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  • Engaños increíbles y otras historias de película, en 18 robos de arte que sorprendieron a Latinoamérica

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 11/03/2025 04:55

    “Traidores del arte” (óperaprima), de la autora cubana-argentina Claribel Torré Morel Algunas personas siempre quieren sangre. Pero en los robos de arte no hay ni una sola gota. Traidores del arte (Óperaprima, 2024) es una obra perfecta para un documental, una serie o una película. Viene del podcast del mismo nombre, escrito y conducido por la periodista cubana-argentina Claribel Terré Morell. Y al igual que allí, se relatan casos curiosos de atracos, falsificaciones y otros menesteres non sanctos, en 173 páginas, prologadas por Matilde Sánchez. Los protagonistas de estos desopilantes casos criminales son reales e incluyen desde policías de Interpol hasta coleccionistas, detectives y artistas. No hay escándalo. Tampoco morbo. Bueno, capaz que un poco sí. Pero hay aventura. Y también fantasía. Pero no porque no sea cierto lo que nos revela la investigación de Terré Morell sino porque mientras leemos nos imaginamos dentro de El caso de Thomas Crown (1999), film donde Pierce Brosnan planea llevarse un valioso Magritte del Museo Metropolitano de Arte de Nueva York. Fascinante, ¿no? “Luis Emilio Onfray Fabres estaba en el museo Nacional de Bellas Artes de Chile. (…) Casi sin pensarlo, se acerca a la escultura de Rodin (El torso de Adele). Mira y no puede creer que no haya nadie que la resguarde. Es un torso y sabe que usó como modelo a la italiana Adele Abruzzesi. Piensa en un cuerpo mutilado, cuando lo toma en brazos y la mete en su mochila. (…) Se va sin mirar atrás”, escribe. Emilio Onfray en los días del robo del "Torso de Adele" de Rodin, en Chile Este chico de 20 años, que no fue más que una “pobre” víctima que sucumbió ante la ocasión que hace al ladrón, se arrepintió y al día siguiente lo devolvió. Ante el asombro de la policía chilena dijo: “No soy un ladrón, soy un artista”, frase que lo inmortalizó en el mundillo de los amantes de lo ajeno y en el de llevarse a casa una obra de alguna exposición a modo de souvenir. Suena descabellado, pero: ¿quién no pensó eso alguna vez? No importa. Lo interesante es que Terré Morell lo entrevistó y se dio el lujo de hacerle la preguntita en vivo y en directo. Hermoso. Son 18 las historias que, con mucho cuidado y lujo de detalles, recogen los casos latinos más salientes, enigmáticos y hasta desconocidos de hurtos, engaños y otros chanchullos vinculados a robos de cuadros, esculturas y otras raras piezas de colección valuadas en miles de dólares. Y hay algo de romántico, casi melancólico, en esto de guardar recortes, documentos y escritos sobre el tema y recuperarlos en un libro. Quizás sea algo del cariño y la admiración que causaba en ella su abuelo Nico quien fue su inspiración y quien le heredó la costumbre de recopilar este tipo de información. Argentina, siempre Argentina Argentina ocupa varios capítulos en Traidores del arte. Hay uno, titulado: Quema de libros incunables, que da cuenta de la curiosa historia de tres ladrones que robaron una caja fuerte de cien kilos, en la búsqueda de lingotes de oro. Sucedió en el edificio de la Biblioteca de la Universidad Nacional de La Plata, un frío día de invierno de 1988. En uno de los casos se relata el robo y la quema de libros incunables de la Biblioteca de la Universidad Nacional de La Plata, en 1988. (Imagen Ilustrativa Infobae) “Un empleado, que había sido contratado para lustrar los pisos de la biblioteca, vio cómo abrían la caja fuerte y sacaban dinero. También escuchó una conversación en la que decían que lo que estaba guardado era “invaluable”. Y sí. Tenía razón. Lo que albergaba la caja de seguridad contenía objetos de gran valor. Pero lejos estaban del preciado metal. “Una mirada rápida lo hizo convencerse