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  • La privatización de los atractivos naturales

    Usuhahia » Diario Prensa

    Fecha: 11/03/2025 03:40

    Estamos transitando en Ushuaia, en lo que a turismo respecta, por un camino cargado de peligros. Más allá del desafío que este tipo de cuestiones puede generar, lo cierto es que el contexto nacional y regional, no ayuda. Llama la atención el silencio de las organizaciones, tanto del sector público, privado e incluso académico, que parecen no tomar conciencia o si la tienen, no manifestarla de ninguna manera. Todo se mide a través de la lupa de la política y en función de ella se tapan, a veces la boca, en ocasiones los oídos y en otras los ojos. Nadie deja de calcular y de especular. El turismo, ya lo hemos dicho, es una de las actividades que mejor expone la imperiosa asociación entre el sector público con el privado. Si alguien cree que, sin el Estado, al destino turístico le va a ir mejor, se equivoca. De la misma manera, si hay quienes creen que sin el empresariado estaremos mejor, es que de turismo no sabe nada. Pese a ello, en no pocas ocasiones, hemos escuchado discursos de desprecio hacia uno u otro lado, culpando a otros de sus propias incapacidades. Desde hace un tiempo, las “tasas turísticas” se han presentado como la panacea a todos nuestros males o limitaciones. Se han expuesto agresivos debates bajo escasos argumentos que parecen centrarse en “si lo hacen en Ámsterdam por qué no en Ushuaia”, sin detenerse a pensar que tal determinación podría inducir a quienes nos visitan, a reclamar que Ushuaia se vea como Ámsterdam. Y aunque las comparaciones son odiosas, en el turismo siempre es recomendable tomar nuestras propias decisiones luego de vivir nuestros propios procesos que, a estos fines, parece aún no hemos vivido. Hallamos una iniciativa similar en el emblemático sendero que nos permite acceder al complejo Glaciar Martial, hoy renombrado “Parque del Fin del Mundo”. La Resolución del INFUETUR Nro. 12/2025 autoriza el cobro de $ 10.000 a los extranjeros, $ 5.000 a los argentinos y acceso libre a residentes. Lo llamativo de esta medida es que la empresa concesionaria aún no logró finalizar las obras previstas, luego de casi 7 años de comenzado el proceso y en realidad el lugar no muestra la prolijidad de un sendero que amerite el cobro de un acceso. Ahora lo más preocupante del caso es que esta concesión, otorgada en el año 2018, contempla, además: senderos, pasarelas, miradores y puentes, complejos de cabañas, locales comerciales, pista de patinaje, snow tubbing (tubos de nieve), alpine coaster (montaña rusa alpina) y espacio para futuro complejo hotelero. No es objeto de la presente juzgar o calificar esta cuestión, pero es obvio que el paisaje actual de ese atractivo será altamente modificado. Quizás algún desprevenido pueda preguntarse ¿qué pasará con el Arroyo Esperanza que atraviesa dicho sector y abastece de agua a la planta potabilizadora?. ¿Se modificará su traza?. ¿Se construirá algún embalse?. ¿Los desechos cloacales, instalación de servicios o los accesos obligarán a obras aún más impactantes?. Es bueno preguntarse esto porque las responsabilidades del Estado no son las que tiene un empresario o no deberían serlo. A eso nos referíamos, por ejemplo, cuando hablamos del equilibrio entre el sector público y el privado. Algo debería quedar claro. Una cosa es privatizar servicios turísticos y otra, muy diferente, es privatizar atractivos. Ninguna infraestructura debería ser más importante que el atractivo. Las áreas naturales protegidas, tanto del orden provincial como nacional, requieren una serie de tareas inherentes a su mantenimiento, protección y control. Es obvio que el turismo adquiere una importancia suprema al ser el primer aportante para el cumplimiento de esos objetivos y está muy bien que así ocurra ya que se trata de un sistema virtuoso que ayuda a la preservación y educación de gran parte de nuestros atractivos naturales y culturales. También es bueno garantizar que quienes viven próximos a dichos atractivos, dispongan del beneficio de acceder a los mismos en forma libre, aunque es necesario mencionar que esa condición no los libera de la responsabilidad de cumplir con las condiciones de uso y cuidado que les cabe absolutamente a todos por igual. Es necesario resaltar esta condición por cuanto hay ciudadanos que equivocadamente asumen lo “público” como propio y por lo tanto se comportan en dicho espacio sin ningún respeto o cuidado. En este sentido nos embarga la inquietud respecto del Parque Nacional Tierra del Fuego que, según parece, corre la misma suerte de los demás parques de nuestro país. La vieja treta de abandonarlo todo, cortarle todos los recursos, sembrar prejuicios sobre quienes los administran y custodian, para luego de la estigmatización sugerir la privatización… Entonces no faltará el salvador empresario que lo “administre”, imponga su propia tasa, decida sobre su futuro y olvide que estas reservas de singularidad natural, han sido creadas para la conservación de sus atractivos, para promover no solamente el turismo sino además la educación ambiental, para proteger la biodiversidad, fortalecer su integridad identitaria, entre otras cuestiones. No imaginamos al futuro empresario que conduzca la visita de nuestro Parque Nacional, preocupado por la existencia del kaikén caranca o la capacidad de carga de los senderos. Dicen que la necesidad tiene cara de hereje, por lo que los actuales directivos de estos santuarios pueden verse tentados a anhelar la privatización ya que ello implica menos preocupaciones, menos responsabilidades y el cobro a un solo cliente. ¿Será este elixir el que estarán dispuestos a beber los actuales funcionarios para “sacarse el problema de encima”?. Los fueguinos festejamos la creación de una nueva Reserva Provincial a la que identificamos como Península Mitre. Sin embargo, ingresar a ese atractivo depende del humor y de las expectativas de un estanciero que cierra o abre la tranquera a su antojo. Él si puede explotar el lugar con su lodge de pesca mientras el Gobierno se hace el desentendido… Quizás algún día nos enteremos de la razón. Y podríamos seguir con alambrados que impiden el acceso al mar, con ríos que no se pueden disfrutar, con propiedades que no respetan el limite costero o las ocupaciones irregulares en San Pablo, por nombrar algunas irregularidades. ¿Acaso no son éstas buenas y elegantes maneras de privatizar atractivos?

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