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Concordia » Diario Junio
Fecha: 18/03/2025 05:22
Por Mario Bermúdez, especial para DIARIOJUNIO La entonces Presidenta Martínez de Perón sabía que iban a derrocarla desde diciembre de 1975. Se lo había anticipado el jefe de la Fuerza Aérea, brigadier Héctor Fautario, al ser relevado de su cargo luego de una rebelión de la Fuerza Aérea, liderada por el brigadier Orlando Capellini: “Tenga cuidado señora, esta gente la va a derrocar”. El sábado 3 de enero de 1976, la titular del Poder Ejecutivo le pidió al secretario técnico de la Presidencia Julio González, que convocara de urgencia al Embajador argentino en Uruguay, Guillermo de la Plaza quien, además, era su amigo personal. Isabel estaba en su despacho con el diputado Raúl Lastiri, yerno de José López Rega, fundador y líder de la Triple A, caído en desgracia en junio de 1975 y por entonces en paradero desconocido. En el despacho presidencial junto a Lastiri se encontraba “un misterioso visitante”. Los tres conversaron a solas y, ya de regreso en Olivos, la viuda de Perón le dijo a González: “Doctor, las Fuerzas Armadas están dispuestas a dar un golpe de Estado que ya se está gestando. Ese señor que vino con Lastiri viajó expresamente de Europa para avisarnos. Él va a hacer de mediador junto con el Embajador De la Plaza frente a los tres comandantes”. El Embajador De la Plaza llevo a cabo una serie de reuniones para testear a los militares con la esperanza de frenar los fervores golpistas. Quizá sin imaginarlo, ingreso a la jaula de las fieras: se reunió con el general Roberto Viola, uno de los ideólogos del plan de represión ilegal del Terrorismo de Estado, para abrir un espacio secreto de negociación con el triunvirato militar al margen incluso del Ministerio de Defensa, que estaba entonces a cargo de Ricardo Guardo y que, a partir del 15 de enero de 1976, recayó en José Alberto Deheza. El diplomático De la Plaza se entrevistó incluso con el general Videla en su despacho del Comando en Jefe del Ejército y Videla aceptó reunirse con Isabel Perón en Olivos, y se comprometió a convocar a sus pares de la Armada y de la Fuerza Aérea. Así fue como se gestó el encuentro que tendría lugar 48 horas más tarde en la Residencia Presidencial. AMENAZAS E INSULTOS EN OLIVOS En la tarde del 5 de enero de 1976, durante una reunión irracional, los tres jefes militares utilizaron un lenguaje violento contra la Presidente, que era la Comandante de las Fuerzas Armadas; profirieron amenazas veladas y no tan veladas sobre su seguridad y sobre su vida, y contemplaron sin inmutarse cómo la viuda de Perón rompía en llanto, impotente y temerosa. Junto a Massera y Agosti, Videla llegó a la reunión con dos hojas mecanografiadas en la mano redactadas por el general Miguel Mallea Gil que formaba parte de la planificación militar del golpe. Mallea integraba un grupo ideado por Viola bajo el nombre de “Operación Aries”, que se reunía fogoneado por la Armada que ya tenía decidido el golpe desde octubre de 1975. El primer pliego que Videla entregó a la Presidenta, se extendía en una cuartilla, con un breve texto al dorso, que contenía exigencias inaceptables para cualquier gobernante. Decía, entre otras cosas, que “si no se terminaba con el sindicalismo, se restringía el libertinaje político y se producían cambios en la economía, debía renunciar y dejar el puesto a un civil, Ítalo Luder, o a un militar retirado, aprobado por nosotros”. El Embajador De la Plaza, testigo presencial del encuentro se apresuró a rechazar semejante petición, con la obvia anuencia de Isabel. Acto seguido, Videla desenfundó el segundo de los textos de Mallea Gil que tenía un lenguaje más suave, pero sin renunciar a las condiciones y demandas que la Presidenta se rehusó a aceptar de manera terminante. (1) Fue en ese momento cuando el almirante Massera comenzó a proferir a los gritos, una diatriba de incalificables insultos incluyendo violentas amenazas hacia la titular del Ejecutivo, mientras sus colegas uniformados, sin que se les moviera un pelo, observaban aquella escena insólita, que se tornó aún más surrealista, cuando su interlocutora estalló en un mar de lágrimas. Sin embargo, aquella mujer, impotente y recelosa que no reunía condición alguna para gobernar un país, se negó de plano a renunciar. Por el contrario, y a su modo, plantó cara a los tres conspiradores allí presentes y usó, tal vez temerosa por su vida, argumentos políticos para desbaratar