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» Eldifusor
Fecha: 15/03/2025 19:50
Por MARÍA FERNANDA MAQUIEIRA* La industria editorial da cuenta clara de esto: desde hace algunos años, el segmento juvenil crece a un ritmo sostenido. Pero ¿qué leen los más jóvenes? ¿Prefieren los libros en papel o en digital? ¿Cómo conciben la lectura?. María Fernanda Maquieira, especialista en literatura infantil y juvenil, aborda estas cuestiones desde su experiencia como editora. Además, conversamos con algunos lectores para conocer sus preferencias. Los jóvenes son por carácter concupiscentes y decididos a hacer cuanto pueden apetecer (…). También son fácilmente variables y enseguida se cansan de los placeres, y los apetecen con violencia, pero también se calman rápidamente; sus caprichos son violentos, pero no grandes (…). También son los jóvenes apasionados y de genio vivo, y capaces de dejarse llevar por sus impulsos. Y son dominados por la ira, ya que por punto de honra no aguantan ser despreciados, antes se enojan si se creen objeto de injusticia. Y aman el prestigio, pero más aún el vencer, porque la juventud tiene apetito de excelencia, y la victoria es una superación de algo (…). Y no son malintencionados, sino ingenuos, porque todavía no han sido testigos de muchas maldades. Y son crédulos, porque todavía no han sido engañados en muchas cosas (…). Todo lo hacen en exceso: aman demasiado y odian demasiado, y todo lo demás de semejante manera. Y cometen las injusticias por insolencia, pero no por maldad (…). Así pues, tal es el carácter de los jóvenes. Los jóvenes son por carácter concupiscentes y decididos a hacer cuanto pueden apetecer (…). También son fácilmente variables y enseguida se cansan de los placeres, y los apetecen con violencia, pero también se calman rápidamente; sus caprichos son violentos, pero no grandes (…). También son los jóvenes apasionados y de genio vivo, y capaces de dejarse llevar por sus impulsos. Y son dominados por la ira, ya que por punto de honra no aguantan ser despreciados, antes se enojan si se creen objeto de injusticia. Y aman el prestigio, pero más aún el vencer, porque la juventud tiene apetito de excelencia, y la victoria es una superación de algo (…). Y no son malintencionados, sino ingenuos, porque todavía no han sido testigos de muchas maldades. Y son crédulos, porque todavía no han sido engañados en muchas cosas (…). Todo lo hacen en exceso: aman demasiado y odian demasiado, y todo lo demás de semejante manera. Y cometen las injusticias por insolencia, pero no por maldad (…). Así pues, tal es el carácter de los jóvenes. Aristóteles, Retórica, libro II. Apasionados. Descontrolados. Erotizados. Malhumorados. Apáticos. Competitivos. Expectantes de futuro. Nobles. Exaltados. Amigos. Omnipotentes. Deseosos de diversión. Comprometidos. Rebeldes. Cambiantes. Inestables. Idealistas. Tribales. Generosos. Irresponsables. Altruistas. Egocéntricos. Hiperconectados… Así podríamos seguir armando una red semántica de asociaciones sobre el término “adolescentes”. Tanto en la época de Aristóteles como en la actualidad, la adolescencia ha sido y es una etapa de transformaciones múltiples y muy profundas, que cada uno transita de manera distinta. Para muchos especialistas, la adolescencia es una categoría socialmente construida, que cambia según la época y el lugar, de modo que es un estadio muy difícil de acotar, pues varía tanto su inicio como su duración según las épocas, las culturas y el contexto social. Su inicio suele asociarse con el desarrollo sexual y los cambios biológicos y psíquicos de la pubertad y, en algunas culturas, con ciertos ritos de iniciación. Su final se relaciona con el momento de emancipación y el paso a la adultez. Se puede considerar a la adolescencia, entonces, como un proceso cuya extensión es variable y dependiente del contexto sociocultural en el que cada uno va transformándose, madu rando y dejando de ser niño, a su ritmo y a su modo, en tiempos y espacios diferentes. Es un momento de transición, que tiene sus ritos de pasaje, en el que muchas veces los jóvenes se sienten descolocados, sorprendidos o angustiados frente a las transformaciones de su cuerpo y su mente, a