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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 18/03/2025 04:45
Tatiana Ruíz Díaz tuvo una infancia difícil y una adolescencia marcada por la adicción, que la llevó a situaciones extremas. Las dificultades familiares la golpearon con fuerza. El mismo día que su abuelo falleció, su madre salió de la cárcel. La convivencia con ella se volvió insostenible y decidió vivir en la calle. A pesar de los intentos de su hermano y otras personas por ayudarla, el dolor y la soledad la empujaban a alejarse. Enfrentó un mundo hostil donde la supervivencia se convirtió en su única prioridad. A los 18 años cayó presa por robo. La Justicia la condenó a ochos años, pero por mala conducta incrementó su estadía y terminaron siendo 10. En un momento de desesperación, intentó quitarse la vida dentro de la cárcel, pero un enfermero la salvó. Ese episodio se convirtió en un punto de inflexión en su historia: allí entendió que debía seguir adelante y reconstruirse. Luego de pasar por varios penales, llegó a la Unidad 47 de San Martín, donde conoció la Fundación Espartanos y el rugby. Desde entonces, comenzó un proceso de transformación para encontrar un nuevo propósito. A través de este deporte, canalizó su ira y dolor, encontró disciplina y motivación, y se convirtió en referente dentro del penal, promoviendo el deporte entre las internas. Al recuperar su libertad en 2020, enfrentó el desafío de reinsertarse en la sociedad, pero el rugby siguió siendo su refugio. Desde hace varios años, con el apoyo de la fundación, se sumó al equipo femenino de Rugby Social Lomas y continúa con su labor de entrenar a equipos de mujeres privadas de su libertad. Tatiana Ruíz Díaz: “Si afuera de la cárcel había tirado mi vida a la basura, adentro sentía que estaba acabada”. (Candela Teicheira) Luis: — ¿Cuándo fue la primera vez que agarraste una pelota de rugby? Tatiana: — Estando privada de mi libertad, en el 2017. Luis: — ¿Por qué estabas presa? Tatiana: — Desde los 16 años empecé a consumir drogas y eso me llevó a estar en la calle, expuesta a las cosas que te da la calle y la noche, me llevó a cometer equivocaciones y caí detenida por un robo. Es todo un combo: una cosa me llevó a la otra y terminé privada de mi libertad por ocho años, pero adentro me sumé más cosas y terminaron siendo 10 años. Luis: — ¿Qué es me sumé más cosas? ¿Mala conducta? Tatiana: — Sí. Si afuera había tirado mi vida a la basura, adentro de la cárcel sentía que mi vida estaba acabada y no me importaba nada. Adentro consumía peor y hacía las cosas sin importarme porque sentía que mi vida había tocado fondo y no tenía sentido. No tenía límites. Luis: — Hasta que aparece el rugby… Tatiana: — Sí. Yo era una presa rebelde, era difícil de manejar. Hoy me pongo a pensar y digo: “¡Uf! Todas las que me mandé ahí adentro”. A mí la policía me venía entrar y se agarraba la cabeza. Cuando estás ahí adentro, cuanto más te nombran es como que más respeto te tienen, entonces vos haces crecer ese monstruo. Pero es una caparazón que te ponés para sobrevivir. Desde hace 5 o 6 años que me cansé de todo eso y quería intentar cambiar, nadie me creía, ni siquiera mi familia. Luis: — Contame qué son Los Espartanos y cuándo aparecen en tu vida. Tatiana: — Yo venía de viajar de penal en penal porque ninguno me recibía y me llevaban de un lado a otro. Por ahí estaba tres días arriba de un camión viajando y no me llevaban a un pabellón, me tenían en los buzones, que es la celda de castigo. No me recibían porque ya había pasado tres o cuatro veces por cada penal. Cuando llego a la 47 de San Martín, me dijo el jefe de penal: “Acá no podés ingresar. De acá te voy a sacar. Vas a ir a los buzones y mañana mismo te saco de acá”. Pero pasaron los días y nada. No me querían dar ni la abierta para bañarme. Me daban la comida por una ventanita que tiene la puerta del chapón. Pasaron los días y yo le digo al guardia: “Déjame salir a tomar aire, a darme una ducha. No es lo mismo bañarme en la ducha que bañarme acá adentro con agua fría”. Ahí me dejan salir al pasillo del buzón y yo escuchaba gritos y que se reían afuera. Me acerco a la ventana y miro un grupo de chicas divirtiéndose y riéndose con una pelota. Hacía mucho no veía a nadie, no hablaba con nadie. Tenía unas ganas de hablar tremendas. Les grito: “Chicas, ¡Hola!”