a las exigencias de los militares, y los despachó frustrados de regreso a sus reductos conspirativos. Pero, aquella tarde de enero de 1976, la viuda de Perón también selló su destino: su tajante negativa a renunciar decidió a los tres jefes militares a seguir adelante con sus planes golpistas y con el “Día D” fijado en el 24 de marzo de hace cuarenta y nueve años. Tres días después de aquel dramático encuentro de Olivos, exactamente el 8 de enero de 1976, la presidenta Martínez de Perón se comunicó personalmente con la Nunciatura Apostólica y solicito una audiencia urgente con su titular. Aquel mismo día, entre las 18 y las 21, fue recibida por un monseñor Pío Laghi. azorado por el relato de los pormenores y el tenor en el que se había desarrollado la violenta reunión sucedida en Olivos con los comandantes militares. No obstante, y como se verá seguidamente, aquel confidencial desahogo presidencial, jamás reunió las condiciones mínimas de un secreto de confesión. EL MEMORÁNDUM CONFIDENCIAL 0114 Nacido en New Hampshire, Robert Charles Hill (1917-1978) era un conservador duro, anticomunista ferviente, producto típico de la Guerra Fría. En los 50 y 60 había representado a las poderosas multinacionales estadounidenses United Fruit Company, la International Power Company y Grace Firms en América latina. Su primer destino diplomático fue Nueva Delhi, donde entre 1943 y 1946 hizo sus primeros pasos como espía en la OSS, la agencia de inteligencia precursora de la CIA. En 1954, siendo embajador en Costa Rica, Hill brindó logística al golpe militar contra el gobierno de Jacobo Arbenz en Guatemala. Poco después, desde su cargo de embajador en México, mantuvo una fuerte polémica con el embajador estadounidense en La Habana, sobre la necesidad de organizar un golpe que terminara con Fidel Castro. Se desempeñó como Subsecretario de Estado para Relaciones con el Congreso durante la presidencia de Dwight David Eisenhower y años más tarde, Richard Nixon lo nombró Subsecretario de Defensa para Asuntos de Seguridad Internacional antes de ser enviado a la Embajada norteamericana en España, en la época en que el general Perón estaba en el exilio. Precisamente, sería en Madrid donde Hill le presentó a José López Rega al coronel guatemalteco Máximo Zepeda, líder de la Unidad de Comando Especial formada en enero de 1967 con mercenarios que fueron responsables de innumerables secuestros, torturas y ejecuciones sumarias de personas sospechadas de comunistas o bien definidos vagamente como “enemigos del gobierno”. Zepeda murió ametrallado el 22 de marzo de 1980. Ni bien Perón regresó a nuestro país en 1972, Nixon lo destinó a Buenos Aires. Uno de sus primeros actos del Embajador Hill fue la firma con su viejo conocido el Brujo -por entonces titular de Bienestar Social-, uno de los primeros convenios del continente para reprimir el narcotráfico. «El combate contra las drogas forma parte de un plan político de lucha contra la subversión», dijo en aquella ocasión el ministro. Al poco tiempo comenzó a funcionar en la Argentina la Triple A. Como se aprecia, cuando llegó a Buenos Aires a principios de 1973, Hill ya gozaba de un pasado diplomático turbulento. Cinco días después del encuentro entre monseñor Laghi y la Presidenta Martínez de Perón, el 13 de enero de 1976, el Embajador de Estados Unidos en Argentina, Robert Hill, fue quien llegó a la Nunciatura para entrevistarse con el prelado deseoso de transmitirle las revelaciones presidenciales. A diferencia de Isabel, el Embajador norteamericano no concurrió en soledad a la Nunciatura: se hizo acompañar por el consejero Político de la Embajada, Wayne Smith, quien, años después admitiría que los Estados Unidos sabían que se avecinaba un baño de sangre en la Argentina, pero que su país permaneció “neutral” dado que “ni los militares ni los peronistas eran comunistas” y que la Embajada jamás había juzgado que existiera en la Argentina “una gran amenaza terrorista”. Después de hablar con su colega Laghi, el Embajador Hill elaboró un preciso y detallado informe que envió al Departamento de Estado en Washington, sobre las confidencias que le había hecho el Nuncio Vaticano acerca de las desventuras de la Presidenta Perón. El extenso Cable Confidencial 0114 al que se le adjudicó el código “Prioridad 4122” -lo cual significaba que única y exclusivamente podía acceder a leer su contenido el Secretario de Estado Kissinger y, eventualmente el Presidente Nixon- fue desclasificado en 1998. Para