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» Misionesopina
Fecha: 09/03/2025 12:50
A finales de septiembre de 2024, el ministro de Desregulación de la Nación, Federico Sturzenegger sorprendió con una publicación en sus redes sociales donde festejaba que el precio de la yerba mate en góndola había bajado 25,4% desde que el nuevo gobierno instrumentó la desregulación mediante el DNU 70. La intención era más política que económica, dando a entender que el modelo de libre mercado tenía resultados positivos en el bolsillo de la gente usando un ejemplo muy popular y que se consume en casi todos los hogares del país, como la yerba mate. El resto de la historia es bien conocida en esta parte del planeta: el INYM (Instituto Nacional de la Yerba Mate) había perdido su facultad de fijar los precios, las industrias impusieron su fuerza y pagaron el precio que quisieron y los productores se empobrecieron rápidamente, en menos de un año, finalizando con protestas en diversos puntos de la provincia que comenzaron en febrero y nadie sabe cuándo terminarán. La teoría del ministro se comprueba fácil en el supermercado o el almacén de barrio. Un kilo de una marca líder se ubica alrededor de 3.500 pesos y llega a $4.000 como máximo; casi son los valores de diciembre de 2023, pese a que en marzo de 2024 esas mismas marcas se ubicaban entre $4.600 y $5.200, según un relevamiento realizado por Primera Edición. Si bien es cierto que los grandes molinos remarcaron fuerte sus precios para cubrirse de la disparada inflacionaria que se dio en los primeros tres meses de la presidencia de Javier Milei, no solo que después dejaron de subir, sino que bajaron los precios, tal como reflejó Sturzenegger en base a los datos del IPC de Buenos Aires. Esta baja se dio por dos motivos: el primero es una caída del consumo interno de yerba mate de 9% durante 2024, la gente consumió menos en un año donde hubo una fuerte pérdida de poder adquisitivo y todos los alimentos disminuyeron su venta. Y la segunda es que las grandes industrias pasaron de pagar $370 por kilo de hoja verde a pagar entre $180 y $220 durante todo el año pasado, con lo cual pudieron ofrecer el paquete más barato sin perder rentabilidad. El productor pasó de ganar 11% de un paquete en góndola en 2023, a solo 4,5% en diciembre de 2024. Los leones salen a cazar La desregulación y la concentración de casi el 80% del negocio pocas y grandes empresas abre un escenario para que aparezcan los “leones” de la yerba, salgan de cacería y quieran quedarse con una tajada cada vez más grande de todo lo que este rubro reparte. Hoy el negocio está liderado por las correntinas Liebig y Las Marías, que dominan casi el 40% del mercado, luego siguen cinco radicadas en Misiones: La Cachuera, Establecimiento Santa Ana (los cordobeses de CBsé), Rosamonte, la Cooperativa de Montecarlo y Yerbatera Misionera de los Puerta; estas últimas suman otro 28%. Y completan el top 10: Piporé, Cordeiro (yerba Verdeflor) y Gerula con otro 9% aproximado. Después de esto hay unos 90 molinos que se disputan el 23% restante. Todo esto según datos del INYM de acuerdo a estadísticas de salida de molino en paquetes de kilo al mes de enero de 2025. Varios especialistas del mercado, consultados por Primera Edición, analizan que ahora se viene una guerra en las góndolas: los industriales más grandes vienen bajando los precios, pero no han perdido rentabilidad porque están pagando menos por la materia prima a los productores. Pero eso no es todo: han comenzado una campaña de posicionamiento, lanzaron nuevos productos, invirtieron en más publicidad y mejoraron las ofertas con la mira puesta en crecer más, abarcar nuevos mercados y expandir su distribución. Un claro ejemplo es la marca Salan, de Andresito, en la camiseta del club de fútbol Vélez Sarfield. O la alimenticia Natura, que apostó fuerte a la sponsorización del piloto Franco Colapinto. Como estos hay numerosos casos. Los especialistas analizan que esto va a tener consecuencias