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» Comercio y Justicia
Fecha: 12/03/2025 05:52
Por Ryan Bourne* y Sophia Bagley** para The War On Prices (Estados Unidos) Jeff Bezos disgustó a mucha gente al anunciar que estaba revisando las páginas de opinión de The Washington Post. Las reacciones negativas fueron muy diversas. En el extremo más radical, Gideon Rachman, del Financial Times, cree que un propietario que fija los contornos de la opinión en el periódico se asemeja a una “dictadura propiamente dicha”. ¿Cómo es eso? Ya sea el propietario, la dirección o el editor de artículos de opinión, alguien fija el alcance implícito o explícito de los contenidos de opinión en cualquier periódico. Ése es el statu quo. Rachman debería preguntar a los libertarios lo fácil que es conseguir que se publiquen sus artículos en el Financial Times. Otros críticos apelaron a una visión simplista según la cual cada sitio o medio debe albergar una amplia gama de opiniones para garantizar el equilibrio o proporcionar una verdadera “libertad de expresión”. ¿En serio? Esto no ocurre hoy en día en la mayoría de los medios, incluido el Washington Post, para la gran mayoría de los temas polémicos, y es aún menos relevante en la era de Internet. Como bien afirma Bezos, la gente puede acceder a una gran cantidad de opiniones en unos pocos clics en línea. “No debemos ignorar la intención obvia de la Primera Enmienda, que es promover un debate público vigoroso y una diversidad de puntos de vista en el foro público en su conjunto, no en un medio en particular”. Así explicaba el presidente Ronald Reagan la Doctrina de la Imparcialidad. Algunas personas se molestaron con Bezos porque suponen que este cambio es solo para complacer al presidente Trump. El senador Bernie Sanders, por ejemplo, cree que defender las “libertades personales” y el “libre mercado” es un código para que el Washington Post se vuelva totalmente MAGA, una interpretación bastante extraña y cínica, dado el historial irregular del propio Trump en estos principios. Sin embargo, me ha dejado atónito que algunos liberales clásicos de toda la vida estén de acuerdo. Quieren inventar que un periódico importante que gira hacia principios editoriales liberales es de alguna manera un mal desarrollo, simplemente porque el periódico podría terminar más alineado con Trump en ciertas cuestiones económicas. O no ser tan universalmente crítico con él. O algo por el estilo. Realmente no puedo entenderlo. Incluso si el movimiento de Bezos fuera cínico para ganarse el favor del presidente en medio del cambio de tendencias de hoy, suponer que este es el caso parece… prematuro. Sólo se puede juzgar el compromiso de las personas con los principios por lo que dicen y lo que hacen. Dada la razón esbozada por Bezos para el cambio –su creencia en la importancia de la libertad por razones éticas y prácticas, así como la creencia de que estos principios están infravalorados en otros lugares–, sin duda hay que esperar a ver realmente el contenido antes de declarar que sus razones no son sinceras. Lo que me lleva al último grupo de críticas, procedentes principalmente de los conservadores nacionales. Oscilan entre el argumento de que Bezos está fuera de onda porque ambos partidos se mueven en direcciones antiliberales, lo que hace de ésta una mala jugada empresarial, y la insinuación de que los medios de comunicación ya están plagados de pensamiento fundamentalista de mercado. Sin embargo, Bezos tiene razón en que la mayoría de los comentarios económicos actuales son contrarios al libre mercado. Aparte de despotricar contra Trump y su agenda, la forma más segura para un conservador o libertario de ser publicado en The Financial Times, The New York Times o The Washington Post es quejarse de las políticas de libre mercado y pedir la intervención del gobierno. Uno puede entender por qué, después de haber trabajado para atraer a editores progresistas, los conservadores lamentarían el movimiento de Bezos. La verdad, sin embargo, es que, todos los días, periódicos cuyos columnistas podrían considerarse a sí mismos “liberales” respaldan toda una serie de impuestos antiliberales, subsidios, regulaciones, programas de gasto gubernamental y más en nombre de la solución de alguna “falla del mercado” o resultado indeseable, a menudo sin tener en cuenta los orígenes del problema o la magnitud de la supuesta deficiencia que la política trataría de resolver. Con la excepción de The Wall Street Journal, grandes periódicos como el Financial Times, The Washington Post e incluso la revista The Economist publican regularmente artículos que dan a entender que todo lo malo que ha ocurrido desde 1980 se debe de alguna manera a la economía de libre mercado o a los mercados desregulados. El tiempo dirá cuál es el impacto total de la decisión de Bezos, tanto en lo que se refiere a la adecuación del Post a esos principios como a su éxito o fracaso comercial. Y puede que haya consecuencias imprevistas. Tal vez los buenos columnistas que hoy critican los peores impulsos económicos populistas de la izquierda sean despedidos por ser demasiado abiertos a la intervención del Gobierno, y esto lleve a un pensamiento menos sólido sobre economía entre los progresistas. Pero, a primera vista, los libertarios deberían celebrar este nuevo avance. Defender las libertades personales y económicas sigue siendo una tarea relativamente solitaria. Cuantas más voces e instituciones defiendan sin complejos estos principios, mejor. (*) Catedrático R. Evan Scharf para la Comprensión Pública de la Economía en el Cato Institute. (**) Investigadora de política económica del Instituto Cato.
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