permitir el acceso al mencionado documento, el Departamento de Estado censuró el nombre de Pío Laghi, entre otros nombres, pero a lo largo del texto de manera increíble, mantuvo el cargo de la persona a quien entrevistó el Embajador Hill aquel día: “The Nuncio said…, the Nuncio spoke about…” Traducido al español: “El Nuncio dijo… el Nuncio habló sobre…”. Por lo tanto, y para respetar con fidelidad el documento, hay una línea de puntos donde figuraba el nombre de Pío Laghi, en el original, y así el lector debe leer ese espacio en blanco del documento: «1) Acompañado por el consejero político, visité a …….. ayer por la mañana (13 de enero) para tener una visión del horizonte. …….. había pasado tres horas con la Sra. Perón en la tarde del 9 de enero. En base a lo que le había confiado, él relató la confrontación de ella del 5 de enero con los tres comandantes en jefe. Según la Sra. Perón, ella los había invitado a Olivos para otro tema, pero al llegar los tres inmediatamente le exigieron que renunciara por el bien del país. Le aseguraron que estaban a favor del proceso de institucionalización y no querían violar la Constitución. Sin embargo, estaban sometidos a la tremenda presión de los oficiales subordinados que ya no aceptaban a la Sra. Perón como presidenta y querían poner fin a la corrupción de su gobierno. Por lo tanto, para evitar un golpe y salvar el proceso, lo mejor que ella podría hacer era hacerse a un lado, permitiendo que el poder pasara a un sucesor constitucional. Si no, ellos no se harían responsables. 2) La Sra. Perón le dijo a …….. que se negó rotundamente e insistió en que era la única peronista con suficiente respaldo para controlar la situación. Si ella se hacía a un lado, dejando a Luder en su lugar, en dos meses habría una desintegración total de la base política del gobierno, y en consecuencia los propios militares se verían forzados a asumir el control directo. Y esto, insistió ella, sería desastroso para el país, ya que favorecería a los terroristas y volcaría al movimiento peronista hacia la izquierda. Les dijo que mantener el orden y la disciplina en sus instituciones era problema de ellos, y no debían usar ese argumento para exigir su renuncia. 3) El punto de vista de los comandantes militares era bastante distinto: era más probable evitar la desintegración con su ausencia que con su presencia. La Sra. Perón le dijo a …….. que el almirante Massera usó especialmente un lenguaje muy duro. Le contó que Massera dijo que los militares no temían una lucha si esa era una de las consecuencias. La Sra. Perón contó entonces que le dijo a los comandantes que tendrían que sacarla arrastrando de la Casa Rosada usando la fuerza física. Admitió entonces haberse puesto muy emotiva y estallar en llanto (lo que hace a uno suponer que debe haber sido muy perturbador para Videla, altamente disciplinado y nada sensible). 4) Pese a su emotividad, …….. dijo que ella lucía mejor y parecía estar pensando con más raciocinio que en los últimos meses. Según …….. (que confirma una información suministrada por una fuente peronista cercana a Raúl Lastiri), Pedro Eladio Vázquez la había tenido a tanto nivel de drogas durante tanto tiempo que ella se estaba desintegrando mentalmente. Ella finalmente se habría dado cuenta de esto sola, cortó las relaciones con Vázquez e ingresó a la clínica el 3/11 a fin de desintoxicarse. Desde entonces, su salud y su estado mental mejoraron considerablemente, aunque sigue teniendo altibajos. …….. indicó que la encontró en buen estado de ánimo, muy tolerante y sensible el 9 de enero. Ella añadió que era consciente de los fracasos de su gobierno y quería corregirlos. Le dijo a …….. que le había enfatizado a los tres comandantes que deseaba hacer rectificaciones fundamentales, incluyendo cambios en el gabinete, pero que no dejaría de ser presidenta. 5) …….. indicó que la Sra. Perón había hablado libremente de quienes la rodeaban, comenzando por López Rega, a quien describió como un hombre bien intencionado que había cometido algunos errores pero que le había hecho muy bien al país. Le comentó a …….. que no cesaría su amistad con López Rega pero que tampoco dejaría que ello interfiriera con sus obligaciones como presidenta. (…) RAÚL LASTIRI: …….. informó que le había aconsejado a la Sra. Perón que no designara a Raúl Lastiri como Ministro del Interior, como eran los rumores. Ella le replicó que «no cometería un error tan patente», que comprendía que Lastiri había sido repudiado por la Cámara de Diputados, que era un hombre de baja moral, etcétera. 