviene del trabajo de personas, se olvida de la esencia visceral que viene de tocar en directo y se convierte en ecos que olvidan la lucha, el triunfo y el alma que define a los verdaderos artistas”. A su vez, en relación a la cuestión ética manifestó: “Cuando la IA busca recursos en la creatividad humana para generar contenido, lo hace sin consentimiento, sin atribuirle nada al creador original y sin compensación alguna. Esto no es innovación, sino explotación. Si cuando era músico de sesión alguien hubiera llegado para llevarse mis riffs sin que lo supiera, o sin pagarme, el hecho habría sido calificado de robo. Así debería ser con la IA”. Todo lo dicho lo llevó a defender la necesidad de que se regule legalmente la materia. “Debemos crear normativas que protejan a los músicos y que aseguren que sus creaciones no terminen en el desagüe del aprendizaje de las máquinas sin recibir nada a cambio. Celebremos y preservemos la parte humana en el arte, las imperfecciones, las emociones y las historias tras cada nota. Hay que defender la santidad de la creatividad humana contra la IA. Debemos salvaguardar no solo los derechos de los artistas, sino también el alma de nuestra herencia cultural”, dijo. Lo cierto es que, para mitigar los riesgos de la IA, los países están diseñando diferentes estrategias. Por ejemplo, la Unión Europea, líder en la materia, dirige su atención a la protección de los derechos individuales y la rendición de cuentas de los creadores de IA. China, por otro lado, dirige su política al control estatal por sobre las libertades personales, en tanto que Estados Unidos se encuentra en una posición intermedia entre ambas políticas. Sin embargo, y más allá de los distintos caminos señalados, la actividad cultural y artística, aparece un tanto alejada de la preocupación de las distintas legislaciones, lo que la pone en riesgo, ya que, si no se la protege, las obras quedaran a disposición de las compañías de IA o de cualquiera que puedan acceder a ellas, sin que exista posibilidad alguna de que los autores puedan hacer algún tipo de reclamo. Para evitar esto sería necesario, entre otras medidas, que se obligara a pedir el consentimiento de los autores para su uso y en su caso se les brinde una compensación económica. No es nada más ni nada menos que lo actualmente establecido en la ley de propiedad intelectual a nivel general. Por lo mismo, no puede concebirse que los derechos resguardados en el mundo material, sean groseramente ignorados en el ámbito digital. Poner algún límite al uso de las máquinas para evitar que se desalienten las actividades culturales y artísticas es una necesidad. Como dice el reconocido músico que inspiró esta columna: “La música no es una suma de datos, es una evocación, un reto a la lógica, una colisión del tiempo, el lugar y el alma. Si permitimos que la IA acceda al corazón de la creatividad humana, no vamos a entrar en una nueva era, más bien vamos a garantizar la muerte de la originalidad. La opción es nuestra. ¿Vamos a permitir que las máquinas se queden con todo o vamos a luchar por la irreemplazable magia del arte humano?”. Esto no implica desconocer las innumerables ventajas que el uso de la IA conlleva; sobre todo es pesadas y repetitivas actividades de simple mecánica mental. Pero, en este estado de evolución, no crea: solo se aprovecha la creatividad de muchos otros, todos ellos seres humanos. Algo que no resulta justo. Como defensores de los avances tecnológicos que somos, creemos, como varias veces lo hemos dicho aquí, que es necesario ponerlos en su justo lugar: ello implica proteger y respetar, el trabajo de las personas, en este caso de los creadores de arte y cultura, lo que no es más que una forma de honrar a la humanidad. (*) Abogado. Doctor en Ciencias Jurídicas. (**) Abogado. Doctor en Derecho y Ciencias Sociales.
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