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  • Daniel López-Obrero, artesano del cuero: "Vienen guías y no saben explicar el cordobán"

    » Diario Cordoba

    Fecha: 09/03/2025 15:39

    Meryan es una tienda, pero podría ser un museo. Los turistas pasean por ella sin prisas: entran por la calleja de las Flores y salen por la calle Encarnación; o viceversa. Y en ese recorrido de apenas unos metros por el antiguo caserón encuentran las postales que han venido buscando de Córdoba replicadas sobre el cuero. ¿Recaerán en que están ante uno de los últimos reductos de una histórica tradición? Daniel no es muy optimista al respecto: "Vienen guías y no saben explicar el cordobán". Por eso, cuando se le pregunta al encargado de este taller artesano de Córdoba por sus objetivos, no pide mucho (o sí): "No queremos crear una gran empresa, nuestra idea es que se revalorice la artesanía, que se visibilice el trabajo en cuero". Esa misma idea fue la que dio origen al taller. En el portón de la entrada desde la calleja de las Flores, una fotografía en blanco y negro muestra a un numeroso grupo de chicas. Entre ellas está Mercedes Miarons. A un lado, el célebre pintor cordobés Ángel López-Obrero. Del matrimonio de Mercedes y Ángel nació el padre de Daniel López-Obrero, quien, ya como tercera generación, regenta el establecimiento. Los orígenes del taller Las mujeres anónimas de la fotografía fueron las primeras trabajadoras del taller. Los abuelos de Daniel pensaron "que apenas había artesanos del cuero" en Córdoba. En 1952, llegaron de Barcelona e iniciaron la actividad. Antes, durante la Guerra Civil, él había vivido el exilio y un paso por un campo de concentración francés. Tras ello, volvió a Barcelona, donde había emprendido su carrera, y conoció a la que sería su esposa. En Córdoba estuvieron dos años en el Zoco Municipal, desde su inauguración, en 1956, hasta que se trasladaron a la pintoresca calleja. Daniel López-Obrero, al frente de Meryan, muestra varias piezas de cuero hechas en el taller. / Ramón Azañón Ángel pintaba y Mercedes, que tenía conocimientos en el trabajo del cuero, trasladaba los diseños a la piel. Más de 70 años después, Daniel sigue conservando bocetos de su abuelo. Y trata, en la medida de lo posible, de adaptarlos a los nuevos productos que elaboran. De ver a sus padres a mantener el legado Fuera de la vista de los turistas, en una de las estancias interiores de la casa, una joven moldea una plantilla de plastilina que dará volumen al cordobán de un cristo. La imagen del Señor es un encargo complejo: tras calcar un dibujo en la piel curtida, moldea el material, que después se rellena. A unos pasos, otro empleado colorea una pieza. El cuero primero pasa por las manos de Daniel, quien, escaleras arriba, tiene su propio rincón de trabajo. Allí corta las pieles enteras de las vacas y los corderos que compra: unas 30 o 40 por lote. Un trabajador de Meryan y una chica en prácticas pintan cuero. / Ramón Azañón Daniel estudió Empresariales, pero, como la práctica hace al maestro, aprendió viendo a sus padres y trabajando. No olvida los veranos de su adolescencia en el taller y ríe cuando recuerda a su padre diciendo: "Tú corta piel hasta que te duelan las manos". Desde los inicios de Meryan hasta ahora "la forma de trabajar no ha cambiado mucho". Es más, la experiencia, explica, les permite hacer "mejor artículo que antes". El cordobán traspasó fronteras hace siglos. Córdoba se convirtió en un referente internacional por su cuero. "Fue muy famosa por los cordobanes y los guadamecíes; había mucha gente trabajando y muchos talleres". Los productos que fabrican Daniel y las ocho personas que trabajan con él tienen hoy en día un fin más decorativo que otra cosa. El guadamecí, que "es la aplicación de pan de oro y de plata sobre piel curtida", siempre lo ha sido por su sutileza. El cordobán, sin embargo, es más resistente y se usaba en utensilios básicos. En las últimas décadas, este taller cordobés ha forrado habitaciones de hoteles en Tánger, Sevilla y Málaga; ha producido piezas para marcas de moda como Loewe y Christian Dior, y, sobre todo, ha sabido mantener viva una tradición que, a mitad del siglo pasado, resucitaron sus fundadores. Suscríbete para seguir leyendo

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