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» Elterritorio
Fecha: 12/03/2025 17:37
Lucas Chávez, director de la Escuela de Rock, calificó como una pasión ser docente. El consejo de su padre, el trato con los chicos y cómo lo llena dejar un legado “desde lo humano” miércoles 12 de marzo de 2025 | 7:00hs. Lucas Chávez conocía poco y nada de Misiones cuando llegó y desde hace más de 15 años adoptó a la provincia como su refugio. Foto: Marcelo Rodríguez Se abre la puerta y se descubre un ambiente sutilmente desfachatado, lleno de sonidos que por un rato están en silencio y que luego, se entrecruzan, conviven, dialogan. Hay retoques artísticos unidos a la música y grafitis con mensajes que llegan a lo más profundo del alma. Todas huellas de aquellos que pasaron y de quienes -como alumnos- disfrutan de este presente en la Escuela de Rock en la capital provincial, que con quince años de recorrido ensaya una sonrisa, proyecta y va por más. Lucas Chávez, director de la escuela, es la principal cara visible. Y en su hogar, porque el inmueble en el cual se dictan clases además hay un espacio en el que convive con su compañera Ada, planifica, abre su corazón y sueña, como ocurrió en 2008 cuando pisó por primera vez la tierra colorada. Hay reminiscencias del adolescente que tuvo su primer click cuando el dueño de la sala de ensayos que alquilaban le preguntó si se animaba a dar clases. O cuando su papá lo alentó a que se podía vivir de la música, sólo que “había que buscar la forma”. También de ese joven que sentado en el microcentro posadeño y con una guitarra recibió la invitación de Osvaldo de La Fuente para hacer música. Y ahí, las puertas se abrieron, en Grillos Sinfónicos con un taller de verano, la continuidad y el momento de dar el salto de manera independiente. “La vida me trajo acá. Me instalé acá y a fines del 2008 me llamaron para cubrir unas horas, unas suplencias en Grillitos Sinfónicos. Después presenté un proyecto en el 2009 en Grillitos ligado a otro. Y ahí me quedé. Hice un taller de rock que duró un mes para los alumnos de la orquesta. Y bueno, a partir de ahí empezó a haber más pedidos y ahí empezamos, claro, con una aula en la casa de nuestros amigos de Grillitos Sinfónicos”, recordó Lucas. “Después estuve en conjunto con otros muchachos en esa misma aula y y fuimos creciendo. Y tuvimos eventos compartidos, y le pusimos un nombre: Grillos Rock. En el 2012 decidimos independizarnos y año a año crecía el proyecto hasta hasta llegar a hoy (en la sede sobre avenida Junín)”, repasó Chávez. ¿Qué es la música para vos? Y... la música para mí es mi vida; tuve muchos proyectos porque bueno, estudié bajo, batería, guitarra, siempre toqué en muchos lugares y y bueno, me faltaba esa parte de lo que es la orquesta, que gracias a Marilé y Miguel (a cargo de Grillos Sinfónicos) me introdujeron en ese mundo y bueno, me preparé, estudié para dirección orquestal, como no me pude escapar, digamos, de la música. Toda mi vida hice eso, pero más allá de la música como forma de vida, lo más fuerte es la parte de la docencia. Eso lo descubrí con el tiempo de enseñar y guiar y armar grupos. Todo eso es como que le ganó a a la parte mía de músico. Es como que me apasionó más, si bien nunca dejé de tocar, pero es como que a la mañana me levanto con música y y termino con música. O sea, ¿hoy te considerás un pedagogo de la música? Sí, porque incluso disfruto más viendo el proceso y el trabajo en otros que cuando yo toco, por ejemplo; cuando yo me presento con un proyecto, lo disfruto, me gusta, pero disfruto más ver el resultado en niños, adolescentes o chicos que están estudiando en Buenos Aires, que fueron influenciados por mí. Tengo un speach: y digo, “bueno, si vos buscás la forma, se puede vivir de la música en Argentina.” Es muy difícil. Pero siempre hay una manera, porque tiene muchas ramas: grabar, producir para otro, tener muchas bandas y tocar. Es un camino difícil, pero se puede, hay que insistir. No es tan fácil, hay que insistir. Y en ese arte de enseñar, ¿cómo fuiste llevando ese proceso para mantener las mismas herramientas y a su vez ser genuino con los chicos? Si bien en mi casa siempre hubo música con mi papá, que era músico y director de banda y todo eso, era como que no nunca imaginé que yo podía transmitir y me encantó. Y ahí quedó y después se sumó otro alumno y así. Con eso aprendí. Chávez reflexiona que “cuando formé la primera camada en el 2009 de músicos, de rockeros, adolescentes y niños, era distinto y no estamos hablando hace mucho, ¿no? Pero desde cierta época sí se notó que los chicos decían, “no, yo ya lo saqué al tema, yo ya sé cómo es”. Entonces, cuando no tienen YouTube el oído no es el mismo, o sea, antes nosotros sacábamos de oído las canciones. Era poner, rebobinar y poner, rebobinar y poner. Y eso creo que más allá de los chicos, a mí me preparó de distinta manera, como profesor y como guía a los profes nuevos. Decir, a ver, dejemos un rato de lado el celular, las pantalla y vamos a escuchar qué está pasando. Y esa metodología de enseñarle a los chicos diciendo, “escuchemos y mirá lo que está pasando” me dio siempre resultados porque los chicos de ahora son más desafiantes en el buen sentido, ¿no?”