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» Diario Cordoba
Fecha: 16/03/2025 08:19
A nadie le gusta salir de su zona de confort. Todos buscamos una estabilidad en la vida y, cuando la encontramos (familia, casa, trabajo, círculo de amigos, y también, una vida de fe satisfactoria), tendemos a la quietud y desoímos cualquier palabra, venga de donde venga, que nos invite a resurgir, a buscar y crecer, aunque nos prometan que va a ser mejor que la rutina donde nos hemos instalado. En este domingo de Cuaresma se nos presenta la figura de Abraham, que, al contrario de la actitud habitual del hombre, atiende una voz que le pide dejar su hogar donde vive cómodamente con su familia, confiando en la promesa de una descendencia y una tierra. Vive en un lugar fértil, donde lo tiene todo, consciente de su edad avanzada y la esterilidad de su matrimonio. Aun así, teniéndolo todo en contra, se abandona con total confianza y obediencia a la voz de Dios. El proceso de conversión al que somos llamados durante este tiempo es una invitación a abandonar una vida ubicada en el hastío y la mediocridad por muy maravillosa que nos parezca, pero totalmente vana. Se nos emplaza a escrutar con ansia la felicidad plena y una vida liberada de la esclavitud de nuestras pasiones, debilidades, en definitiva, de nuestros pecados, y saltar el muro del sinsentido y la frustración constante. A no tener miedo a vivir a la intemperie confiando en la divina providencia con la sola promesa de una existencia más plena y esperanzadora. La Cuaresma puede ser ese golpe que, como en una mesa de billar, pone en movimiento a todas las bolas, sacándolas de su sitio, mostrándole otros caminos que descubrir. Ciertamente nos generará dolor, lucha, sufrimiento, dudas y profundos desgarros internos. A medida que nos mantengamos fieles y constantes en el caminar, nos irán sobrando muchas cosas, la mochila irá perdiendo peso poco a poco hasta que lleguemos a la desnudez completa. Será entonces cuando alcancemos la pureza necesaria para ser de pleno derecho ciudadanos del cielo. En este camino no estamos solos. Formamos parte de una muchedumbre incontable que te asistirá cuando te caigas o la cumbre se haga más dura, te ofrecerá el agua cuando tu cantimplora esté vacía, te saciarán cuando tengas hambre, curarán tus heridas, serán tu guía cuando tu brújula falle, te animarán cuando flaquee tu esperanza. Sólo necesitamos decidirnos a ser libres confiando plenamente en Dios y en aquellos que caminan contigo. *Párroco de la iglesia de San Juan y Todos los Santos
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