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» Rafaela Noticias
Fecha: 17/03/2025 14:20
Un peregrino de esperanza: la huella imborrable del padre José María Stucky El sábado pasado, la comunidad de Ambrosetti y de toda la diócesis de Rafaela despidió con profunda emoción al padre José María Stucky, un pastor que entregó su vida con sencillez, cercanía y un inquebrantable sentido del humor. En una ceremonia conmovedora, Monseñor Pedro Torres presidió la misa exequial en su pueblo natal, acompañado por un gran marco de fieles que quisieron darle el último adiós. Posteriormente, en el Monasterio de las Benedictinas, el padre José María fue sepultado en el cementerio de los sacerdotes, donde su legado seguirá vivo en la memoria de quienes lo conocieron. En su homilía, Monseñor Torres recordó el Evangelio de la Transfiguración, subrayando cómo los discípulos, aunque llenos de sueño, permanecieron despiertos y contemplaron la gloria de Jesús. “Somos peregrinos de esperanza”, afirmó el obispo, enlazando este mensaje con el Año Jubilar y con la vida del padre José María, quien con su testimonio enseñó que la muerte no tiene la última palabra. “Jesús tomó a Pedro, Santiago y Juan, y subió a la montaña para orar. Los tomó”, resaltó Monseñor, y reflexionó sobre cómo el Señor nos toma también en nuestro caminar. Así como Jesús experimentó la fragilidad humana en las tentaciones, en la Cuaresma también nos invita a despertar y a ver su gloria. “Nuestra esperanza en Dios no es solo para el momento de la muerte, sino para que, a través de nuestra vida, podamos reflejar su luz y ser testimonio de su amor en la tierra”, aseguró. Recordando su historia personal con el padre José María, Monseñor Torres compartió cómo este sacerdote fue para él un signo de esperanza. Relató la historia de una misión de 1901, donde una cruz con la inscripción “Salva tu alma” quedó como testimonio de fe en tiempos de incertidumbre. En aquellos años, al igual que ahora, muchos vivían en la desesperanza. Pero la esperanza renace cuando alguien nos recuerda que la vida tiene un sentido más allá de las pruebas y los miedos. “A mí me impresionó la fuerza vital de José María”, confesó el obispo. Esa fuerza se reflejaba en su tenacidad para seguir adelante a pesar de la enfermedad. “Cada vez que recibía un diagnóstico complicado, me llamaba y decía: ‘Vamos a seguir peleando, vamos a seguir peleando’”. Su determinación era tal que, tras someterse a sesiones de quimioterapia, se levantaba para atender la parroquia el fin de semana. “Eso es un misterio, un misterio de esperanza que nos comunicó con su testimonio, y que tenemos que dejar que germine en nosotros”, dijo Monseñor. Con emoción, recordó el último diálogo que tuvo con él. “Se me está ensanchando el horizonte”, le dijo el padre José María, en una frase que resumía la entrega serena con la que afrontó su última etapa. Su corazón, que siempre quiso vivir intensamente, también anhelaba el cielo. Para finalizar, el obispo agradeció a los sacerdotes y a la familia del padre José María, especialmente a sus hermanas y sobrinos, quienes estuvieron siempre al pie de la cruz. En un momento lleno de emotividad, sus hermanas, Elizabet y Marta, compartieron unas palabras de despedida, recordando con amor y gratitud la vida de su hermano. La unión de la familia Stucky quedó reflejada en cada gesto, en cada palabra y en la fortaleza con la que juntos acompañaron al padre José María en su camino. El padre José María deja tras de sí un camino de fe, servicio y esperanza. Hoy, la comunidad diocesana lo despide con gratitud, sabiendo que su testimonio sigue iluminando a quienes lo conocieron. Como el grano de trigo que muere para dar fruto, su vida sigue floreciendo en cada persona que encontró consuelo, alegría y amor en su ministerio.
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