. Hoy con la escuela consolidada, ¿cuáles son los ejes para que a un proyecto le vaya bien? Es en la insistencia y en creer en el proyecto. Entonces, ante eso, sí o sí en algún momento te va a ir bien porque hemos apostado a un montón de proyectos acá que no necesariamente tengan que tener un rédito económico o un montón de chicos y decir, “bueno, abrimos las puertas para que a ellos les interese, que les gusta y se ve mucho en los vivos. Porque en los vivos si bien son padres, son familiares que siempre no son muy objetivos, va otra gente y dice, “no lo puedo creer. Que chicos de 8 años estén tocando Charly García y que suenen bien y que se les enseña desde que son pequeños el profesionalismo en la sala de ensayo. En la hora de ensayar entramos a la sala y no vamos a hacer otra cosa. Se insiste mucho con la puntualidad, se insiste mucho con la disciplina. Yo por lo menos soy muy insistente con eso, con la disciplina. De ponerle desafíos, de ponerle metas, de ponerle objetivos. Y ahí cómo manejás, porque hay un límite muy fino con la frustración del chico, del alumno... Lo que se hace es ir de menor a mayor. Yo le formo de la siguiente manera a los chicos, sobre todo a los bateristas, de decirles, “bueno, mirá, no hay una sola manera de tocar esta canción que vos querés tocar”. Obviamente que hay procesos de velocidad, si no tienen la velocidad, les digo, “bueno, lo vamos aprendiendo muy de a poco”. Y además ese chico se pasa todo el año con una sola canción, pero llega al objetivo. Su objetivo es de aprender esa canción, entonces, enfoquémonos en eso y mediante técnicas de repetición. ¿Un éxito no siempre está asociado al dinero? Y en el caso de nuestro rubro no, porque es lo que siempre digo: el artista vive del aplauso, del escenario, el objetivo es llegar ahí, tocar y que digamos el rédito está en el público. Creo que eso es el éxito. Encima los pibes hoy en día a veces vienen y me dicen, “profe, mirá, voy a grabar los temas, los voy a subir a YouTube porque yo quiero ser famoso”. Bueno, está bien, es reimportante. Por eso yo en esa área no me meto porque hoy nadie va a ir a poner un CD y va a escuchar, sino que van a ir a YouTube y van a ver si estás ahí en TikTok. Y a veces el rédito no está ahí, sino que está en el escenario o en haber logrado algo. Nosotros tardamos mucho mucho tiempo en acomodarnos. Tardamos muchísimo, nos mudamos tres veces, parece que es todo fácil. Y como soy músico, me interesa que las aulas estén bien equipadas, que tengan todas las herramientas para poder aprender de forma correcta. ¿Hubo algún momento o algún bajón que hayas dicho, “dejemos abajo el proyecto”? No, pero sí un momento que tuvimos que decidir. Durante mucho tiempo la escuela funcionó en nuestra casa. No fue un mes, fueron un par de buenos años y se nos volvió un poco en contra. Entonces, empezar a decidir qué hacemos. Y decir, “está buenísimo”, pero llegó un momento que ya no teníamos intimidad familiar, con nuestros hijos, todo. Entonces eso puedo decir como que fue algo bisagra que nos hizo decir, “no, vamos a formar bien la escuela, nuestra casa aparte.” Pero creo que hubo altibajos, no un bajón así pronunciado, pero sí hubo altibajos. ¿Sentís que por ahí el momento donde existe mucha crispación cumple un rol importante? En ese sentido tenemos un lema que lo tenemos desde siempre que corre desde mí, que soy la cabeza, pasa por los profesores, los alumnos y siempre sentí que estamos como en una burbuja, más allá de lo social y todo eso, lo político. Nosotros tenemos una bajada de línea que en este lugar no se habla de política, no se habla de religión, no se habla de fútbol y no se habla ni se opina de las apariencias de los demás o los aspectos físicos de los demás. Acá conviven chicos, pues vas a ver si vos venís a la tarde, vas a ver chicas de 8 años con chicos de 10, hablando de música, compartiendo, adolescentes con sus estilos. Y hacemos eso porque siento que eso