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» El litoral Corrientes
Fecha: 16/03/2025 11:32
“Ellos sembraron vientos y cosecharán tempestades; no tendrán campos que segar ni sacarán harina de sus espigas” Oseas 8:7-9, Biblia La violencia tiene siempre explicaciones, más nunca justificaciones. Lo sucedido el miércoles pasado, adentro y afuera del palacio del Congreso, puede explicarse como la consecuencia de un estado de cosas en esta Argentina libertaria, pero no les confiere coartadas a los violentos más que las de su propia irracionalidad. Que el insulto, los golpes, los agravios, hagan presa de los legisladores oficialistas, que el quórum o la falta de él se consiga a través del matonismo, que el nivel de discusión legislativa haya descendido al quinto subsuelo, lugar dónde las palabras y las razones ceden su lugar a las actitudes primitivas de sus integrantes, no es más que una demostración que nuestro país comienza a internarse peligrosamente en el camino de la ley de la selva. Que la manifestación en favor de los “jubilados” esté penetrada por los barrabravas de los clubes y sindicatos, que la quema de autos, los piedrazos, el desafío a la autoridad pública, comiencen a instalarse definitivamente en el imaginario colectivo como “modo” de protesta válido, es el signo de una sociedad que va en camino de su propia disolución. Que las fuerzas del orden comiencen a ideologizarse y actúen, no como representantes de la legalidad sino de una fuerza política en el poder, es el símbolo casi definitivo de la desnaturalización institucional. No otra cosa indica la filmación de un camión hidrante de la policía, que perseguía a los manifestantes mientras se escuchaba a través” de sus altoparlantes: “Vengan zurdos, vengan”. “Una sociedad enardecida y dividida es, en gran parte, el producto de los discursos de odio que emanan del poder”. Seguramente, los académicos hallarán explicaciones en los ámbitos de la política, la sociología, la psicología, pero difícilmente encuentren una solución simple a las actitudes de una sociedad enardecida y a la desmesura que emana del poder. Muchas veces lo expresé, y lo ratifico. La gente se mimetiza con sus líderes, de manera tal que si éstos construyen su discurso público con manifestaciones de odio, seguramente tendremos una sociedad dividida y dispuesta al enfrentamiento. Tal vez el odio aplicado como instrumento y método del accionar político pueda traer éxitos circunstanciales, pero a la larga nada se construye a través del mismo. Tengo para mí que el siglo XXI ha sido una muestra patética del teorema infalible de que los sentimientos negativos sembrados desde arriba, infaliblemente encuentran terreno fértil en el ánimo de los de abajo. Más simplemente, la sentencia bíblica que el que siembra vientos cosecha tempestades, o el que a hierro mata, a hierro muere. La ideología del odio se refiere a un conjunto de valores y creencias que promueven la discriminación, la intolerancia y la violencia hacia individuos o grupos basados en características como la raza, el género, la religión, la orientación sexual, la discapacidad, la nacionalidad, las ideas políticas. No es nueva, claro que no, pero es la que ha llevado a grandes tragedias a muchos países y al mundo. Para ir a lo más nuevo, mencionamos al stalinismo, al nazismo y al fascismo, que desde vertientes ideológicas diferentes, han sabido traer muerte y miseria a sus habitantes, represión, encarcelamientos, desapariciones forzadas, y guerras con millones de muertos. “La reedición de la grieta kirchnerista en versión libertaria, responde a la tercera ley de Newton: “para cada acción, hay una reacción igual y opuesta”. El comunismo, por caso, basa su esquema en el triunfo de una clase sobre la otra, sustentada en la teoría marxista del odio de clases. El nazismo, tiene un origen similar, la teoría de la superioridad racial, que mandó a los campos de concentración y a las muertes masivas a millones de personas por su origen étnico. La de Argentina siglo XXI, comenzó en sus albores con la cancelación de todos aquéllos que no pensaran igual que el progresismo o socialismo castro chavista, y ahora está en su punto cúlmine con la división social entre libertarios y no libertarios, colocando a éstos en una sola bolsa etiquetada como “zurdos hijos de puta”. En nuestro país, acostumbrado como estábamos a la grieta generada por el kirchnerismo con su mensaje disociativo menos explícito pero igualmente eficaz, lo de Javier Milei parece una respuesta recargada de naturaleza política contraria. La leyes de Newton son aplicables a la física. Sin embargo, la tercera, que expresa que “por cada acción, hay una reacción igual y opuesta”, es plenamente adaptable a las ciencias sociales, especialmente al comportamiento de los individuos y de los grupos. Un gobierno no puede pretender un pueblo silencioso y manso si su acción es la siembra permanente del odio a determinada ideología política, o a determinados grupos como los periodistas, los economistas que no coinciden con sus posturas, o simplemente las personas que tienen la osadía de pensar distinto. No quiero ser alarmista, pero lo del miércoles pasado, adentro y afuera del Congreso, parece ser el comienzo de una reacción que se mantenía larvada mientras algunos éxitos de la macroeconomía acompañaron al gobierno. “¿Alcanzarán algunas respuestas positivas de la macroeconomía, a disimular las gruesas fallas del modelo político del pensamiento único y del estado gendarme?”. Lentamente, la cuestión económica parece ya no alcanzar, el odio sembrado comienza a fructificar en el imaginario de importantes sectores sociales y políticos, que intentarán la zancadilla apenas observen un traspié del gobierno. ¿La verdad? No sé a dónde pretende ir este gobierno. Si su plan económico tiene un poco de liberal y mucho de gambeteo estatista, su modelo político puede sepultar lo poco o mucho positivo que resulte aquél. ¿Adónde se fue la cordura en la Argentina, la alteridad, la comprensión mutua, la tolerancia, el respeto a la otredad? ¿No podemos convivir los distintos? Pareciera que no, por tantos años de desencuentros. Tanto así, que comenzamos a construir ámbitos estancos de encuentros entre pares, para no compartir con el otro o con los otros, porque percibimos que puede eclosionar la violencia contenida. Un botón basta de muestra, los demás a la camisa. Conscientes de sus propias políticas, los jóvenes mileístas inauguraron un boliche exclusivo para ellos, denominado “La Legión”. A través de un insólito spot en las redes sociales, venden este lugar hecho para libertarios, con el único fin de que tengan “un espacio seguro”, como si se tratara de un grupo marginado por la sociedad, así por lo menos se catalogan ellos mismos. No digo que la democracia no está exenta de debate, de discusiones, de contraposiciones, en la misma no rige el silencio de los cementerios. Pero una cosa es el vigor de la contraposición de ideas y proyectos, y otra muy distinta es sembrar el terror y la persecución, porqué el vuelto estará a la vuelta de la esquina. Nada se construye a partir del odio, por lo menos nada positivo y perdurable. La violencia seguramente es el camino pavimentado hacia el infierno.
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