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  • Los becerros de oro

    » Data Chaco

    Fecha: 15/03/2025 14:10

    Juan Carlos Tuyaré. El hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios y revestido de particularidades celestiales que luego las perdió por el camino. Señala el texto bíblico que después de haber terminado la creación, Dios dijo: "Hagamos al hombre conforme a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra". La idea primordial era que el hombre fuese casi como Dios en la tierra. Pero la imprudencia hizo que esas particularidades celestiales fueran perdidas por causa de la transgresión en el Edén, y una de las consecuencias de aquella acción fue la instalación de la incredulidad en la mente del ser humano. Ver para creer A partir de aquel momento el hombre necesitó primero ver para luego creer; o dicho de otro modo, ser testigo de algo, para después poder creer. Si bien es cierto no se conoce el momento exacto en que comenzó esa debilidad en el hombre; muchos suponen que esa conducta de "ver para creer" se puso de manifiesto cuando Tomás, uno de los doce, no estaba con ellos cuando Jesús vino a encontrase con el resto de sus discípulos luego de su resurrección. Ellos le dijeron a Tomás: "Al Señor hemos visto. Y Tomás les dijo: Si no viere en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré." Y ocho días después, estaban otra vez sus discípulos reunidos, y con ellos Tomás. Vino Jesús, a pesar que estaban cerradas las puertas, y se puso en medio, y dijo: Paz a vosotros. Luego dijo a Tomás: Mete tu dedo aquí, y ve mis manos: y alarga acá tu mano, y métela en mi costado: y no seas incrédulo, sino fiel. Entonces Tomás respondió, y dijo: ¡Señor mío, y Dios mío! Y Jesús le contestó: Porque me has visto, Tomás, creíste: bienaventurados los que no vieron y creyeron." Siglos antes Sin embargo, siglos antes de este episodio, cuando camino a la tierra prometida Moisés subió a la montaña a recibir los 10 mandamientos, su tardanza para bajar incentivó al pueblo a la incredulidad; y el hermano de Moisés, vencido por la ansiedad del pueblo y con lo que habían traído de Egipto, tuvo que fabricar un becerro fundiendo oro para que, viéndolo, lo adoraran. En la actualidad existen muchos becerros de oro que reemplazan a la fe, definida teológicamente como la certeza de lo que se espera y la convicción de lo que no se ve. Recreación del becerro de oro Uno de esos becerros de oro es lo que se conoce como la "cruz orlanda", una medalla bautizada como el símbolo que teóricamente representaría el equilibrio, la fe, el amor y la luz, la protección, la atracción de energía positiva y el fortalecimiento de la conexión con lo divino. Así lo definió su creador Benjamín Solari Parravicini, un pintor y escultor nacido en 1898, en Buenos Aires, denominado como el Nostradamus argentino, supuestamente dueño de la posibilidad de adivinar el futuro. La situación agravante es que conspicuos miembros del Gobierno han caído bajo la seducción de consultar a la cruz orlanda y utilizarla en su gestión como amuleto para la suerte. El consejo divino para situaciones de esta naturaleza es: "Cuando les digan que consulten a los adivinos y a los espiritistas que susurran y murmuran, digan: ¿No debe un pueblo consultar a Dios? ¿Acaso consultará a los muertos por los vivos? Es lamentable que la incredulidad de los hombres los ha llevado a la recreación de becerros de oro, con distintos nombres, que no hacen otra cosa que alejarlos de Dios. Un verdadero líder, lo primero que hace es consultar con la palabra de Dios para adquirir sabiduría. Es una verdadera pena que casi nadie lo haga.

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