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  • El cadáver de la mujer de La Corredoria, en Asturias, momificado y entre basura: su hijo seguía cobrando sus dos pensiones

    » Diario Cordoba

    Fecha: 12/03/2025 16:36

    El macabro hallazgo que conmocionó a La Corredoria la noche del lunes comienza a despejar algunas incógnitas. El cadáver de Lorentina Suárez, la vecina de La Carisa a la que sus vecinos llevaban años sin ver por la calle, apareció momificado y sin signos externos de violencia en una habitación de su piso de la calle Lucas Rodríguez Pire, donde su hijo José, de 45 años, fue detenido por agentes de la Policía Nacional después de que hallaran el cuerpo rodeado de once perros y tres gatos y montones de basura, según fuentes próximas a la investigación. Las mismas fuentes apuntan a que el arrestado, que sigue en comisaría pendiente de pasar a disposición judicial, sufre síndrome de Diógenes y será sometido a pruebas médicas para valorar su estado psíquico. Además, no descartan que la mujer lleve muerta varios años, en los que su hijo ha seguido cobrando las dos pensiones públicas que ella venía percibiendo desde hace mucho tiempo. A la espera del resultado de la autopsia, que los forenses tenían previsto culminar a lo largo de la jornada de ayer, los vecinos del bloque, que todavía tratan de digerir lo sucedido, admiten que el arrestado "estaba un poco loco", pero al mismo tiempo consideran poco probable, como apuntan los indicios, que acabara con la vida de su progenitora. "Estaban muy unidos, iban al cine, de compras o a mirar escaparates. Cuando eran las fiestas de San Juan en el barrio, disfrutaban mucho tomando sidrina", desvelaba ayer Carmen Muñoz, vecina de ambos desde 1993, cuando madre e hijo se trasladaron desde Vallobín a la vivienda propiedad de Vipasa en la que residían desde entonces y donde tuvo lugar la detención. Muñoz, al igual que otros muchos vecinos, fecha en el inicio del confinamiento de la pandemia del covid el momento en el que Lorentina, que según fuentes policiales tendría hoy 78 años, dejó de dar señales de vida. "Yo le preguntaba a José que dónde estaba su madre y él respondía que estaba tirada en el sofá viendo la tele, que no le había pasado nada de nada", apunta la mujer. Otro vecino del primero, Juan Jiménez, dice no estar sorprendido por el hallazgo del cadáver en el interior de una vivienda de la que desde hace un lustro salía habitualmente un olor muy fuerte. "Muchos temíamos que ella podía llevar tiempo muerta en la casa", afirma, asegurando que el detenido evidenciaba sufrir algún tipo de enfermedad psíquica. "No habla con nadie, todos lo tenemos por un loco", confiesa. Los vecinos dicen que el detenido salía a diario corriendo del portal para ir a comprar el pan Las opiniones sobre la difunta son mucho más positivas. "Era una señora muy agradable y simpática", indica Carmen Muñoz, quien recuerda cómo "Tina", como la conocían en el vecindario, echaba las cartas del tarot, incluso después de estar jubilada. "Ya no se dedicaba a ello, pero si se lo pedías no te decía que no", cuenta sobre una de las facetas de una mujer que, según la propia Muñoz, había tenido cuatro hijos de una relación anterior a la que tuvo con el padre de José (fallecido hace años de cáncer), pero "no se hablaba" con ninguno de sus otros vástagos. Varios residentes del bloque consultados por este diario coinciden en que en los primeros años de su estancia en La Carisa, madre e hijo llevaban una vida muy normal. "Él hacía judo o kárate, porque siempre la veías a ella tendiendo el uniforme (quimono) a la ventana", rememora Muñoz al referirse a una etapa en la que el entonces joven vecino salía y entraba mucho de casa para acudir a entrenamientos o competiciones. La situación cambió radicalmente cuando él cumplió 16 años y dejó los estudios. "A partir de ahí se hicieron inseparables", cuenta respecto a una relación materno-filial muy férrea, en la que el chaval hacía todos sus planes en compañía de la mujer. Carreras mañaneras Los investigadores apuntan a que José podría padecer problemas "psíquicos y físicos", pero ello no le impide poder salir de casa en horarios intempestivos para hacer recados con la intención de exponerse lo mínimo posible a ser visto por sus vecinos. "Solíamos verle salir del portal corriendo entre las ocho y las