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» El litoral Corrientes
Fecha: 10/03/2025 05:16
Ebullen las internas en derredor de las posibles candidaturas correntinas y, por supuesto, no se trata de novedad alguna sino de un estado de naturaleza que cada uno de los espacios partidarios en pugna dejan al descubierto cada vez que llega el momento de competir por la jefatura del Poder Ejecutivo provincial. Esta vez la justa electoral se presenta con una sobredosis de azar que abre todavía más el abanico de posibilidades. Como se ha visto en décadas pasadas, el quid de la cuestión es que por primera vez en ocho años el gobernador Gustavo Valdés (candidatazo si los hay) no estará en la contienda formal por impedimento constitucional, lo que incorpora variables de imprevisibilidad a un escenario complejizado por el contexto nacional. Siempre dicen los voceros oficiosos que nombres con merecimientos para ocupar las postulación más deseada hay de a decenas, pero la realidad termina por desmentirlos. Al final del embudo no hay más que dos o tres “pregobernadores” en un oficialismo sostenido por la tranquilidad de una administración de buena aceptación popular que, a lo largo de los años, ha tenido la inteligencia de seleccionar a sus timoneles según la impronta continuadora de un vademécum que combina un aceitadísimo mecanismo de relojería en el pago de haberes y la presencia del Estado en inversiones motorizadoras de la economía privada. Ni siquiera es necesario mencionar los apellidos en danza, pero por respeto a los lectores que por esas casualidades hayan recalado en este mar de texto sin conocimiento previo, lo decimos. Dos intendentes avalados por gestiones proactivas, el capitalino Eduardo Tassano y el ituzaingueño Juan Pablo Valdés, son los más mencionados en un oximorónico silencio que alimenta toda clase de hipótesis. Incluso la estupefacción que causaría la aparición de algún confidencializado de último momento. La campaña electoral no ha comenzado en el sentido estricto de la palabra, pero una lectura rápida de los acontecimientos muestra a los challengers en una suerte de carrera de regularidad, con la parsimonia del que avanza a 45 kilómetros por hora para no salirse de una hoja de ruta archiconocida por el pueblo correntino. Allí aparecen las obras públicas, las declaraciones sobre el futuro de una provincia que aspira a la consolidación del turismo y la producción agroforestal y quizás lo más valorado por el votante tipo: las ideas como activo superador de la demagogia. Especialmente aquellas ideas según las cuales todos los integrantes de la sociedad tienen derecho a mejorar. Max Weber, el sociólogo que buscó humanizar el capitalismo a través de la ética protestante, sostuvo que el sistema por el cual la especie humana había logrado crear riquezas incalculables entraría en un ciclo virtuoso solo si sus dividendos se reinvirtieran de forma tal que la sociedad en su conjunto obtuviera oportunidades para crecer patrimonialmente. Desde su perspectiva, la concentración de posesiones conspira contra la generación de nueva riqueza en razón de que el avaro contumaz puede tornarse despótico al estilo de Elon Musk: despilfarra (como hizo con el cohete espacial que explotó anteayer sobre Florida) al punto de “matar a la cerda reproductora”, lo que implica desperdiciar “toda su prole hasta la milésima generación”. Aplicado el pensamiento de Weber a la realidad correntina, el Estado provincial se ha venido manejando según tales parámetros sociológicos hasta sintetizar el objetivo de aquellas personas que han comprendido el sentido de la felicidad como un camino guiado por utopías que -como se sabe- son inalcanzables, pero sirven para seguir caminando. De transitar por la vida con aspiraciones razonables se trata, de manera que el progreso se palpe en el día a día de una familia que -por citar un ejemplo- planificó poner una ventana en la piecita del fondo y al final lo consigue. Incluso pinta la pared e instala cortinas floreadas para, a la postre, compartir el mate mientras observa las nubes de una lluvia por venir. Si la política logra que cada habitante de una comunidad viva esas experiencias gratificantes de tanto en tanto, habrá encontrado su propia esencia. Y más allá de los errores, las vanidades y las zancadillas entre los popes del mismo bando, el espacio partidario encabezado por el radicalismo parece haberlo conseguido gracias a una mirada social que no va divorciada de la premisa nacional de cuidar el gasto público, evitar el déficit fiscal y mantener los signos vitales de la economía en rangos equilibrados. Ni realizaciones faraónicas que embarguen el futuro de los jóvenes, ni desprecio oficial ante el padecimiento de los más débiles. Con limitaciones presupuestarias, los hospitales funcionan. Reducido a su capacidad mínima por la defunción del Fonavi, el Invico sigue entregando pequeños conjuntos habitacionales en distintos puntos de la