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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 16/03/2025 02:51
En la esquina de la avenida Varela y Zubiría se halla el refugio de, entre otros, los trabajadores del Hospital Piñero Toti Arizmendi es el mejor vendedor de la zona de Flores. ¿Qué producto o servicios comercializa? Secretos del barrio. Desde hace años el Toti vive en Río Gallegos, Santa Cruz, donde construyó una familia que ya le regaló nietos. Pero el hombre es nacido y criado en la popular barriada de la Ciudad de Buenos Aires y está siempre al tanto de cada novedad que ocurra en sus calles. “Nunca escribís sobre los cafés de Flores”, me reclama en persona o por WhatsApp luego de cada relato que sale publicado. Y tiene razón. Me pasa con Flores que me cuesta encontrar material para narrar. El barrio ha perdido prácticamente todo su rico patrimonio cafetero. Esa suele ser mi respuesta frente a sus planteos. El Toti refuta mi argumento y me dice que en un próximo viaje a Buenos Aires me va a llevar a caminar por los alrededores de la Plaza General Pueyrredón. Por lo pronto, sabedor de mi debilidad por los alfajores, me dijo: “En un café de Flores venden un alfajor muy parecido al Havanna pero que pesa medio kilo”. Así fue que dio con el dato. En su última visita a la Capital el amigo Toti anduvo haciéndose algunos estudios médicos de rutina. Y como no podía ser de otro modo, sacó turno en el Hospital Piñero de Flores. Al terminar con los análisis caminó la cuadra y media que separa al sanatorio de la parroquia Santa Clara. Fue con la intención de orar por su salud. Entró y salió. Sólo hizo una breve persignación. Otro llamado celestial lo abdujo desde la Av. Varela y Zubiría. En esa esquina está la Cafetería y Panadería Nueva Varela. El café que produce el alfajor más grande de Buenos Aires. Fui a conocer la Cafetería Nueva Varela en la semana más calurosa del verano. Con una sensación térmica de 43 grados jamás creí encontrar tanta gente en el lugar. La capacidad del lugar estaba a tope. ¿Cómo es posible que los porteños combatan el calor tomando café con leche con medialunas? La respuesta se encuentra detrás de las vitrinas que exhiben dulces y en las exquisitas facturas que los clientes eligen para llevar a sus mesas. El desfile clientes por la Nueva Varela es incesante Pues es así, de eso se tratan las tradiciones y costumbres. En Buenos Aires el café es religión y tenemos un particular modo de comulgar sin importar lo que diga el termómetro. Después de detenerme ante cada una de las exquisiteces ofrecidas en la cafetería/panadería, como quien avanza por las naves laterales de un templo para deleitarse con sus vitrales, fui por lo importante. ¿Existe tal alfajor gigante según el dato del Toti? Sí, existe. ¿Es verdad que pesa medio kilo? Casi. Sorprendido por su tamaño, le pedí a Melina, la dueña y cajera de la cafetería, que lo pesara. La balanza acusó un peso de 415 gramos. Perdón por las matemáticas, pero no puedo evitar realizar una simple cuenta. Un alfajor común pesa 90 gramos. Entonces 90 por 5 da 450, por lo tanto, ese famoso alfajor gigante equivale a 5 de los comunes. Es como comerse de un saque un alfajor marplatense más los dos lobos marinos de la Rambla. Melina y Javier, su padre, tomaron el control de la Nueva Varela en 2019. El padre de Javier —y abuela de Melina— comenzó con el linaje familiar cuando tuvo una confitería en Ramos Mejía. Toda la familia echó raíces en el oeste del conurbano. Me cuenta Melina que la Cafetería y Panadería Nueva Varela tiene unos 40 años. Y que antes en la esquina funcionó una zapatería. Como el local ocupa la planta baja de una construcción que se emparenta en edad con las edificaciones vecinas, parece un café que hubiese acompañado a los vecinos de Flores toda la vida. Veamos. En una esquina tradicional de Flores se erige una café con historia El Hospital Parmenio Piñero está ubicado a una cuadra, en la Av. Varela 1301. A diferencia de la mayoría de los hospitales que llevan el nombre de personalidades destacadas en la Medicina, Piñero fue un hacendado y coleccionista de arte que declaró en su testamento la voluntad de donar a la antigua Municipalidad de Buenos Aires el dinero para construir un hospital público. Fue tan generosa la donación que se usaron tejas francesas, mármol de Carrara y grifería inglesa. También legó muchas de sus obras de arte al Museo Nacional de Bellas Artes y parte de su fortuna a otras instituciones de bien público como el Patronato de la Infancia. La piedra fundamental del hospital se colocó en 1915. Dos años más tarde se inauguró. La casa parroquial y la iglesia Santa Clara están ubicadas en Zuviría 2631. Son vecinas a la Nueva Varela. El