6) Cambiando de tema, …….. contó que el FONMIN (sigla en inglés que significa ‘Foreign Office National Minister’, es decir al Canciller Argentino que en ese momento era Manuel Aráuz Castex) había solicitado audiencia con el Papa antes de partir hacia Europa y le había pedido al Nuncio que le ayudara a hacer los arreglos. …….. le había pedido los planes de viaje del Ministro y los motivos de la audiencia: qué quería tratar el Ministro con el Papa. El Ministro no dio razones, pero insistió en que se le consiguiera la audiencia y así fue. El motivo es ahora claro. A su retorno de Roma, el FONMIN había usado la audiencia para sugerir que el Papa respaldara a la Sra. Perón. Este, sin embargo, no era el caso, dijo el nuncio. La iglesia respalda la idea de la institucionalización en la Argentina, pero no a ninguna persona en específico en la presidencia. 7) (…) 8) Le pregunté a ……. si la Sra. Perón hizo alguna alusión sobre nosotros. Me respondió que lo poco que dijo fue favorable, pero que sabía muy poco de asuntos exteriores y que, en general, estaba orientada hacia España. Sin embargo nos felicitó por nuestro bajo perfil en Argentina, lo cual, comentó, era exactamente la política que deberíamos estar siguiendo aquí (…)” El informe de Hill a Kissinger termina con una apreciación personal del Embajador sobre los dramáticos hechos revelados por el Nuncio Laghi según se los relatara la presidente de la Nación: “COMENTARIO: el relato de …….. (o el relato de la Sra. Perón transmitido por ……. sobre la entrevista de la Sra. Perón con los tres comandantes en jefe el 5 de enero, ha sido confirmado por varias fuentes, aunque no con tanto detalle. Creo que …….. relata con precisión lo que la Sra. Perón le dijo sobre eso y sobre otros puntos. Sin embargo, en muchos comentarios, como el que concierne a Lastiri (quien sigue pareciendo estar cerca de ella pese a su baja moral) y sobre su insistencia en ser flexible y hacer rectificaciones, ella podría estar hablando más por efecto que por convicción, sabiendo que sus palabras podrían llegar a algunos de sus críticos. HILL» (2) Después de aquella dura entrevista y de la negativa de la viuda de Perón a renunciar, el golpe de Estado entró en su recta final. Para mediados de febrero, la Embajada de Estados Unidos informaba al Departamento de Estado, como se vera en los párrafos subsiguientes, que una vez asumido el gobierno militar, se preveían “violaciones a los derechos humanos” en la Argentina, que habría críticas del Congreso americano y que la relación bilateral podía verse afectada luego de la asonada militar. Para esa fecha, y tal vez como débil garantía de protección para la aún Presidente, el Nuncio Laghi “tenía entendido” que la viuda de Perón sería detenida y recluida en un centro de descanso a muchos kilómetros de Buenos Aires. No se lo dijo al Embajador Hill, pero el Nuncio Vaticano ya sabía que una vez derrocada, Isabel pasaría un largo tiempo en las cercanías de la localidad neuquina de Villa La Angostura, en un pequeño castillo de estilo francés, rodeado de jardines y construido a metros del lago Nahuel Huapi, llamado El Messidor. LOS BOLETINES CONFIDENCIALES DE LA CIA Desde diciembre de 1975, las Agencias de espionaje estadounidenses venían recibiendo un número cada vez mayor de informes sobre un posible golpe militar contra la Presidenta Isabel Perón. El 7 de febrero de 1976, Boletín de Inteligencia Nacional de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), clasificado con el rótulo Top Secret” informaba que “Los recientes acontecimientos en Argentina sugieren que los militares están en condiciones de tomar el control del gobierno, pero no hay evidencia firme de que hayan tomado una decisión todavía. Las discusiones reportadas en el alto mando ya no se centran en si un golpe es necesario o factible, sino en cómo y cuándo debe llevarse a cabo”. En el citado documento, se identificaban a los oficiales militares de alto nivel ubicados en posiciones estratégicas para el golpe: “(…) el jefe del Ejército en Buenos Aires, general Suárez Mason; el jefe de la Policía Federal, general Harguindeguy; el comandante de la Marina, almirante Massera; y el comandante en jefe del Ejército, general Videla. El siguiente 1° de marzo, la CIA citaba que “Varios congresistas clave [argentinos] han dicho a la embajada de Estados Unidos en Buenos Aires que un golpe militar contra la presidenta