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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 17/03/2025 05:08
"Vine por amor, me divorcié… y ahora soy un boludo más", bromeó el belga Kristof sobre sus dos separaciones Kristof Micholt nació el 6 de julio de 1979 en Brujas, Bélgica, y aterrizó en Buenos Aires en 2002 por un intercambio estudiantil de la Universidad de Buenos Aires (UBA). El plan consistía en terminar las cuatro materias que le faltaban para convertirse en abogado y volver a su país para tomarse un año sabático y dedicarse a viajar por el mundo. Lo que nunca imaginó es que la vida tenía otros planes para él: un amor, una familia y la confirmación de que, a veces, el destino es más gracioso que cualquier rutina de stand up. Tras obtener su título de abogado, Kristof descubrió que lo suyo no eran la jurisprudencia ni los tribunales, sino el humor: hacer reír a la gente. Los malentendidos culturales fueron su primer material. Bélgica y Argentina son dos mundos opuestos y él quedó atrapado en el medio. Se convirtió en un detallista observador de sus diferencias. El belga alto y rubio que llegó con acento extranjero y hablaba muy poco español, terminó adoptando todas las mañas del porteño promedio. Aprendió a putear en el tránsito, a discutir sobre política en asados y a sufrir con el fútbol aunque no tenga un equipo favorito. El humor fue su pasaporte definitivo. Con él logró sortear barreras idiomáticas y explicar su historia de la única manera en la que tiene sentido: riéndose de sí mismo. En Buenos Aires, Kirstof se enamoró dos veces: primero de su exesposa y luego de su ex pareja, con quien tiene dos hijas de 4 y 7 años. Y aunque ninguna de esas relaciones funcionaron, la relación con Argentina se mantuvo. “Uno puede divorciarse de una persona, pero no de un país, Y Argentina, con todos sus quilombos, ya es parte de mí”, aseguró. Kritof Micholt tiene 45 años y es oriundo de Brujas, Bélgica. Vive en Argentina desde hace más de 20 años “Me separé, me reinventé y, antes de darme cuenta, ya estaba puteando en el tránsito, comiendo medialunas de parado y discutiendo sobre si Racing tiene más historia que Independiente”, ironizó con humor sobre su cotidianeidad. “Vivir en Argentina me enseñó muchas cosas, pero la más importante: el amor va y viene, pero la argentinidad se te mete en la sangre y no hay divorcio que la saque”, afirmó con convicción. Cuando conoció a Victoria, en 2002, Kristoff extendió su estadía de cinco meses a catorce. Volvió a Bélgica, pero al poco tiempo regresó por ella. Se casaron en abril de 2005 y aunque probaron de vivir allá, con la excusa de que ella realizara un posgrado y que él organizara viajes para europeas en Argentina, terminaron otra vez instalados en Buenos Aires. “Mi idea era que le gustara y nos quedáramos más tiempo, pero después de un año quiso volver”, explicó. Mientras él seguía trabajando en sector turístico, donde oficiaba de guía para extranjeros, buscó alternativas para vencer su miedo a hablar en público, lo que lo llevó a inscribirse en un curso de stand up comedy. “Vi un cartel en un árbol en Palermo y pensé que podía ayudarme con el miedo a hablar en público”, recordó Kristoff, quien en ese momento manejaba contingentes de hasta 30 personas. "Dejé mi país, crucé el océano, aprendí a putear en español, a discutir de política en los asados, a tomar fernet sin cara de asco… y me divorcié en Argentina," relató Kristoff en tono de humor. "Ser extranjero en Argentina es adaptarte a todo… hasta a que te cambien por un tipo que sí sabe bailar tango", ironizó “Para la segunda clase, la profesora nos había pedido llevar algo escrito: un chiste, una historia o alguna anécdota graciosa. Yo escribí sobre algo que siempre me había llamado la atención en Argentina: cuando sube una anciana al colectivo, las chicas jóvenes gritan pidiendo un asiento. Nunca había visto algo así en Bélgica ni en otro país. Me parece una actitud genial. Hablé