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  • La apertura económica es sinónimo de crecimiento

    » El litoral Corrientes

    Fecha: 10/03/2025 04:20

    Desde hace meses el gobierno argentino planteó esta idea madre como una consigna. Lo hizo con un oficialismo que está absolutamente convencido de las bondades de abrir la economía y que cree férreamente en que esa decisión ayuda al desarrollo de las sociedades. En ese marco ha surgido con mucha fuerza la chance de iniciar conversaciones para implementar un tratado de libre comercio que vincule a EEUU con Argentina. Ese instrumento potenciaría la relación comercial bilateral entre ambas naciones e incrementaría indudablemente el volumen y la calidad de ese intercambio. La consecuencia inmediata de esa herramienta concreta es que abarata los precios de los productos importados desde el otro país, contribuyendo a una mejora en la productividad mutua y habilitando a los ciudadanos a aumentar su poder de compra local como producto de los ahorros directos de las mercancías involucradas. Los opositores intentarán derribar esa posibilidad con frases panfletarias que apelarán al nacionalismo, la soberanía y la protección a la industria nacional. Recurrirán al retorcido argumento de los puestos de trabajo perdidos como producto de las empresas que cerrarían sus puertas al recibir la invasión de bienes y servicios foráneos. También dirán que en este tipo de convenios el más grande siempre se aprovecha del más chico y que no hay forma de ganar con esas reglas que solo favorecen a los que tienen el potencial de sacar el máximo resultado con esa ecuación así esquematizada. Lo cierto es que la evidencia empírica dice exactamente lo contrario. No hay más que estudiar con seriedad y sin prejuicios la evolución de aquellos que lo han intentado para llegar a la contundente conclusión de que ese es el camino. En América Latina, sin ir más lejos, varios países lo han llevado a cabo, y no hay un solo caso en el que la gente se haya visto dañada. Las economías cerradas, que de hecho existen en el planeta, solo pueden mostrar pobreza. Los que supuestamente intentan “protegerse” bloqueando fronteras comerciales siempre se perjudican, pero fundamentalmente debilitan a los propios. Claro que hay beneficiarios directos de este ridículo modelo de “vivir con lo nuestro”, ni hablar del famoso sueño de la “sustitución de importaciones” tan anacrónico como ineficaz. No hay experimentos exitosos bajo ese paraguas. Muy por el contrario, todo lo que rodea a esa filosofía es fallido y nada de lo prometido por sus gurúes se cumplió jamás. Los lobistas eternos harán lo imposible para que sus negocios prebendarios montados sobre opacas “contribuciones” al poder, continúen sin disimulo. Usarán lo que sea para sostener lo logrado. Mentirán, harán campañas y tendrán voceros que replicarán sus falsedades sin ruborizarse. Es lo que han hecho en el pasado y es lo que saben hacer. Lo que no entienden es de competencia. Solo pueden ser victoriosos cuando les instalan un zoológico en el cual cazar, necesitan clientes cautivos, rehenes amarrados, que estén obligados a comprarles. En un escenario abierto no durarían mucho tiempo. No son eficientes, sus productos son mediocres y solo ganan porque han obtenido regulaciones y aranceles que funcionan como estímulos para obtener cuantiosas ganancias sin mérito alguno. Si lo que producen fuera magnífico, no le tendrían miedo a la competencia. Estarían fascinados con la idea de conquistar mercados a los que no acceden. Pero claro, esa dinámica los dejaría al descubierto y sería una obviedad que jamás estuvieron listos para dar la batalla con armas genuinas. Las miradas hay que ponerlas en el lugar adecuado y ese es el de los consumidores. Si a un habitante local le resulta más barato adquirir un producto importado eso significa una mejora en su poder adquisitivo. El dinero que deja de gastar en los carísimos bienes nacionales lo podría utilizar para comprar más cosas, es decir que mejoraría su calidad de vida sin duda alguna. Oponerse a esto es ir en contra de la mayoría de la gente, para privilegiar a un minúsculo grupo de pícaros que usufructúan una legislación muy conveniente, pero que subsiste gracias a las infinitas víctimas que no pueden acceder a bienes de mejor calidad y menor precio. Este acuerdo en proceso no será breve. Una negociación de esas características suele llevar un largo recorrido por la complejidad de lo que debe ajustarse en materia de detalles finos y por la multiplicidad de sectores involucrados. No será mañana, tampoco pasado mañana, pero el primer paso es entender que es por acá y que resistirse es perjudicar a la comunidad en su conjunto. Es hora de mirar con criterio, de no caer en la trampa de los mediocres, y animarse a crecer sin temor alguno, a sabiendas que habrá que surfear la transición pero que muy pronto se notarán con creces las virtudes de esta posibilidad que hoy ya está sobre la mesa de un modo tan tangible como esperanzador.

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