Perón es ahora inevitable”. Y más adelante mencionaba: “Parece probable que, en caso de un golpe, el comandante en jefe del ejército, general Videla, sería nombrado presidente por una junta militar. Los civiles probablemente prefieren a Videla porque se resistió a los primeros llamados a un golpe militar y es ampliamente considerado un hombre de opiniones políticas moderadas”. Dos semanas antes del derrocamiento de Isabelita, el entonces Director de la CIA, y años más tarde Presidente de Estados Unidos, George Bush (padre), informó al Primer Mandatario Gerald Ford, sobre un “posible” golpe en Argentina . Según un Memorando Secreto de la CIA que se registro con la leyenda “Reunión con el Presidente, jueves 11 de marzo de 1976, 8:15 a 8:50 AM” , que reseña el encuentro que Bush mantuvo a solas con el Presidente Gerald Ford en el Salón Oval de la Casa Blanca, se dejo constancia expresa en el acta la frase textual de Director de la CIA: “Mencioné al Presidente sobre posibles golpes de Estado en Tailandia, Argentina y Perú”. (3) Pero desde semanas antes de la celebración de ese encuentro entre Bush y Ford, en el Departamento de Estado ya se contaba con información más que precisa sobre la tragedia que se avecinaba en nuestro país. El primer informe sustancial dirigido al Secretario de Estado Henry Kissinger sobre un “posible golpe de Estado en Argentina”, se había remitido a mediados de febrero de 1976, por parte del Secretario de Estado Adjunto, William Rogers. William Rogers, Subsecretario de Estado de EE.UU. en 1976 En dicho texto confidencial, remitido el 13 de febrero de 1976, Rogers advertía sobre la probabilidad que ocurrieran violaciones de los Derechos Humanos tras la consumación de la alzamiento militar: “Las posibilidades de un golpe militar en Argentina parecen mayores ahora que en cualquier otro momento desde el retorno al gobierno civil en 1973 (…) Esperaríamos que [el gobierno militar] fuera amistoso con los Estados Unidos (…), informó Rogers a Kissinger. “Sin embargo”, el entonces Subsecretario de Estado puntualizaba que “al intensificar la lucha contra las guerrillas, un gobierno militar argentino estaría casi seguro de cometer violaciones de los derechos humanos que generarían críticas internacionales. Esto podría conducir a presiones públicas y del Congreso de los Estados Unidos que complicarían nuestras relaciones con el nuevo régimen”. Anticipándose a los problemas con los Estados Unidos por la represión contra la subversión que implementarían, el “grupo de planificación militar” argentino se acercó a funcionarios de su propio gabinete de la Subsecretaría de Estado para que los asesoraran “sobre cómo el futuro gobierno militar puede evitar o minimizar el tipo de problemas que los gobiernos chileno y uruguayo estaban teniendo con los Estados Unidos sobre [la] cuestión de los derechos humanos”, (…) Los oficiales [dijeron] que tienen la intención de llevar adelante una guerra total contra los terroristas y que, por lo tanto, probablemente serían necesarias algunas ejecuciones”. escribió Rogers. Informe del 13 de febrero de 1976 del Subsecretario Rogers a Henry Kissinger “EL SEÑOR CARNICERO” Tal vez para discutir esa misma cuestión, los documentos muestran que los militares argentinos intentaron reunirse con Kissinger antes del golpe, una idea que el por entonces Embajador de Estados Unidos en Argentina, Robert Hill desaconsejó. El mismo día que Rogers enviara su informe a Kissinger, Hill se reunió en Buenos Aires con un empresario estadounidense nacido en Argentina, al que mencionaría como el “Sr. Carnicero”. Tres días más tarde -el 16 de febrero de 1976-, Hill envió un Cable cifrado al Departamento de Estado, dirigido al Secretario Adjunto Interino para América Latina, Hewson Ryan, puesto que Rogers se encontraba en esos momentos en viaje hacia Caracas. Hill menciona que el “Carnicero”, le informó que “varios oficiales militares de alto rango le han pedido que organice una reunión entre un representante militar apropiado y el secretario Kissinger” para que pudieran explicar por qué necesitaban tomar el poder y buscar garantías de un rápido reconocimiento. El Embajador cita en su mensaje confidencial que rechazó la propuesta: “Desalenté a Carnicero de seguir adelante con esta idea”, con el argumento de que si “tal reunión, si se hiciera de conocimiento público, podría ser malinterpretada en detrimento de los propios oficiales, así como del secretario Kissinger. Además, dije, me parecía