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  • El hermano de Lady Di, Charles Spencer, revela los atroces abusos que padeció como pupilo en el internado Maidwell Hall

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 12/03/2025 08:46

    El pequeño Charles junto a su hermana mayor Diana, en una imagen del álbum familiar de los Spencer; él fue educado en Maidwell Hall, el polémico internado, durante la década del '70 (Grosby Group) Un año después de la publicación de Una escuela muy privada (Very Private School), las memorias de Charles Spencer, el impacto de su relato sigue resonando. Según informa The Times de Londres, el libro no solo expuso los abusos físicos, sexuales y psicológicos que el autor y otros niños sufrieron en el internado Maidwell Hall, sino que también desató una avalancha de testimonios de antiguos alumnos de internados británicos que vivieron experiencias similares. Las cartas y mensajes que Spencer ha recibido desde entonces han sido tanto un consuelo como una carga emocional, revelando un patrón de crueldad sistemática en instituciones que, bajo una fachada de tradición y privilegio, ocultaban prácticas devastadoras. Spencer, quien asistió a Maidwell Hall en la década de 1970, describió cómo el director de la escuela, Alec Porch, y otros maestros ejercían un control absoluto sobre los niños, recurriendo a castigos físicos extremos y, en algunos casos, a abusos sexuales. La publicación del libro no solo permitió a Spencer procesar su propio trauma, sino que también abrió un espacio para que otros compartieran sus historias, muchas de las cuales habían permanecido en silencio durante décadas. El internado Maidwell Hall, ubicado en una antigua mansión campestre en Inglaterra, fue fundado en 1933 por Oliver Wyatt, un veterano de la Primera Guerra Mundial (The Grosby Group) Un entorno de abuso bajo la apariencia de disciplina El internado Maidwell Hall, ubicado en una antigua mansión campestre en Inglaterra, fue fundado en 1933 por Oliver Wyatt, un veterano de la Primera Guerra Mundial. Según detalló The Times, Wyatt buscaba combinar su pasión por la horticultura con la educación, creando un espacio que atrajera a la élite aristocrática de la época. Sin embargo, para la década de 1960, bajo la dirección de Alec Porch, el ambiente de la escuela había degenerado en un régimen de disciplina extrema y abuso. Spencer relató que Porch, conocido entre los alumnos como “Jack”, utilizaba castigos físicos como una herramienta de control. Los golpes con zapatillas de suela dura y bastones eran comunes, y los castigos se aplicaban por infracciones menores como hablar después de la hora de dormir o derramar líquidos en la mesa. Según el autor, los castigos más severos, que incluían el uso de bastones apodados “Flick” y “Swish”, dejaban marcas visibles durante semanas. En un caso, un niño fue castigado por una broma que Porch consideró herética, lo que subraya el carácter punitivo y arbitrario del régimen disciplinario. Además de los castigos físicos, Spencer reveló que Porch también cometió abusos sexuales. Un primo del autor fue obligado a responder preguntas académicas mientras era golpeado y manoseado, un patrón que se repetía con otros niños. Porch también manipulaba emocionalmente a los alumnos, presentándose como una figura paterna sustituta en casos de familias disfuncionales. Un amigo de Spencer, cuyos padres estaban en proceso de divorcio, fue sometido a “confesiones dominicales” en las que debía admitir sus faltas y recibir castigos mientras estaba desnudo. El papel de los padres y el silencio institucional Uno de los aspectos más inquietantes que Spencer aborda en su libro es la aparente indiferencia de los padres ante los abusos que ocurrían en Maidwell Hall. Muchos padres, especialmente las madres, se sentían impotentes frente a la autoridad de Porch. Una madre relató que, aunque sospechaba que algo estaba mal debido a los gritos de su hijo antes de regresar al internado, no se atrevió a confrontar al director. Otra madre, aterrorizada por la figura de Porch, evitaba permanecer en la escuela más tiempo del necesario al dejar a sus hijos. Los hermanos se han unido: Diana saluda a Charles en la previa de un acto oficial en el Birthright Ball (Photo Library/Tim Graham) El medio también destacó que la cultura de la época y las tradiciones de la clase alta británica contribuyeron al silencio. Los niños no tenían acceso a teléfonos y las cartas que enviaban a sus padres eran supervisadas por los maestros, lo que limitaba su capacidad para denunciar los abusos. Además, existía una percepción generalizada de que asistir a un internado era un privilegio, lo que desalentaba las quejas por parte de los alumnos. Otros abusadores y el impacto a largo plazo El abuso en Maidwell Hall no se limitó a Alec Porch. Según informó The Times, otro maestro, Henry Maude, también infligía castigos físicos y psicológicos a los alumnos. En un caso, obligó a un niño que no sabía nadar a intentar cruzar la piscina de la escuela, golpeándolo con un palo cuando intentaba agarrarse al borde. El niño perdió el conocimiento y tuvo que ser rescatado por Maude, quien nunca enfrentó consecuencias por sus acciones. El impacto de estos abusos se extendió mucho más allá de los años escolares. Spencer relató que un antiguo compañero, que había sido severamente maltratado, murió años después debido a lo que su familia consideró como las secuelas emocionales de su experiencia en el internado. Otros antiguos alumnos han descrito cómo los traumas de su infancia afectaron sus relaciones personales y su salud mental. Un hombre que asistió a Maidwell en los años 50 todavía sufre problemas de audición debido a un golpe que recibió de un maestro. La publicación de un libro que rompió el silencio El proceso de escribir A Very Private School fue profundamente doloroso para Charles Spencer, quien desarrolló un trastorno de estrés postraumático al revivir los recuerdos de su infancia. El libro comenzó como un archivo privado en el que Spencer anotaba sus experiencias, pero eventualmente decidió publicarlo para arrojar luz sobre los abusos que ocurrieron en Maidwell y en otros internados británicos. La publicación del libro generó una respuesta abrumadora. Spencer recibió docenas de cartas de antiguos alumnos de internados de todo el mundo, muchos de los cuales compartieron historias similares de abuso (REUTERS/John Sibley) La publicación del libro generó una respuesta abrumadora. Spencer recibió docenas de cartas de antiguos alumnos de internados de todo el mundo, muchos de los cuales compartieron historias similares de abuso. Un hombre de Nueva Zelanda recordó cómo un maestro en Maidwell lo golpeó tan severamente que todavía tiene cicatrices visibles décadas después. Otro, un abogado retirado en California, relató cómo fue enviado a un internado en Inglaterra, donde sufrió abusos similares. Reflexiones sobre un sistema que falló a los niños El relato de Charles Spencer no solo expone los abusos individuales, sino que también plantea preguntas más amplias sobre el sistema de internados británicos y las tradiciones que permitieron que estas prácticas continuaran durante tanto tiempo. Según The Times, Spencer atribuye gran parte de la culpa a la privacidad y el aislamiento de estas instituciones, que operaban sin supervisión externa. También critica la desconexión emocional entre los padres y los hijos, que dificultaba que los niños denunciaran los abusos. A pesar del dolor que implicó revivir estos recuerdos, Spencer espera que su libro ayude a otros a procesar sus propias experiencias y a romper el silencio que ha rodeado a los internados británicos durante décadas. “El objetivo de escribir A Very Private School era privar a este fenómeno cultural de su privacidad asfixiante y devastadora", concluyó el autor.

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