las nuevas experiencias vitales, al mundo que se abre ante a ellos. Dicho de otro modo, es “el despertar de primavera”, tiempo suspendido, instancia ciertamente dolorosa e inquietante de dejar la niñez e ingresar en la categoría de adultos. Para algunos psicoanalistas la adolescencia es un momento de sturm und drang, es decir, de tormenta y empuje, y, a grandes rasgos, se caracteriza por una mezcla de sentimientos de aislamiento, ansiedad y confusión; de intensa exploración personal y búsqueda de la identidad. Algunas veces los adolescentes luchan contra sus instintos, otras, los aceptan; aman y odian a sus padres; se rebelan y se someten a la autoridad; tratan de imitar, pero también quieren diferenciarse y ser independientes. En nuestra sociedad actual hay, por un lado, una verdadera fascinación e idealización de la juventud; es una época en la que muchos adultos quieren ser jóvenes eternamente. Pero, por otra parte, los adolescentes son un grupo vulnerable, el que más sufre las consecuencias de la pobreza, el desempleo, los abusos, la violencia, las guerras, las adicciones y la falta de perspectivas. De alguna manera, ellos nos muestran nuestras zonas más oscuras, nos enfrentan con nuestras debilidades, cuestionan nuestras verdades absolutas, rompen nuestras certezas, descubren nuestras miserias y son víctimas de los horrores del mundo que les dejamos. Y, como contracara, representan la esperanza de un futuro mejor, con menos desigualdad, más derechos, mentes más abiertas, menor discriminación, mayor cuidado del medio ambiente y más conciencia social. Busco mi destino Los adolescentes se ven atravesados permanentemente por el poder que los mayores ejercen sobre ellos, por los límites que les imponen los adultos y por la subordinación a la autoridad. Por otro lado, tienen una necesidad de confrontación con ese mundo. Quieren transgredir, romper los límites, pasar la línea. Quieren crecer, pero salir de la niñez duele y angustia. En ese tránsito, la lectura puede ser un desafío y un móvil para nombrar lo que pasa, para darle un sentido a la experiencia, para movilizar lo que está oculto, para ponerle voz al sufrimiento. En definitiva, para exorcizar los miedos y darle forma a los deseos. Como dijo la escritora Úrsula Le Guin: “La resistencia y el cambio muchas veces empiezan con el arte, y muy a menudo con nuestro arte, el arte de las palabras”. La narrativa ha sabido acompañar, de las formas más diversas, esta búsqueda de confrontación con el mundo de los jóvenes. Los libros de transición —aquellos que el filósofo Marc Soriano, en su libro La literatura para niños y jóvenes. Guía de exploración de sus grandes temas, define como “obras de calidad que puedan facilitarles el pasaje entre la literatura infantil y la literatura a secas”— han sabido acompañar estos procesos. Se trata de obras breves, con acción, suspenso y sorpresa; de diferentes épocas y con diversidad geográfica, y, fundamentalmente, con temas universales que corresponden a los intereses de quienes transitan entre la niñez y la juventud. Son, dice Soriano, libros que pueden “ayudar a los adolescentes a superar el estadio de la amargura y la revuelta violenta, y a buscar soluciones constructivas a los problemas que les conciernen”. También las novelas, género destacado por excelencia entre otros, han servido -y sirven-para poner en juego temas cruciales en esa etapa de la vida: el amor, la muerte o el sexo, temas tabúes en la vida cotidiana, en la escuela, en la familia. Los jóvenes sí leen A pesar del mito extendido, los jóvenes siguen leyendo libros guiados por la familia, los amigos y las redes sociales. La industria editorial da cuenta clara del interés creciente de los jóvenes por la lectura. Solo con analizar las cifras de producción y venta se observa que la literatura infantil y juvenil es un área que crece sostenidamente. En el informe del primer semestre 2017 elaborado por la Cámara Argentina del Libro -cuya fuente es la Agencia Argentina de ISBN- se expresa que del total de novedades publicadas por el sector editorial comercial, el 22% corresponde a libros de literatura infantil y juvenil, lo que muestra un marcado crecimiento en la producción, ya