innecesaria”. Y seguidamente, en un pasaje revelador de su informe remitido a Washington, Hill revela que le había recordado al emisario que “la Embajada ya ha indicado discretamente y a través de terceros a los militares que el gobierno de los Estados Unidos reconocerá un nuevo gobierno en Argentina…”. “El Sr Carnicero”: Cable del Embajador Hill a Washington de febrero de 1976 Asimismo, en una segunda comunicación confidencial de aquel 16 de febrero de 1976, el Embajador Hill le notifica al Secretario Adjunto Ryan que un “grupo de planificación militar” argentino se acercó a funcionarios de su propio gabinete de la Embajada para que fueran “asesorados sobre cómo el futuro gobierno militar puede evitar o minimizar el tipo de problemas que los gobiernos chileno y uruguayo estaban teniendo con los EE.UU. sobre [la] cuestión de los derechos humanos (…)”. Según lo mencionado por Hill, “Los oficiales [dijeron] que tienen la intención de llevar adelante una guerra total contra los terroristas y que, por lo tanto, probablemente serían necesarias algunas ejecuciones”. El tema de los Derechos Humanos obsesionaba a los conspiradores civiles y militares que estaban en la recta final de la planificación del golpe de Estado y consideraban que había que evitar a toda cosa quedar expuestos ante los ojos del mundo como sanguinarios ejecutores y torturadores de disidentes, estigma que había arrasado con la imagen del dictador chileno Pinochet y también de sus pares uruguayos. Esta preocupación fue filtrada a la Embajada por el funcionario de Cancillería Diego Felipe Medús -quien se había desempeñado como Encargado de Negocios a cargo de la Embajada Argentina en Washington entre el 31 de mayo y 15 de noviembre de 1973, y que por tal motivo aparece como informante “protegido” en el cable que Hill remitió a Washington. Otro de los confidentes de la embajada norteamericana fue el periodista del diario La Opinión, Heriberto Kahn, quien optó por citar fuentes castrenses, para no mencionar al almirante Massera. El 6 de julio de 1975, Kahn, quien también tenía un vínculo cercano con el dirigente de la UCR Enrique Vanoli, había publicado un artículo que daba cuenta de una investigación del Ejército sobre la Triple A, lo que provocó que, cinco días más tarde, López Rega renunciara como Ministro de Bienestar Social y poco después -el 19 de julio- fuera obligado a abandonar el país. En noviembre de aquel 1975, Kahn, una vez más abrevando en sus fuentes políticas, militares y gremiales, también había publicado que a la Presidenta Martínez de Perón «ya no le resta ningún otro camino que hacer inmediato abandono del poder», lo que le valió una amenaza de muerte de la Triple A, explicitada a través de una editorial en la revista El Caudillo, firmada por Felipe Romeo. El 23 de septiembre de 1976, a los 30 años de edad, Kahn falleció víctima de una enfermedad genética. (4) Embajador Hill: ‘Probablemente serían necesarias algunas ejecuciones’ LA CONVERSACIÓN El 15 de marzo de 1976 en un cable dirigido al Director del FBI, el agente Robert Scherrer, que figuraba acreditado en Buenos Aires como Consejero Legal de la Embajada, informó que un ciudadano norteamericano, a quien se identificaba como Raymond Molina, había obtenido información de una fuente militar argentina: “Las fuerzas armadas argentinas derrocarían al presidente Perón entre el miércoles 17 de marzo de 1976 y el jueves 18 de marzo de 1976… Los militares argentinos desean una estrecha cooperación con los Estados Unidos”. Scherrer agregó: “El agregado legal se puso en contacto con Molina a petición específica del embajador Hill. Molina llegó a Buenos Aires el 12 de marzo de 1976, acompañado por el general Graham, ex subdirector de la CIA, y varios otros individuos de Washington relacionados con los senadores estadounidenses Jesse Helms y Strom Thurmond”. Ambos senadores eran republicanos y conocidos por su conservadurismo. Cuatro días antes del cable de Scherrer -el 11 de marzo- varios ayudantes de Thurmond y Helms se habían comunicado con el Embajador Hill para comunicarle que ambos legisladores llegarían a Argentina al día siguiente. Según informó Hill al Departamento de Estado posteriormente, “Les insistí en que no vinieran cuando me dijeron que el general Graham (director retirado de la CIA y director de la DIA) vendría con ellos. Además, advertí al general Graham y a sus asociados que harían bien en salir de Argentina lo antes posible. Si la prensa se enteraba de