nueve para comprar el pan y también por la noche a pasear por los alrededores del bloque", coinciden en señalar desde su ventana Rubín y Nerea, dos vecinas veinteañeras del bloque. Su extraño comportamiento, unido al fuerte olor que solía salir del interior de la vivienda, "especialmente por el verano", colmó la paciencia de los ocupantes del inmueble el pasado viernes. El 091 recibió una llamada advirtiendo de los insoportables olores denunciados en varias ocasiones a Vipasa sin obtener el resultado esperado. Una patrulla de la Policía Nacional se personó en la puerta de la vivienda. Al no obtener respuesta, intentaron abrirla por medio de distintos métodos, entre ellos usando una radiografía, pero no lo consiguieron. Finalmente, José abrió la puerta. Los agentes le preguntaron por su madre y dudó. Primero dijo que estaba de viaje en Portugal, luego comentó que se encontraba ingresada en el HUCA. Algo olía a podrido en esa declaración, igual que dentro de la vivienda. El varón practicó artes marciales de joven y se volcó en su progenitora tras dejar los estudios La patrulla pidió permiso para acceder a la casa. El inquilino respondió que sin autorización judicial no lo iba a permitir. Los agentes se fueron, pero con la sensación de que el varón, visto su nerviosismo, estaba ocultando algo. Sería tres días después, el pasado lunes, cuando tuvo lugar una segunda intentona, esta vez con orden judicial de registro. Varios agentes se citaron a las siete de la tarde frente a la puerta del piso. Sabedores de que en el interior podría haber perros, llamaron a la Fundación Protectora de Animales del Principado. Varios empleados ya merodeaban por el edificio a eso de las seis y media. Treinta minutos después, la Policía llamó a la puerta, no hubo respuesta y decidieron echarla abajo. José asomó y comunicó que compartía casa con once perros y tres gatos (los vecinos que habían puesto la oreja en la puerta entendieron en un primer momento que los gatos eran trece). En ese momento entró en acción la Protectora, cuyos empleados hallaron a los once canes y los trasladaron a sus instalaciones, dejando vía libre a los nacionales. Los funcionarios se encontraron una vivienda con grandes montones de basura, con las ventanas tapiadas por tablas y cartones y sin luz, salvo en una de las habitaciones. El registro dio rápidamente frutos, pues los policías hallaron en una de las habitaciones el cuerpo sin vida de Lorentina, el cual estaba entero, pero momificado y sin ninguna señal evidente de haber sufrido una muerte violenta. A partir de ahí, por el piso desfilaron agentes de la Científica y forenses. Los servicios funerarios subieron una camilla para intentar llevarse el cuerpo, pero la postura del mismo, encogido y muy rígido al mismo tiempo, les obligó a activar un plan B y sacar los restos dentro de una gran caja cuadrada, envuelta en una bolsa negra. Todo apunta a que la mujer llevaba mucho tiempo muerta, posiblemente años. No obstante, el jefe superior de la Policía Nacional en Asturias, José Ignacio Moreno, hizo ayer un llamamiento a la prudencia durante el acto conmemorativo de los cinco años del inicio de la pandemia celebrado en el HUCA. "Es muy difícil, hay que esperar a la autopsia y a los análisis para discernir la etiología de la muerte", explicó Moreno. A falta de conocer el resultado de los estudios forenses, en La Carisa los vecinos hacen sus propias quinielas. "Seguro que murió de muerte natural y como la quería tanto no se quiso separar de ella", barajó una residente de la misma calle, Dolores Fernández, mientras que otros apuntaron a posibles intereses económicos. "Él no tenía trabajo y quizás sin la paga de la madre no podía subsistir", contrapuso en un corrillo Alfonso Gómez. Unas incógnitas que tratarán de resolverse tanto por el resultado de las investigaciones de los forenses como por el testimonio del propio detenido, el cual podría pasar hoy mismo a disposición judicial y dar su versión sobre lo sucedido ante el juez o la jueza que se encargue de instruir el caso. "Estamos intrigados por saber lo que pasó", reconoció Paula Otero, vecina de 20 años del 2.º A, que el lunes se llevó uno de los mayores sustos de su vida al ver cómo sacaban del interior del piso colindante al suyo los restos de la que fuera su vecina.

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