que en 2016 fueron el 16%, y en 2015, el 14%. Según los datos de venta proporcionados por la consultora privada Promage, la literatura juvenil terminó el año 2017 con un crecimiento del 5%. Los indicadores de 2017 aparecían sobrevaluados por el efecto del libro sobre Harry Potter lanzado en el último trimestre de 2016. En 2017, a pesar de no haber tenido un éxito del nivel de este título, las ventas de libros juveniles en su conjunto superaron los volúmenes de 2016. Algunos de los libros más vendidos en el año estuvieron relacionados con éxitos del cine o las series o con cuestiones de género como Por trece razones, Cuentos de buenas noches para niñas rebeldes y Todo todo. En una encuesta realizada en 2017 por la Fundación El Libro sobre el perfil de los asistentes a la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, se revela que el 94% de los jóvenes de entre 16 y 24 años consultados había leído al menos un libro en el último año. De ellos, el 92% dijo haber elegido leer por sí mismo y no por prescripción de un docente o por razones laborales. El 86% eligió textos de ficción (novelas, cuentos, poesías). Entre esos lectores frecuentes, el 60% dijo haber concurrido a librerías cuatro o más veces durante el último año. Esa franja de edad es un foco importante para la Fundación El Libro: en los últimos años, la Feria organiza actividades y eventos especialmente dirigidos a ese segmento, como encuentros con booktubers, youtubers y bookstagrammers, convenciones de blogueros, charlas y mesas de discusiones temáticas y conferencias de autores nacionales e internacionales. En otra encuesta, “Consumos y prácticas culturales adolescentes” -un estudio nacional realizado en 2016 por la Asociación de Diarios del Interior a 1.800 chicos de 14 a 18 años- el 75% de los consultados manifestó que lee en el celular, mientras que el 2% lee en papel. Cuando se les preguntó a los jóvenes por el contenido de lo que leían, el 70% dijo leer materiales de las redes sociales y el 30%, libros que no son para la escuela. Con respecto a otros consumos culturales, el celular es el principal dispositivo, tendiente a convertirse en el único: allí los adolescentes miran películas o series, leen libros y noticias, escuchan música. El 70% de chicos están conectados todo el día a Internet; pero aun cuando los chicos se relacionan a través de la tecnología, cuando se les pregunta su preferencia ellos eligen salir con amigos y la vida social cara a cara. Ya sea en papel o en pantallas, presenciamos una época en la que se lee más que nunca, aunque es evidente que se han modificado algunos aspectos de la lectura. Si bien sigue siendo un acto individual y solitario, convive con otras formas culturales y de entretenimiento. Es una acción íntima y a la vez un hecho comunicacional, una experiencia compartida con otros a través de los medios tecnológicos, que se enriquece con nuevos contenidos, formatos e intercambios que la red posibilita: se leen libros, pero a la vez se ven videos y fotografías, se escucha música, se envían y se reciben mensajes, se comparten opiniones en redes sociales, se intercambian recomendaciones; en esa gran trama, se consumen producciones de otros a la vez que se elaboran y comparten contenidos propios. A los jóvenes les encanta leer cuando tienen la oportunidad de hacerlo. Por eso, necesitan ámbitos propicios para desarrollar el hábito -más allá de la lectura obligatoria en la escuela- y buenas historias que los convoquen, que apelen a su curiosidad. Para que como Bastian, el personaje de La Historia Interminable se pregunten : “Me gustaría saber (…) qué pasa realmente en un li- bro cuando está cerrado. Naturalmente, dentro hay sólo letras impresas sobre el papel, pero sin embargo… algo debe de pasar, porque cuando lo abro aparece de pronto una historia entera. Dentro hay personas que no conozco todavía, y todas las aventuras, hazañas y peleas posibles… y a veces se producen tormentas en el mar o se llega a países o ciudades exóticos. Todo eso está en el libro de algún modo. Para vivirlo hay que leerlo, eso está claro. Pero está dentro ya antes. Me gustaría saber de qué modo”.
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