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  • Mario Roldán, más de un siglo de sombreros en Córdoba: "Cada vez que viajo, lo primero que llevo en la agenda es si hay sombrererías"

    » Diario Cordoba

    Fecha: 16/03/2025 08:39

    "La historia empieza con una campana de pelo cien por cien cola de conejo de 250 gramos; así es como empieza la historia de un sombrero cordobés", sentencia Mario Roldán, mientras apoya una pieza sobre la centenaria madera de olivo de su mesa de trabajo y sostiene con la mano derecha una plancha de vapor. En el rincón donde trabaja, apenas caben tres personas, pero no hace mucho una televisión japonesa se valió del escaparate para meter sus cámaras y todo su arsenal. De normal, ese escaparate no es ni más ni menos que una ventana a la historia viva de la sombrerería, un oficio anclado a la memoria de Córdoba. A través de él, esquivando con la mirada los sombreros expuestos, los viandantes pueden ver, a última hora de la tarde, a Mario casi envuelto en el vapor con el que ablanda la goma laca de almendro que después moldea con los pulgares. Desde dentro puede oírse a quienes pasan; alguno, al mirar la fachada, pronuncia un nombre con más de 123 años de historia: Rusi. Del niño al artesano Con una horma como única guía, Mario da forma a cada sombrero que pasa por sus manos. Utiliza una esponja húmeda para darles brillo y dejar el pelo de conejo pegado. Luego, corta el ala y los guarnece a gusto del cliente, tal y como vio hacer a su padre y al sombrerero que trabajaba con ellos cuando salía del colegio. Aquel que observaba con la curiosidad de un niño sería su oficio al terminar el servicio militar, en 1984: "Me hice cargo de este rincón y, desde entonces, no me muevo de aquí". Mario Roldán sostiene un sombrero en el que trabaja, en su pequeño taller, con un estante de hormas y herramientas de fondo. / Ramón Azañón Cuarenta años pueden parecer muchos, pero Sombrerería Rusi -nombre que José Rusi, tío bisabuelo del actual propietario, dio a la tienda- abrió sus puertas a principios del siglo XX en Córdoba. Dos años después, en 1904, el rey Alfonso XIII recibe de la casa un sombrero cordobés como emblema de la ciudad a través del duque de Hornachuelos. Casi un siglo más tarde, en 1993, con el mismo ánimo, el padre de Mario regaló a Juan Pablo II un modelo en blanco impoluto durante la visita del Papa a la romería de El Rocío. "Aquí ha habido personalidades que dices tú: ¿Y está persona está aquí dentro?", explica. La sombrerería echó a rodar en 1902, cuando la fábrica de Rusi llevaba unos años ya funcionando en el 165 de la calle Agustín Moreno. Hoy en día los dermatólogos son unos de los mejores aliados que tenemos La sombrerería en tiempos modernos Desde aquellos tiempos, la forma de trabajar no ha cambiado en Rusi. Ni siquiera con el auge de internet. Mario no vende online; el trabajo, dice, no le permite recrearse en las redes sociales. Su clientela sabe lo que busca. El 70% son extranjeros atraídos por la artesanía. En Córdoba quedan dos; en Andalucía, calcula Mario, serán ocho o diez sombrereros. Aun así, es optimista: "Hay un boom con los sombreros". En la ciudad, el urbanita busca más la gorra que el sombrero, pero ya es algo. "Hoy en día los dermatólogos son unos de los mejores aliados que tenemos", afirma Mario, quien también reconoce la influencia del cine: "Hay series que influyen mucho en la moda". Por eso, no es de extrañar que, en los últimos años, le hayan llegado pidiendo la gorra de los Peaky Blinders. O los Gambler de las telenovelas colombianas. Nunca han faltado quienes están en el mundo del caballo, ni por mayo los que buscan el clásico de Córdoba. A Mario, las medidas que más le enorgullecen son, precisamente, los 11,5x9 centímetros del cordobés. "¿De cuál voy a estar más orgulloso?". Sonríe. Mario Roldán plancha una campana de pelo de conejo para confeccionar un sombrero. / Ramón Azañón El espíritu del niño Su ojo acostumbra a imaginar un sombrero para cada cabeza. A un servidor le ajusta un pesado medidor sobre la cabellera. Después, le coloca un Pork Pie negro a juego. Se mira a un espejo de 150 años y se siente Walter White en Breaking Bad. Mario archiva el papel con las medidas antes de atender a un cliente. Con un bastón de madera sube y baja las sombrereras. Entre 2.000 y 3.000 ejemplares ocupan los rincones de la tienda. Cuando se queda solo, vuelve al trabajo. Mario Roldán sostiene dos sombreros cordobeses tras el mostrador de Sombrería Rusi. / Ramón Azañón En Mario sigue vivo el espíritu de un niño: "Cada vez que salgo de viaje, lo primero que llevo en la agenda es si hay sombrererías, no tiendas que vendan sombreros como complementos, sino sombrererías. Y me meto y charlo con ellos, veo cómo trabajan". Igual que hacía aquel niño que veía a su padre trabajar al salir de clase. Suscríbete para seguir leyendo

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