para las marcas pequeñas que no van a poder competir con las grandes por varias razones: no tienen el mismo poder económico, no tienen la misma cantidad de stock, no pueden bajar 30% el precio sin perder rentabilidad, y si no bajan perderán mercado ya que los supermercados y los consumidores se inclinarán por los precios más bajos, con el plus agregado de que son marcas reconocidas y con fuerte presencia. Como ya ocurrió en los años 90, el riesgo de fundirse es grande para las pequeñas pymes, con lo cual, la crisis que ahora están padeciendo los pequeños productores por la caída del precio se puede extender a las pymes, cooperativas y hasta a las pequeñas industrias. “Los que ganan plata empobreciendo a los productores yerbateros, son un puñado de empresas que están alineadas a Milei”, dijo la diputada nacional Julia Strada, quien tuvo fuerte presencia en los medios durante esta semana, por ser impulsora de un proyecto para que la Nación restituya las funciones del INYM. Por su parte, el histórico dirigente yerbatero de Oberá, Hugo Sand, confirmaba esta teoría con una lapidaria carta difundida esta semana donde advertía con mucha claridad de la situación: “Estamos ante el saqueo más grande, descarado e insensible de la historia yerbatera. Nunca antes, de manera tan acelerada y brutal, nos quitaron el trabajo, nos quitaron el dinero al bajar el precio de nuestro producto de manera tan drástica, nos quitaron nuestro norte…”, dijo. Y lo confirma con un cálculo muy simple: “cosechamos 100 millones de kilos de hoja verde en el 2024 y dejaron de pagarnos, por lo menos, 200 pesos por kilo, nos quitaron 200 mil millones de pesos. Tenemos que preguntarnos dónde fue a parar todo ese dinero, quién se ve beneficiado con lo que nos están sacando de nuestras manos”, afirmó. La tormenta perfecta La caída del precio, gracias a la desregulación, se complementa con otras medidas que conforman una tormenta perfecta para los productores y para las pequeñas empresas y cooperativas yerbateras. Se abrieron las importaciones, con lo cual las grandes empresas pudieron traer yerba empaquetada y también hoja verde y canchada de Brasil y Paraguay, a menor precio que el mercado local. Con eso invadieron las góndolas con yerba barata y dejaron de comprar a productores, cooperativas y secaderos de Misiones. Pero, además, al mismo momento que bajaron las ventas internas, el año pasado crecieron exponencialmente las exportaciones: alcanzaron un récord histórico, con un crecimiento del 11% respecto al promedio 2019-2023 y un 10,9% interanual. En este punto vale preguntarse: quiénes pueden exportar, las grandes empresas o las pequeñas pymes y cooperativas. La respuesta es obvia: solamente un pequeño puñado de empresas, muy grandes, son las que exportan al exterior y reciben su ganancia en dólares. La rentabilidad de estas grandes crece exponencialmente cuando pagan menos por la materia prima a los agricultores locales y ganan en dólares incrementando las ventas al exterior: un combo perfecto para un puñado de marcas que se cuentan con los dedos de una mano. El panorama ya se anticipaba desde el año pasado, al poco tiempo de entrar en vigencia la desregulación. “En primer lugar habrá una abrupta concentración de la actividad en manos de las cuatro grandes empresas de la industria de Misiones y Corrientes, que sin ningún tipo de restricción van a poder tirar los precios de la materia prima abajo", pronosticó Salvador Torres, presidente de la Cooperativa Río Paraná. Como otros conocedores de la historia reciente, dijo que es inevitable una vuelta a la década menemista con un abuso de posición dominante por parte de las grandes compañías: “Vamos a tener dificultades para sostenernos en la actividad compitiendo con empresas líderes que pueden bajar los precios para desplazarnos del mercado y así eliminar toda competencia”. Sus pronósticos de hace diez meses atrás se están cumpliendo a la perfección.
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