templo se construyó gracias al aporte de otra mujer acaudalada: Elisa María Antonia de Uribelarrea Peña. Lo hizo en memoria de sus abuelos Clara Anchorena y Manuel Isidoro Uribelarrea. La iglesia fue inaugurada en 1930 y se convirtió en refugio espiritual para los familiares de los internados en el Hospital Piñero. También en la esquina de Varela y Zuviría, pero del otro lado de la avenida, funciona el Mercado Varela. En la página del Museo del Barrio de Flores se informa que entre 1856 y los primeros años del siglo XX se construyeron en Buenos Aires cerca de 40 mercados, ya que en 1862 se habían prohibido las ferias al aire libre. El Mercado Varela fue inaugurado en 1925. Llegó a tener 70 puestos en su interior y 16 locales a la calle. De éstos últimos siguen funcionando lo ubicados sobre la Avenida Varela. En t odo ese contexto de construcciones patrimoniales pertenecientes a Flores, obras realizadas entre 1915 y 1930, la Cafetería Panadería Nueva Varela no desentona en absoluto. Todo lo contrario, se hermana con el la narración que hacen las calles de ese extenso barrio. El alfajor estrella de la Nueva Varela pesa 415 gramos ¿Qué otro dato sorprendente me transmitió ese hombre nacido en Flores y devenido en patagónico por motivos que la historia argentina suele imponer a algunos compatriotas? Toti Arizmendi es, entre muchas cosas, realizador cinematográfico. Produjo varios cortos y mediometrajes de temática santacruceña. También supo regentear desde los albores del período democrático, y por ocho años, un bar de fuerte impronta política en Río Gallegos que se llamó Nippur. El Toti es un amante del cine, pero como todo galleguense, por muchos años, cuando la única sala cinematográfica de la capital sureña se incendió y no jamás fue reabierta, tuvo que conformarse con ver cine en videocassette. En una oportunidad dice que pasó por sus manos una copia VHS de una película nacional de poca monta. Una producción independiente con un título convocante y provocador: “Yo le arruiné la vida a Palito Ortega”. La película la protagonizan los actores Luis Cordara y Juan Carrasco. El Toti me insistió para que la viera. Quería que la comentásemos juntos en algún futuro encuentro. Sin necesidad de que me la vendiera demasiado, el título del film sirvió como gancho. Claro que la busqué, pero sin éxito. Nadie, jamás, entre los cinéfilos a los que consulté, escuchó algo sobre esa película. No la encontré en ninguna plataforma. Google no dice ni mu. Tampoco figura dentro de la filmografía de los actores. A cada encuentro, el Toti me recordaba que la viese. Entonces yo agudizaba la búsqueda entre coleccionistas y antiguos videoclubes de barrio que aún se mantenían abiertos. Y cuando el Toti comenzó a hacerse la idea de que lo mío era desinterés, me preguntó: “¿Fuiste a Flores?”. A poco más de diez cuadras de la Cafetería Nueva Varela, en la esquina de las avenidas Castañares y Carabobo, un coreano, información brindada por el infalible mejor vendedor de todo Flores, atesoraba en la trastienda de su almacén una copia de la ignota película. Todo lo que les relato sucedió antes de que se declarase la pandemia por COVID-19. Luego vino la cuarentena que nos encerró a todos por casi dos años. Y recién cuando las cosas se normalizaron fui hasta la esquina en cuestión, pero ni el almacén ni el coreano estaban más. Esto no desmerece la capacidad del Toti de acertar con sus informaciones sobre el barrio de Flores. Reconozco que fue mi culpa. Yo le arruiné la anécdota al Toti Arizmendi. La Cafetería Nueva Varela abre los siete días de la semana a las 6. El personal de salud del Hospital Piñero, entre otros parroquianos, necesita alimentarse bien antes de emprender las tareas. Llevo un rato largo sentado en mi mesa y el horario de mi visita comienza a confundirse con el almuerzo. El público continúa en una constante renovación como afirma Mirtha Legrand. A través de los ventanales observo que uno de los locales del Mercado Varela es una pescadería. Se me ocurre comprar pescado fresco y llevarlo a casa. Me acerco hasta la caja para pagar y chequear unos últimos datos con Melina. “Esperá”, me dice y me obsequia uno de los alfajores gigantes. Le agradezco de todo corazón al mismo momento que pienso a cuántos amigos convocaré para que me ayuden a terminarlo. Salgo de la cafetería con mi mega alfajorazo que pesa tanto como una caja de media docena de alfajores, y cruzo la avenida Varela rumbo a la pescadería que me llama con sus aromas portuarios. La temperatura alcanza niveles solares. La escena, de película, no puede ser más Costa Atlántica en verano. Mar del Plata siempre estuvo cerca. Instagram:@cafecontado
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