16/03/2025 14:55
16/03/2025 14:55
16/03/2025 14:54
16/03/2025 14:53
16/03/2025 14:53
16/03/2025 14:52
16/03/2025 14:52
16/03/2025 14:52
16/03/2025 14:51
16/03/2025 14:51
» Diario Cordoba
Fecha: 16/03/2025 08:20
Este mes de marzo ha sido especialmente lluvioso, con una sucesión de borrascas que han dejado precipitaciones abundantes en buena parte del país. Aunque estas lluvias son fundamentales para la polinización de las plantas de floración primaveral, el comportamiento cada vez más torrencial de las precipitaciones está complicando su efecto beneficioso sobre la vegetación y los ecosistemas. El fenómeno de las lluvias torrenciales, acompañado de vientos intensos y posibles episodios de DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos), está dificultando los pronósticos sobre el impacto real de estas lluvias en el ciclo estacional de las plantas. Las lluvias torrenciales responden a múltiples factores: la topografía, la convergencia de vientos o los frentes meteorológicos, entre otros. Pero detrás de este patrón de precipitaciones extremas también está la Corriente Oceánica Global, una gigantesca cinta transportadora de agua impulsada por las diferencias de temperatura y salinidad en los océanos (corriente termohalina). Este sistema global regula el clima planetario, y cualquier alteración en él puede tener consecuencias imprevisibles en los patrones climáticos. Actualmente nos encontramos bajo la influencia de ‘La Niña’, un enfriamiento anómalo de las corrientes marinas en el Pacífico ecuatorial que forma parte del ciclo climático conocido como «El Niño-Oscilación del Sur» (ENOS). Estas oscilaciones, que ocurren cada dos a siete años, provocan cambios en la dirección de los vientos y en la distribución de las lluvias a escala mundial. Las previsiones al inicio del año apuntaban a que «La Niña» se mantendría activa hasta abril, pero ahora parece que estamos entrando en un periodo de transición hacia condiciones más estables. La corriente termohalina desempeña un papel clave en el Atlántico Norte. Las aguas superficiales cálidas del Golfo de México viajan hacia Groenlandia, donde el agua se enfría y gana densidad debido a su elevada salinidad, hundiéndose y generando una circulación vertical. Este proceso impulsa la Oscilación del Atlántico Norte (NAO), que determina en buena parte el clima invernal en Europa y Norteamérica. Cuando el índice NAO está en fase positiva, los inviernos son secos y soleados en el oeste de Europa; en fase negativa, las temperaturas son más suaves y las lluvias más abundantes. Sin embargo, este equilibrio oceánico está en riesgo debido al calentamiento global. El deshielo en Groenlandia está alterando la salinidad y la temperatura del Atlántico Norte, debilitando la corriente termohalina y modificando los patrones de lluvia y viento. Si bien esta situación puede favorecer más lluvias en algunos periodos, el carácter torrencial de las precipitaciones y los vientos extremos dificultan la infiltración del agua en el suelo, limitando su capacidad de retención y regeneración. El reciente informe Clivar-Spain confirma que España sufrirá una disminución general de las precipitaciones y un aumento de fenómenos meteorológicos extremos en las próximas décadas. El agua oceánica que rodea la Península Ibérica se está calentando a un ritmo mayor que el promedio global, especialmente en el Mediterráneo, donde las temperaturas han aumentado hasta tres veces más rápido que en el resto de los océanos desde la década de los 80, con consecuencias. *Catedrática de Botánica de la Universidad de Córdoba
Ver noticia original