que estaban aquí o tenía alguna idea de por qué, se podría desatar el infierno”. Al día siguiente de su primer cable al Director del FBI, Scherrer volvió a telegrafiar a su superior para comunicarle que varias fuentes consultadas coincidían en afirmar que el Comandante en Jefe del Ejército argentino Jorge Rafael Videla buscaba contactar al ex Subdirector de la CIA y ex Director de la DIA (Agencia de Inteligencia de Defensa) Daniel O. Graham, “para explorar en detalle las recomendaciones del General en relación con el aspecto de relaciones públicas del golpe de Estado proyectado por las Fuerzas Armadas argentinas contra el gobierno…” Robert Hill, Embajador de Estados Unidos en Argentina entre 1973 y 1977 Cuando todo hacía presumir la inminencia del golpe, el Embajador Hill había previsto viajar a Miami el 17 de marzo de 1976. En principio analizó cancelar su partida, pero concluyó que sería interpretado como un cambio de planes para colaborar con los conjurados. Que Hill estaba colaborando con los militares y sus cómplices quedó asentada por escrito en un cable que envió a Washington el día anterior a su partida de Buenos Aires. El Gobierno de Estados Unidos no podría de ninguna manera involucrarse en asuntos internos argentinos. El texto urgente del informe que Hill remitió al Subsecretario de Estado Adjunto William Rogers, llevó por título “Conversación del Embajador con el Almirante Massera”. El mismo día en que fue despachado se había producido un encuentro entre Hill, otro funcionario de la Embajada, el banquero Alejandro Shaw y Massera. El responsable de la Embajada comienza consignando en su parte que “[El almirante] Massera buscó la oportunidad de hablar en privado conmigo”. Según Hill, en un momento, el jefe de la Armada “Dijo que no era ningún secreto que el ejército podría tener que ocupar un vacío político muy pronto”, pero le advirtió que no le daría más detalles porque sería tachado de “diplomáticamente incorrecto”. Fue en ese momento que Hill aceptó el juego y aceptando su complicidad con los conjurados respondió que Washington “no podría de ninguna manera involucrarse en asuntos internos argentinos”. Tanto Hill como el Consejero Político de la Embajada, Wayne Smith que también participó del encuentro con Massera, “tenían la clara impresión” que el almirante se refería a que “el golpe de Estado probablemente se producirá en los próximos días, posiblemente antes del fin de semana”. El coloquio continuó con alusiones del militar argentino al oprobio que representaba Pinochet y su compromiso de que todo se haría “dentro de la ley” y “del modo más democrático posible”. El nuevo Gobierno —según expresó Massera utilizando “escrupulosamente un tiempo de verbo potencial”— no quería tener ningún reproche referido a los derechos humanos y lograría sosegar a los represores más exaltados que, en la versión del almirante, no lo incluían. Hill anotó una confesión que el jefe de la Armada deslizó como “amigo”: los militares estaban “terriblemente preocupados por las relaciones públicas en Estados Unidos” si, en efecto, tenían que intervenir en política. Massera adujo “inexperiencia” para lidiar con temas de imagen y relacionarse con organizaciones civiles en la Argentina, “y mucho menos en Estados Unidos”, y le pidió sugerencias sobre consultoras de relaciones públicas. El Embajador ni lerdo ni perezoso, comprendió instantáneamente de qué se trataba y se comprometió a facilitar a la futura Junta Militar las opciones de firmas registradas en la Embajada en el plazo más breve posible. Antes de remitir su crónica al subsecretario Rogers, el Embajador concluyó que “todos los periódicos y revistas están especulando ahora que el golpe puede producirse en breve, pero eso es sólo un rumor. El hecho de que yo estuviera fuera del país cuando se produzca el golpe sería, creo, un hecho a nuestro favor que indicaría la no participación de la Embajada y el gobierno de Estados Unidos. Por lo tanto, tengo la intención de partir a tiempo…”. Y así lo hizo, según consta en el cable sin clasificar enviado desde Buenos Aires a Washington el 18 de marzo de 1976 intitulado “Viaje del embajador Hill, salida del puesto el miércoles 17 de marzo de 1976”. (5) 16 de marzo de 1976. El almirante Massera al Embajador Hill: ‘Nos haremos cargo muy pronto’ El 23 de marzo de 1976, con Hill ya en Washington a la espera de que se consumaran los hechos, William Beal, Encargado de Negocios que había quedado a cargo de la Embajada, remitió