. Ahí se me acerca una y me habla. Yo cada día pedía salir en ese horario para poder hablar con alguien, estaba sola y enfrentada a mi cabeza porque en las celdas de castigo no te dejan tener nada. "La policía me venía entrar al penal y se agarraba la cabeza", recordó Tatiana. (Candela Teicheira) Luis: — ¿Y cómo lograste que te permitieran salir a jugar al rugby con ellas? Tatiana: — Empecé a hablar con las chicas y un día me preguntaron: “¿Por qué no nos subís a un pabellón?” y le respondí: “Porque no me reciben. Me dicen que nadie me recibe, que si yo subo me van a matar o no sé”. En ese tiempo, yo soñaba con estar en un pabellón. ¡Mirá con qué poco me conformaba! Porque estaba encerrada 24 horas en un cuatro por cuatro. Pasaron como dos meses y medio, yo seguía en los buzones y ellas fueron a reclamar por mí. Le dijeron a la policía que querían que subiera al pabellón, que no tenían problemas conmigo. Ahí voy al juzgado, pedí una orden y el defensor me hizo una orden. Con esa orden me subieron al pabellón. Ahí dije: “Esta es la mía. Si no hago las cosas bien acá, no tengo otra oportunidad y voy a terminar mi condena en un cuatro por cuatro, matada de la cabeza”. Luis: — ¿Cómo fue ese primer día en el pabellón y jugando al rugby? Tatiana: — Me puse a hablar con Carolina Dunn, que en ese tiempo era la entrenadora de Las Espartanas y le dije: “Te voy a ser sincera: en la cárcel hice de todo. Llevo un par de años, me dediqué a hacer mal las cosas y por ahí la Policía misma no me quiere juntar con otras personas, con otro pabellón. Si querés yo no vengo más. Si resto, no vengo”. Y ella me respondió: “No, vos seguí viniendo. Yo te quiero todas las clases acá. Yo voy a estar acá”. Ella me empezó a brindar su cariño, su confianza, me dejaba tareas para hacer o una misión para que yo lograra ahí adentro y me sorprendí al ver que alguien me pedía algo y confiaba en que yo lo podía hacer porque en mí ya no confiaba nadie. Sentía una satisfacción en cada entrenamiento, era desahogarme sin lastimar a nadie, sin hacerle mal a nadie y me empezó a gustar. Me empecé a enamorar de ese deporte porque sentía que me daba todo lo que necesitaba. Luis: — Y en un momento empezaron a bajar otras chicas. Tatiana: — Sí, pero eso con el tiempo. Hubo semanas que estábamos Caro y yo sentadas solas en la cancha. Después hubo días que había un montón de chicas que bajaban hasta de los otros pabellones. Ahí yo me empiezo a enamorar de ese deporte porque sentía que me daba todo lo que necesitaba. Luis: — ¿Cuándo sentiste que recuperaste tu vida? Tatiana: — Cuando salí en libertad. Estaba muy, muy metida, en lo que me daba el deporte. Me gustaba que venga gente, que me abrace, me quiera y no me miren como un monstruo porque a mí me veían entrar y se agarraban la cabeza. Yo era un dolor de cabeza para todos y ahí era diferente. Me veían y tenían alegría, me querían abrazar, preguntaban por mí, se interesaban en cómo estaba. Me empezó a gustar recibir cariño, tener un apoyo. Luis: — ¿Qué le agradeces al rugby? Tatiana: — Todo le agradezco. “Le encontré sentido a la vida siendo una herramienta para ayudar a otros”, expresó la jugadora de rugby. (Candela Teicheira) Luis: — Y volviste a la cárcel a enseñar. Tatiana: — Sí, volví. Cuando crucé la primera vez y vi a las chicas, dije: “Acá hay mucho por hacer”. Si yo no hubiera tenido la contención que tuve cuando salí, hubiese vuelto a caer otra vez. Yo sé, en carne viva, lo que se siente estar solo, no confiar en nadie para hablar o darle un abrazo. No confiar en nadie para nada y no tener apoyo. Luis: — Después de haberte querido quitar la vida, de estar encerrada y de superar todos esos obstáculos, ¿qué le dirías a esa Tati de antes? Tatiana: — Me miro al espejo y me pido perdón por todo lo que hice con mi vida. Yo misma me causé un daño y lo sé. Por eso, hoy me mimo mucho, gasto tiempo en mí, me hace bien el rugby y si tengo que estar 24 horas ahí, voy a estar porque es lo que me calma, lo que me hace bien, lo que me sana día a día. Sentí mucha culpa conmigo misma, con mi hijo. Volví a la cárcel porque busqué revertir todo eso. Me sentía mal por todo el mal que hice y volver era como revertir y dar un poco de lo que a mí me dieron, ese apoyo, esa contención que a mí me hizo falta y que me ayudó a salir adelante. Yo quiero ser esa herramienta para las chicas. Luis: — ¿Cuál es el sentido de la vida para vos? Tatiana: — Yo le encontré sentido siendo una herramienta. Muchas veces nos ponemos a juzgar y a criticar, pero buscándole la solución al problema uno se mejor. Yo sé que las personas que están privadas de la libertad hicieron daño, pero si nosotros los ayudamos… Yo soy una persona menos haciendo maldades en la calle y eso es lo que cuenta.
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