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» Elterritorio
Fecha: 16/03/2025 11:56
domingo 16 de marzo de 2025 | 6:00hs. Imagen referencial. (Freepik). El cronograma de la vida no está muy bien organizado que digamos. Cuando tenés que hacer muchas cosas juntas, disponés de muy poco tiempo. Justamente tiempo es lo que no sobra en situaciones críticas, en las que el margen de error se reduce. Y si encima no sabés muy bien qué tenés que hacer, la receta para el desastre está lista. A menos que te den una mano. "A mí nadie me regaló nada", dicen quienes gustan de cantar loas a sus méritos. Pero no es cuestión de regalar, es simplemente hacer un poco menos pesada la carga, correr algunas piedras del camino sin que eso signifique tender la alfombra roja (por cierto, si nadie te regaló nada, qué tristes habrán sido tus cumpleaños). Basta ver el peregrinar de miles de personas cada día por organismos públicos, oficinas privadas y comercios para hacer trámites, gestionar alguna urgencia u obtener respuestas. Y es frecuente escuchar "si así nos tratan a nosotros, imaginate lo que harán con los viejitos del interior". Porque sí, quien tiene el poder (delegado casi siempre) para hacerte la vida más fácil, puede también hacértela mucho más difícil. Pero no se trata del lugar del que provengan (¿Posadas queda en el exterior?, cuestiona un colega obereño, no sin razón) ni qué edad tengan (baste ver a los adolescentes que salen por primera vez al mundo adulto y deben arreglárselas solos), nadie tiene por qué saberlo todo y todos ignoramos algo. Y es allí que es necesario que los responsables de atenderlos den un poco más de sí mismos. No pido que trabajen más horas ni que hagan de niñeros de nadie, tan sólo es entender que ese chico confundido, ese viejito desorientado o ese adulto desnortado podría ser un familiar -o uno mismo en el futuro-. Se trata, en cualquier caso, de mostrarse un poco más humanos. Empatía, el concepto básico que debería regir cualquier interacción. Por qué no me dijeron que tenía que presentar este formulario. Por qué no me explicaron cómo se prepara esto. Por qué no me aclararon que antes de hacer una cosa se tiene que hacer esta otra. Lamentarse después puede ser un reflejo instintivo, pero resulta completamente inútil. En esa misma línea, los que se la pasan diciéndote "deberías haber hecho esto, acá hizo falta esto otro, antes se tendría que haber agarrado aquello" en vez poner manos a la obra, esos que dedican más tiempo a marcar las omisiones y falencias que a buscar una solución, esos no aportan. Necesito resolver esto aquí y ahora, no tengo la máquina del tiempo para llegar en perfectas condiciones a tu escritorio. Pero el beneficio no lo recibe sólo quien es ayudado y tratado con cortesía y respeto. El escocés David Hamilton, doctor en química orgánica, señala que "ser amable reduce la depresión, la ansiedad, el estrés y rejuvenece", para lo cual se basa en estudios sobre una hormona ligada al bienestar. Su conclusión es que ser amable libera serotonina, la cual "retarda los siete grandes procesos del envejecimiento, ayuda contra la depresión, las patologías coronarias y el estrés". Pensar en los demás es, entonces, pensar en uno mismo. Si lo tuyo es ser egoísta, entonces sé amable. Mucho podemos quejarnos de quienes deberían serlo y no lo son, podríamos incluso sugerir que se evalúe su comportamiento antes de asignarles una ocupación específica u otorgarles un título profesional, pero esta columna intenta no centrarse en aquellos que quizá deberían viajar al pasado (con la misma máquina del tiempo que nos instan a usar) y elegir otra carrera, sino celebrar que todavía son muchos (mayoría, diría yo) los que lo dan todo por ayudar, brindar la mejor información disponible y atender a los demás del mismo modo que les gustaría ser atendidos. Y eso es impagable (aunque bien podrían cobrar más).
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