por ahí confunde y trae esas crispaciones que vos decís. Entonces nos ha sucedido que desde docentes hasta alumnos han tenido esos chispazos con lo que tiene que ver con la política, con el fútbol, la religión y todo eso. No somos muy estrictos con el tema de la matrícula, de la cuota y la inscripción. Preferimos que vengan y nos digan que mi hijo ama venir acá, pero no puede pagar. No importa. Que venga. La verdad que el contexto social hace que la economía de todos empiece siempre a recortar por la cultura y el arte. Entonces, nosotros el año pasado terminamos con un montón de chicos becados. Ayudar a los padres que están pasando con situaciones difíciles y ayudar a los chicos porque la música y el arte en sí, es algo que te saca un poco de las pantallas, te saca de la calle. Y en ese proceso de crecimiento profesional y de la escuela, ¿qué análisis hacés del apoyo al arte? Yo creo mucho en la autogestión. Y ese es mi análisis de si lo tengo que resumir en general. En decir, bueno, no nos quedemos esperando a que nos llamen, no nos quedemos esperando a ver si sale algo, sino generemos nosotros. ¿Qué te llena hoy? Es tan efímero que pasa el concierto, la emoción y es todo tan rápido y tan adrenalínico que pasa. Y me llena, así está buenísimo, es como lo vivo, muy pasionalmente. Lo que más me llena es que hay chicos de 20 y pico de años que vuelven, que están estudiando en Buenos Aires que están o trabajando y vuelven... eso es es increíble porque es es como decir, bueno, algo dejamos, algo más que la música. Acá somos muy así, por lo menos soy muy hincha con esa parte humana. De acercarnos y y bueno, acompañarlos desde otros lados, porque son edades difíciles. ¿De qué golpe aprendiste? Tuve dos golpes muy marcados: uno es la muerte de mi viejo, que él tuvo cinco hijos y era músico, era director de banda y el único que salió músico fui yo y él siempre me insistió a mí, yo era el más chico, quizás por eso también todos mis hermanos escaparon a eso. Pero tenía una conexión con él desde lo musical que era muy fuerte, se murió muy joven. Él siempre me dijo ‘vos podés vivir de la música, buscá de qué forma’. Él me hizo ver eso. Y bueno, eso fue lo que me marcó mucho y después que la venida acá (a Misiones), eso me hizo un cambio rotundo y me hizo creer que yo sí podía porque yo acá vine a la fuerza, porque yo vine por mi hijo acá. Tuve la suerte de que me llamaran para trabajar y desarrollar un proyecto y que funcione, porque por ahí no funcionaba y tranquilamente tendría que haberme vuelto o vivir de otra cosa. Hablaste del ego, ¿cómo te llevás con el ego? Es muy fina la línea entre ser docente y ser músico, porque el ego también está bueno para un músico, porque te la tenés que creer un poco para poder subirte a un escenario. Pero no lo logro convivir con el docente. Te tenés que despojar de todo lo que tenés. Vos tenés un montón de problemas, tenés un montón de conflictos, de pareja, en lo social, en lo económico. Pero yo abro la escuela o entro al aula y nada de eso me afecta, o sea, puedo estar en el peor momento personal, y eso es despojarse de todo lo que le pasa a uno para estar al servicio del alumno, no sólo del chico, porque hay alumnos que son grandes y por eso creo que el ego no puede convivir con el docente. En cambio con el músico un poco sí, porque el músico necesita, es decir, me la tengo que creer para subir al escenario y dejar todo. De hecho, nosotros les transmitimos eso a los chicos. No importa si se equivocan, no importa, ustedes están ahí y el que está abajo del escenario no está cumpliendo el mismo rol, porque piensan por ahí mucha gente nos va a ver... sí, pero vos estás ahí arriba. No todos pueden estar ahí arriba. Entonces hay que inflarles un poco el ego. Pero bueno, te digo que son como dos partes muy separadas, del músico al docente. Es es difícil saber convivir. ¿Cuándo es mejor escuchar antes que hablar? Creo que tiene que ver con una cuestión de los roles. Todo el tiempo tenemos que estar escuchando, sobre todo a los alumnos y a los mismos docentes. Y en el tema de la música pasa exactamente lo mismo. Se aprende con el tiempo, con los años, la experiencia, de escuchar a la persona que tenés al lado o al docente o a la alumna. Perfil Lucas Chávez Profesor de música Formado como profesor en la Escuela de Música de Buenos Aires/Estudió dirección de orquesta infantojuvenil (en Misiones). Al frente de la Escuela de Rock desde el 2009, dirigió en el Centro de Educación Músical (Cemu), Iguazú en Concierto y en el Luna Park.
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