de que dentro de esa caja pesada había lingotes. Pero no: solo había libros, incunables y de los otros”. Pero: ¿y dónde fueron a parar los famosos incunables del Siglo XV? Según la autora terminaron de la peor manera y a pesar de estar valuados en diez millones de dólares, los ladrones de poca monta, desconociendo por completo lo que se habían llevado, los quemaron. Hay otro, El tortuoso camino del primer ataúd del pintor argentino Quinquela Martín y su máscara mortuoria. Admito que da un poco de cosita el tema. Pero bueh. Lo cierto es que entre los testimonios que aparecen en el relato está un tal Federico Cichero, dueño de una funeraria de La Boca. Y dice así: “Quinquela le escribió una carta a mi padre en 1958, solicitando que le realizara un féretro que él después pintaría. Y así lo hizo. (…) En el interior del féretro pintó la bandera argentina, porque quería descansar directamente sobre la madera, y sobre nuestro símbolo patrio. El pidió ser sepultado pero su esposa prefirió colocarlo en un nicho, en Chacarita. (…) Después de unos años se le hizo un mausoleo y cuando lo trasladaron allí, el féretro estaba destruido por una filtración que hubo en el nicho. Yo me lleve una manija de recuerdo y el administrador del cementerio me pidió permiso para llevarse la tapa, donde Quinquela había pintado un barco”. Y entonces me pregunto: ¿por qué se llevaron estos restos del ataúd del reconocido artista plástico? Cichero lo aclara en el diálogo con la periodista: “No hay ningún placer morboso. Solo la intención de preservar la historia”. ¿Pero está bien? ¿Está mal? Al respecto de la vulnerabilidad de ciertas obras u objetos que pueden ser de interés para coleccionistas y curiosos, el libro también pone luz sobre un tema fundamental: urge la necesidad de reforzar la legislación y la seguridad del patrimonio en la región de Latinoamérica. Es que no se puede andar por ahí llevándose lo que nos parezca y listo. Y en esto somos todos responsables. “El patrimonio – asegura la autora- necesita ser buscado y recuperado. Y tenemos que estar involucrados todos”. Y tiene razón. La máscara mortuoria de Benito Quinquela Martín El suculento menú de crímenes que ofrece el libro de Claribel Terré Morell propone un paseo por varias latitudes de América Latina y varias formas de llevarse lo que no es tuyo con picardía, elegancia y sobre todo descaro. Mucho descaro. Entre los casos más emblemáticos está el ideólogo argentino detrás del famoso robo la Mona Lisa o la increíble sustracción de varias obras del Museo Nacional de Bellas Artes de Asunción, Paraguay, donde los delincuentes excavaron un túnel de 25 metros para robar un Tintoretto, un Murillo y un Coubert. Y según cuenta la historia, algunos cuadros fueron rescatados, pero otros no. Y mientras leemos y escribimos sobre esta magnífica obra, única en su especie, los amantes de lo ajeno continúan su diabólico y creativo “trabajo” de planear como llevarse lo que no les pertenece (como si nada) para después venderlo al mejor postor o simplemente guardarlo como trofeo. Y así, la historia podrá continuar: Terré Morell descubrirá nuevos recortes de diario, historias, datos, anécdotas y testimonios que alimenten la posibilidad de un segundo libro. ¿Llegará? Para mí que sí. Y está cerca. Quién es Claribel Terré Morell Nació en Sancti Spiritus, Cuba. Estudió Periodismo en la Universidad de La Habana y trabajó en importantes medios cubanos como Bohemia y Trabajadore. Es periodista y escritora, especializada en comunicación de arte. Tiene uno de los archivos más completos de robos y falsificaciones de arte ocurridos en Latinoamérica. Dirige la revista Be Cult (Argentina). Tiene siete libros publicados, ente ellos Cubana confesión (Planeta) y Archivo de guerra para mujeres decentes. Escribe y conduce el podcast Traidores del arte. Actualmente, vive en Buenos Aires.

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