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Concordia » El Heraldo
Fecha: 11/03/2025 01:07
Quienes se sienten satisfechos con su vida no abandonan fácilmente la zona de confort y las comodidades egoístas. El miércoles pasado hemos comenzado la Cuaresma con un rito muy particular que se realiza solamente una vez al año: la bendición e imposición de las Cenizas. Tendremos 40 días hasta el domingo de Ramos, y disponernos a celebrar la Semana más importante de la fe, que por eso la llamamos “Santa”. Cada domingo la Palabra de Dios nos va preparando el corazón para mirar nuestra vida y llamarnos a la conversión. Hoy leemos en el Evangelio de San Lucas (4, 1-13) el relato de las tentaciones de Jesús en el desierto. Jesús venía del río Jordán lleno del Espíritu Santo, después de haber sido bautizado. Él tenía una misión encomendada por el Padre, y la tentación es apartarse de ese camino. Después de ayunar 40 días se le aparece el demonio con propuestas engañosas. Este relato no solo nos habla de Jesús. También nosotros, bautizados y con el Espíritu Santo, somos tentados en algunos momentos de la vida para torcer el camino. Podés preguntarte: ¿Cuál es tu misión y vocación? ¿Qué es lo que “te tira” para apartarte del camino? ¿Cuáles son las tentaciones que tenés que enfrentar cotidianamente? Contemplando a Jesús podemos aprender el modo no sólo de resistir, sino también de vencer. A cada propuesta Él responde con la Palabra de Dios, para manifestar con claridad el origen de la vocación y misión. La victoria de Jesús es también nuestra. Él no cedió al facilismo, el poder, la fama. Apoyate en la Palabra de Dios. Lamentablemente vemos cuántos están dispuestos a cualquier cosa con tal de alcanzar poder y gloria. Mientras la pasen bien no les interesa la vida de los demás ni traicionar los ideales más nobles. Muchos son los que caen en la idolatría del dinero manchado con sangre en las mafias de la droga, la trata de personas, el tráfico de armas. Recemos cada día con humildad, “no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal”. La Cuaresma es un tiempo de acompañar a Jesús dejando que Él nos acompañe y fortalezca. Cada año el Papa escribe un mensaje que nos ayuda a meditar en alguna dimensión particular de la Cuaresma. Este año nos convoca con el lema, “caminemos juntos en la esperanza”. Nos recuerda que “la vocación de la Iglesia es caminar juntos, ser sinodales. Los cristianos están llamados a hacer camino juntos, nunca como viajeros solitarios”. Qué importante que es esta dimensión comunitaria de la fe y compartir el camino con otros. La Cuaresma es de toda la Iglesia que se dispone a las celebraciones pascuales. Somos llamados especialmente a poner los ojos y el corazón en los pobres, los enfermos, los abandonados. La solidaridad y cercanía puede suscitar esperanza en los corazones agobiados y afligidos. Mucha gente vive en soledad, sintiendo que a nadie le importa su situación. Excluidos de la sociedad, sin cobijo ni amparo. Francisco nos enseña que “el Espíritu Santo nos impulsa a salir de nosotros mismos para ir hacia Dios y hacia los hermanos, y nunca a encerrarnos en nosotros mismos. Caminar juntos significa ser artesanos de unidad, partiendo de la dignidad común de hijos de Dios (cf. Ga 3,26-28); significa caminar codo a codo, sin pisotear o dominar al otro, sin albergar envidia o hipocresía, sin dejar que nadie se quede atrás o se sienta excluido”. Una de las prácticas de este tiempo es el ayuno. Te propongo que las privaciones puedan ayudar a nuestros hermanos. Podés buscar una cajita que ande olvidada en algún lugar de tu casa, y transformarla en una especie de alcancía. Cada vez que te prives de algo superficial —y si es algo importante, mejor— colocá allí el dinero ahorrado. Al final de la Cuaresma será como tu tesoro a compartir con los pobres. Así, no solo te servirá a vos para moderar tus pasiones, sino también a los pobres para calmar su hambre.
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