provincia. Extinguido el “Conectar Igualdad”, los chicos de las escuela públicas correntinas abrazan una netbook en determinado momento del año. A todo esto, el Instituto de Cardiología sostiene su prestigio de referencia nacional, se edifica el Instituto Oncológico y el turismo se robustece al ritmo de chamamé y carnaval, con inversiones consecuenciales y multimillonarias como el Hilton de Costanera Sur. ¿Cuáles son los puntos en contra? Algún traspié atribuible al hedonismo de la permanencia, una descentralización administrativa inconclusa (en el sentido urbanístico, se aclara) y el déficit comunicacional de algunos ente autárquicos que invierten en publicidad oficial pero no proporcionan contenido mediante canales adecuados a la era digital. ¿Corrupción? Una palabra que siempre, en todas las épocas, sobrevoló a la política, pero que en esta etapa institucional no ha tenido menciones. Y si así fuera, cualquier intento requeriría de pruebas irrefutables (además de jueces probos) siempre que se trate de atacar al huevo de la serpiente y no de pergeñar una burda engañifa proselitista. En el campo rival y acelerando por afuera de la curva, aparece el triple exgobernador Ricardo Colombi, con sus pergaminos veinteañales y una legítima aspiración enancada en su personalidad de conductor patriarcal. Un problema para el oficialismo porque obliga a Vamos Corrientes a hostilizarse contra una figura angular de su propia historia, en la convicción de que su tiempo ha pasado. Ni siquiera las tretas judiciales que supo dominar como el René Lavand del Taragüí le salieron bien al mercedeño, cuya principal fortaleza es su antigua base de sustentación aglutinada en la veteranía dirigencial de tierra adentro, además de escoltas taquilleros como el constitucionalista héroe de Malvinas Armando Aquino Britos y el infatigable Gustavo Canteros, su ex vice. El gran punto débil de Colombi: las nuevas generaciones no saben quién es, ya que votan (y definen) jóvenes que en sus tiempos de predominio no habían nacido. Un querido profesor de derecho político me dijo una vez que los hombres públicos se diferencian según los metales que persiguen. Hay quienes buscan el oro, pero también están los que prefieren el bronce. El hábil jugador de toda la cancha que ha sido en su momento “Lalaca”, está en condiciones de hacerse merecedor de más onzas de bronce que cualquier otro mandatario que haya gobernado esta provincia, no sólo porque aquilata tres mandatos, sino porque heredó un desbarajuste descomunal que pudo ordenar a los pechazos, de puro guapo y bancado por un enorme político vocacional como fue el querido (por quien esto escribe) Eduardo “Botón” Galantini. Lo de ambos es un legado que no debería ponerse en juego. Después está Camau, con una pragmática jugada de ajedrez que lo devuelve a los primeros planos gracias a los anabólicos del poder central. Paga sus costos el cuádruple medallista, pero gana en el balance porque maneja los tiempos y alcanza metas con la disciplina de los fondistas. Así pudo instalar a su principal asesor, el carismático Facundo Palma, en una vocalía de la EBY, y de la misma forma intentará conquistar la representación libertaria en puja con un Lisandro Almirón en crecimiento, afilado y lenguaraz. ¿El peronismo? Una mezcla de personalismos y egolatrías que impiden integrar a los históricos. Se da el lujo de marginar a Rubén Pruyas (pleno y al tanto de las miserias internas), al casi gobernador Alberto Di Filippo y al superestratega que siempre a sido Rodolfo Martínez Llano, para dejarse llevar por los incomprensibles alambicajes de Pitín Aragón, empecinado en rodearse de amigos y parientes más que de militantes. Ilustres del Partido Justicialista abordados antes de escribir esta columna calificaron a la estrategia aragoniana como “un desastre”. Pueden aparecer más opciones de cara a las gubernativas correntinas de este año, pero se sabe quién es el favorito. Vamos Corrientes guardará bajo siete llaves el nombre de su candidato mientras negocia con los demás espacios la distribución de casilleros en la lista, consciente de que no será fácil conservar la fascinación que en miles de electores provoca el perfil cálido y asertivo de Gustavo Valdés en un cuadrilátero donde la atomización de ofertas, posiblemente, geste las condiciones para una segunda vuelta. Para los que esperan una conclusión más comprometida y a riesgo de que el lector tache este análisis de encomiástico, es imprescindible saber que las administraciones preocupadas por balancear las necesidades de todos los estratos de un entramado social tan desparejo como el de una provincia del empobrecido norte argentino, son el último refugio ante el peligro deshumanizador que Max Weber describió como “capitalismo racionalizado”: aquel sistema económico obsesionado con el acopio de dinero sin ética distributiva. Es decir, el imperio absolutista de la mera codicia.
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