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» Misionesopina
Fecha: 15/03/2025 20:22
OPINIÓN - Facundo López Sartori, Ministro del Agro de Misiones José Martí, en su célebre ensayo Nuestra América, advertía sobre el peligro de adoptar modelos ajenos sin considerar la realidad de los pueblos. Para él, la verdadera independencia no se lograba solo con la expulsión de los colonizadores, sino con la construcción de un pensamiento propio, basado en la identidad y en las necesidades reales de cada nación. Arturo Jauretche, décadas después, denunciaría un proceso similar bajo el concepto de colonización pedagógica: la imposición de ideas foráneas que llevan a los sectores populares a actuar en contra de sus propios intereses. Hoy, la producción yerbatera en Argentina es un ejemplo de esta trampa ideológica. Durante años, los pequeños productores prosperaron bajo un esquema de regulación estatal que garantizaba precios justos y protegía la producción local. Sin embargo, influenciados por discursos que exaltan la “libertad económica” y demonizan la intervención del Estado, muchos han respaldado gobiernos liberales que, en nombre del libre mercado, desregularon la actividad y los dejaron desamparados ante los grandes monopolios. La idea de que el mercado yerbatero puede autorregularse es, en sí misma, una falacia. No se trata de un mercado de competencia perfecta, donde todos los actores tienen igual poder de negociación. Un puñado de grandes molinos y comercializadoras concentra la compra y distribución, fijando precios y dejando a los pequeños productores sin capacidad de decisión. Sin regulación, estos agricultores reciben pagos cada vez más bajos por su cosecha, mientras el precio final en las góndolas sigue aumentando. Este proceso responde a la advertencia de Martí y Jauretche. La Nuestra América productiva, que debería apostar por su propio modelo de desarrollo, se ve atrapada en doctrinas económicas que la debilitan. Martí decía que gobernar es prever, pero los gobiernos liberales, al eliminar regulaciones sin medir las consecuencias, han ignorado esta premisa. En el caso de la yerba mate, un liderazgo responsable no puede pasar por alto que la desregulación no fomenta la competencia, sino que fortalece la concentración del mercado. El resultado es predecible: cuando el mercado desregulado asfixia a los pequeños productores, el gobierno liberal que impulsó esa desregulación les dice que “se dediquen a otra cosa”. Así, la yerba mate, que durante generaciones ha sido el sustento de miles de familias misioneras, queda en manos de unos pocos jugadores con poder de fijación de precios. Mientras tanto, la precarización avanza y las economías regionales se debilitan. No se trata de rechazar la competencia ni de negar la eficiencia, sino de reconocer que sin regulaciones que equilibren el poder de negociación, el mercado no distribuye de manera justa. Jauretche y Martí, desde diferentes épocas y contextos, coinciden en la misma advertencia: los pueblos que no generan un pensamiento propio terminan repitiendo doctrinas ajenas que los perjudican. El liberalismo, con su dogma de la no intervención, termina beneficiando siempre a los más fuertes, mientras los pequeños productores, creyendo en la promesa de un mercado justo, terminan siendo sus principales víctimas. La pregunta es: ¿seguiremos creyendo en la falacia del libre mercado o recuperaremos una mirada que realmente proteja a quienes sostienen la producción yerbatera?
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