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  • La escritora Rachel Cusk quiere ser tan libre como una pintura abstracta: "Vivimos atrapados en la narrativa"

    » Diario Cordoba

    Fecha: 17/03/2025 16:16

    Existen pocos autores que escriban con tanta intensidad sobre la pintura actual, el mundo del arte y sus privilegios como Rachel Cusk. Casada con el artista Siemon Scamell-Katz, cuyas ‘pinturas de lo sublime’ han sido comparadas por la crítica con Mark Rothko (y que antes de dedicarse a la abstracción fue pionero en la investigación del seguimiento ocular, una técnica que le permitió comprender cómo vemos e interpretamos cuando miramos una imagen), Cusk lleva un tiempo poblando sus novelas de artistas, todos casi siempre de un atractivo subyugante, con un ego ‘king size’ y tirando a antipáticos. En su última novela, ‘Desfile’ (Libros del Asteroide, Les Hores en catalán), no hay uno, sino muchos, aunque se confunden deliberadamente porque todos se llaman G.: uno es un artista que empieza a pintarlo todo al revés (incluida su mujer, a la que retrata cabeza abajo y no demasiado agraciada, lo que despierta unas críticas formidables), también hay una artista que lo deja todo y se aísla para crear alejada del yugo paterno, una escultora famosa por sus grandes obras en forma de araña que recuerda sospechosamente a Louise Bourgeois y una artista de gran éxito que se pregunta secretamente si la atención que le dedica a sus hijos no será tiempo que le está robando a su carrera. La disparidad entre el hombre y la mujer como creadores en un mundo tan masculino y machista como el del arte es uno de los temas que atraviesa ‘Desfile’, donde se lee: “G. es un genio y es posible que uno de los signos de su genialidad sea su egoísmo”. Rachel Cusk. / Jordi Otix En las novelas de Cusk la trama nunca ha sido lo importante, y pese a los muchos G. que aparecen en ‘Desfile’, tampoco encontramos aquí, por así decirlo, personajes, al menos en su expresión más tradicional. Es como si la autora de ‘Despojos’ se hubiera propuesto deshacerse de todos los elementos con los que se construyen las novelas. Hay un capítulo en el que el narrador lamenta que en literatura tener una "voz" sea imprescindible, mientras que cuando uno ve un lienzo, lo único que importa es la “revelación”. Llegados a este punto, ¿no será que Rachel Cusk tiene cierta envidia de los artistas? “¡Oh, sí!”, reconoce entre risas. “¿Por qué nos vemos a nosotros mismos en términos de lenguaje y de texto? ¿Una imagen no describiría mejor algunas áreas de nuestra existencia?”, reflexiona la escritora. “Una cosa que he observado a lo largo de mi vida adulta es lo muy ocultas quedan las biografías de los artistas detrás de su obra. En realidad, una interpretación biográfica de una obra visual es algo muy poco habitual. Mirar una imagen es una correspondencia silenciosa. Muchas veces la persona que mira una obra no sabe nada del artista. Y si es una obra abstracta, no sabe ni qué se supone que es, no ha hablado con nadie de eso. No saber, no ser definido, no existir en lenguaje es algo nuevo. Es casi como liberarte de la moralidad del lenguaje. Así que mi idea era intentar utilizar a los propios artistas como forma literaria para arrojar luz sobre un plano muy distinto de nuestra experiencia”, explica Cusk, autora de prestigio internacional y con una nutrida legión de lectores por haber escrito con una brillantez y dureza poco habituales sobre la maternidad (‘Un trabajo para toda la vida’) y el divorcio (‘Despojos’). Rachel Cusk. / Jordi Otix Detrás de esas ganas de desaparecer como artista late, además, el hecho de que las biografías de las grandes artistas se usan muchas veces para contextualizar, explicar o añadir valor a su obra, algo de lo que los varones creadores pueden prescindir. Todos conocemos detalles íntimos de la vida de Louise Bourgeois pero, ¿sabemos lo mismo de la esfera personal de Anselm Kiefer o Gerhard Richter? “Existe un espacio de privilegio masculino en torno a estos hombres que rechazan explicaciones biográficas de su obra. Son gente muy protegida por su propio mundo. Es más duro mantener la privacidad siendo mujer. Si eres mujer es más probable que no te hagas inaccesible a otros seres humanos, y si lo haces, tienes que hacerlo de una manera violenta y excéntrica, como Agnes Martin. O el caso de Louise Bourgeois: la primera parte de su vida fue la de una mujer que se sacrificó mucho y al final se liberó del marido, los hijos crecieron y solo entonces, libre, pudo cultivar el egoísmo del artista. Lo consiguió porque consiguió vivir suficiente tiempo”, apunta Cusk. “Los seres humanos estamos cada vez más confinados y atrapados en la narrativa”, sostiene Cusk, “y eso genera un montón de problemas. ¿Por qué yo no puedo ser abstracta? Si los artistas han entendido que la realidad era simplemente un lugar con un límite, pero que había algo más allá de la definición de las cosas, ¿por qué nosotros no podemos experimentar eso mismo en primera persona? Esa es la pregunta que yo me planteo”.

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