un telegrama al Departamento de Estado con una descripción cruda de lo que estaba por llegar, como si la inminencia del derrocamiento de Isabel hubiera habilitado mayores dosis de sinceridad. La ilusión de una intervención militar quirúrgica que ordenaría las cosas en dos o tres años y llamaría a elecciones era vana, concluyó Beal. Los militares llegarían para quedarse y dispararían ajustes económicos que provocarían rechazo social, a la vez que prevalecía la idea entre los golpistas de que “había que poner a los peronistas y a los ‘terroristas’ contra un paredón sin juicio previo”, escribió el diplomático. Un día antes del Golpe. ‘Los militares llevarán a los peronistas y a los terroristas contra un paredón sin juicio previo”. NOTAS Y REFERENCIAS (1) El País. El cruento éxito de la ‘Operación Aries’. Madrid, 23-3-2001 https://elpais.com/diario/2001/03/24/internacional/985388424_850215.html Perfil. Cómo se forjó la página más negra de la historia argentina. Buenos Aires, 18-5-2013 https://www.perfil.com/noticias/elobservador/como-se-forjo-la-pagina-mas-negra-de-la-historia-argentina-20130518-0034.phtml (2) Sobre el coronel guatemalteco Máximo Zepeda: Departamento de Estado de EE.UU. Guatemala: La Contra-Insurgencia Desbocada?. Cable Secreto (NOFORN/LIMDIS) del Director de Inteligencia e Investigaciones(ING) Thomas L. Hughes al Secretario de Estado Dean Rusk. Washington, 23-10-1967. Copia en el archivo del autor. Diario El País/Agencia EFE. Sangriento ajuste de cuentas en Guatemala entre extremistas de derecha e izquierda. Madrid, 25-3-1980 https://elpais.com/diario/1980/03/26/internacional/322873206_850215.html Clarín. Pío Laghi: secretos de confesión. Buenos Aires, 24-3-1998 / Actualizado al 26-3-2017 https://www.clarin.com/ediciones-anteriores/pio-laghi-secretos-confesion_0_BJI-M_zJ82l.html?srsltid=AfmBOorleUVtLKBieAQ9CC8KH-C9Lr-tNg-za8vNxlb5rBg2r9y_TbGS Infobae. El día que los comandantes le gritaron a Isabel Perón, la hicieron llorar y recibieron una firme respuesta: “No renuncio”, por Alberto Amato. Buenos Aires, 24-3-2024 https://www.infobae.com/sociedad/2024/03/24/el-dia-que-los-comandantes-le-gritaron-a-isabel-peron-la-hicieron-llorar-y-recibieron-una-firme-respuesta-no-renuncio/ Clarín. Los dilemas de Mr Hill. Buenos Aires, 27-3-1998 / Actualizado al 26-3-2017 https://www.clarin.com/ediciones-anteriores/dilemas-mr-hill_0_SJvgQdz1I3g.html (3) CIA. Boletines de Inteligencia Nacional (Top Secret): “Argentina: Militares preocupados por perspectivas de golpe”, y “Argentina: perspectivas de golpe”. Washington, 7-2 y 1-3-1976 respectivamente. Documentos desclasificados en abril de 2019. Memorando Secreto de la CIA para el registro,“Reunión con el Presidente, jueves 11 de marzo de 1976, 8:15 a 8:50 AM” . Washington, 11-3-1976. Copias en el archivo del autor. (4) Embajada de los EE.UU en Argentina. “Los militares toman conocimiento de la cuestión de los derechos humanos” Cable Secreto (EXDIS),de R. C. Hill al Secretario Adjunto interino para América Latina H. Ryan. Buenos Aires, 16-2-1976. Copia en el archivo del autor. DiarioAR. Desde antes del Golpe, la Embajada de EE.UU asesoró a Massera sobre cómo lidiar con las denuncias por los derechos humanos, por Sebastián Lacunza. Buenos Aires, 24-3-2021 / Actualizado al 26-3-2021 https://www.eldiarioar.com/politica/golpe-embajada-eeuu-asesoro-massera-lidiar-denuncias-derechos-humanos_130_7340370.html Infobae. Heriberto Kahn y la caída de López Rega: memoria secreta de un periodista olvidado, por Marcelo Larraquy. Buenos Aires, 12 y 13-2-2018 / Actualizado al 14-2-2018. https://www.infobae.com/historia/2018/02/12/heriberto-kahn-y-la-caida-de-lopez-rega-memoria-secreta-de-un-periodista-olvidado/ y https://www.infobae.com/historia/2018/02/13/heriberto-kahn-tras-la-caida-de-lopez-rega-su-vida-en-peligro-el-golpe-militar-y-su-libro-postumo/ (5) FBI. Cables Secretos del Consejero Legal en Buenos Aires al Director. “Asuntos Políticos Exteriores – Argentina”. Buenos Aires, 15 y 16-3-1976. Documentos desclasificados en abril de 2019. Embajada de Estados Unidos Cable sin clasificar. Viaje del embajador Hill, salida del puesto el miércoles 17 de marzo de 1976”. Buenos Aires, 18-3-1976. Copia en el archivo del autor. Embajada de Estados Unidos. Cable Secreto ‘Análisis de la situación política argentina’ del Encargado de Negocios William Beal al Departamento de Estado. Buenos Aires, 23-3-1976. ANEXOS DOCUMENTALES
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