de eso en el escenario. Fue una historia larguísima, pero al final se rieron”, contó el belga al descubrir que quería dedicarse a hacer stand up para entretener a la gente. Así fue como arrancó con sus primeros shows. Sin embargo, en 2009, cuando el matrimonio con Victoria llegó a su fin, Kristoff se mudó nuevamente a Bélgica. Pero todo empeoró al encontrar dificultades para conectar con el público desde el humor. “Allá no tenía el mismo impacto hablar de ser extranjero”, contó. Pasé tres años en Bélgica recorriendo el circuito de los “open mic” y la experiencia no fue para nada gratificante. Ni trabajando ni en el plano personal. Socialmente, era un caso aparte. “Cuando alguien en Bélgica a los veinte años persigue el sueño de vivir del arte, es algo simpático. A los treinta años, con un título de abogado encima, ya pasaba a ser un rarito. Además, no me acostumbraba a vivir de vuelta en Bélgica. Era el típico caso de alguien que había vivido años en otro país y ya no se sentía en casa en ningún lado”, admitió. Kristof junto a Marina, su ex pareja con la que convivió 8 años y tuvo dos hijas. Ella también hace stand up y protagonizan actualmente una obra juntos Por eso, en 2014, decidió regresar a Argentina y continuar con su carrera humorística. Tiempo después, conoció a Marina en el ambiente artístico, con quien tuvo dos hijas y empezó a ganarse la vida de lo que realmente le gustaba. Su primera participación en el programa “Bendita TV”, de Canal 9, le dio un empujón importante, y el primer año vivió principalmente de shows en cumpleaños, casamientos y empresas. Y en septiembre de ese año, estrenó su primer unipersonal llamado “Un belga en Argentina”, todos los jueves en el Paseo la Plaza. Con el tiempo pasó a hacer hasta cinco shows por semana y, aparte de ser comediantes, junto a Marina se convirtieron en productores. “Fue la primera vez en mi vida que sentí que vivía de algo que realmente me gustaba hacer”, recordó. Kristof es dueño de Stand Up Club, un pequeño teatro ubicado en el barrio porteño de Recoleta donde hace sus shows y da clases Así fue surgiendo la idea de abrir su propio teatro. Ese sueño lo cumplieron en 2018 cunado inauguraron Stand Up Club en el barrio porteño de Recoleta. Hoy, a pesar de estar separados tras ocho años de relación, ambos siguen trabajando juntos y protagonizan el espectáculo “Sí, mi amor”, un show de stand up sobre relaciones de pareja. En ese mismo teatro, Kristof creó un espacio para dedicarse a la docencia. “Enseño a otros a transformar sus ideas en risas y a encontrar su propia voz en el escenario”, contó. Después de casi 20 años en Argentina y varios intentos fallidos para volver a instalarse en Bélgica, la pregunta sigue siendo la misma: “¿Por qué sigo acá?”. Y así lo explicó: “Dicen que el argentino nace donde quiere, y siento que, en muchos aspectos, soy más argento que el dulce de leche”. Kristoff contó que dos veces al año sus hijas viajan a Bélgica para visitar a la familia paterna y que hablan el idioma a la perfección Kristoff está convencido de que más allá de todas complejidades y desafíos, Argentina sigue siendo el lugar donde puede avanzar, crecer y seguir impresionando, tanto en el escenario como fuera de él. La separación de Marina, lejos de apagar su chispa, le dio más material. Sus reflexiones sobre la paternidad, la vida de soltero y los absurdos de la adultez se convirtieron en parte fundamental de sus monólogos y de su último libro, que acaba de estrenar esta semana. “Cuando te divorciás en Argentina, pensás: ‘Nunca va a encontrar a alguien como yo’. Y después te enterás de que te cambió por uno que sí sabe bailar tango”, bromeó. Tras cuatro años de éxito con“Sí, mi amor”, y más de 400 funciones, el belga y su ex continúan haciendo humor con sus observaciones sobre la idiosincrasia argentina. “No hay mejor manera de entender un país que aprender a reírse de él”, concluyó Kristoff.
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