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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 09/03/2025 05:04
Elon Musk y Javier Milei En su desquiciado discurso de apertura de sesiones del Parlamento, nuestro patético presidente recordó que en 1974 teníamos el 5% de pobreza y hoy la hemos elevado al 50%. Luego, su dislocado pensamiento volvió a ese reiterado latiguillo sin sentido, según el cual hace cien años éramos una nación rica. No sabemos qué quiere marcar cuando alude al esplendor de esos tiempos ya que haber tenido grandes ricos no implicó jamás ser un país merecedor de respeto. Nuestra integración social se consolida con la democracia de Yrigoyen, se debilita con la traición de Alvear, y el extravío se producirá durante la patética “Década infame” de los años treinta, momento bastante parecido al actual, cuando se rubrica el denigrante Tratado Roca-Runciman, que guarda enormes parecidos con la actual obediencia a Estados Unidos. Cuando Milei asume que tuvimos un 5% de pobreza, deja en claro que el sangriento golpe de 1955 fue gorila, pero no vende patria, que esa enfermedad surgirá recién a posteriori de la muerte del general Perón. Aquel 5% de pobreza, acompañado de una mínima deuda externa aproximada a los 6 mil millones de dólares, desnudaba un país que los liberales, a quienes Milei tanto admira, vinieron a destruir. Será Celestino Rodrigo el primer vende patria en enfrentar las políticas nacionales de Aldo Ferrer y de José Ber Gelbard, en cuestionar nuestro desarrollo industrial que nos instalaba como aportantes del 50% del producto bruto del continente, cuando hoy, sólo llegamos a acercarnos al 17%. El patriotismo es aquella energía que defiende los intereses colectivos por encima de los negocios privados, en rigor, es la expresión central de ese arte al que llamamos política y que el contador que hoy nos preside degrada al nombre de casta. Sólo el Estado, o sea, la política, puede hacerse cargo de defender las necesidades colectivas, respetando desde ya la competencia entre los sectores productivos, pero instalando el proteccionismo necesario para estar en igualdad de condiciones con el resto del mundo. Escuché a una diputada decir que éramos el país más proteccionista del mundo. La ignorancia no tiene límites, y lo que es peor, la impunidad de los mediocres está instalada hoy más que nunca. Otro personaje aún menor, expresaba: “Nunca más el Estado presente”, refiriéndose al poder omnímodo de las empresas, en su derecho de instalar que los fuertes aplasten impunemente a los débiles. Nuestro insignificante ministro de Desregulación autorizó la exportación de ganado en pie, una medida anterior a la instalación de los frigoríficos y a la venta de cuero crudo, fácil camino para olvidar nuestra experta mano de obra en el trabajo del cuero. El patriotismo, ese que impera en Brasil, en Chile, en Uruguay, en México y en otros países hermanos, es el único sostén posible de una digna democracia. Caso contrario, uno puede llegar a tener que asumir que la dictadura de Roberto Marcelo Levingston con un ministro de Economía como Aldo Ferrer, fue más patriótica que muchos gobiernos democráticos, se llamaran peronismo o deformaciones similares. El caso de Ucrania y su presidente, que acompañó a Milei en su asunción y el abandono de esa lealtad por simple sumisión a la voluntad de Trump, muestran una indignidad digna de personajes irrelevantes. Algo parecido resulta de este nuevo juez de la CSJN, García Mansilla, quien aseguró frente al Senado que no aceptaría ser designado por decreto y aceptó luego serlo sin siquiera sentir una herida en su propia dignidad de magistrado. El nombramiento de los jueces por decreto se parece bastante a la criptomoneda cuando no a la entrevista televisiva donde Santiago Caputo corre a impedir que el presidente diga lo que no debe y quede comprometido ante la Justicia. Poco después, vendrá la más que penosa presentación de Milei en el Congreso, limitando la presencia de periodistas y fotógrafos e instalando una foto de la vicepresidenta sin cabeza. Por si fuera poco, la ominosa actitud de Caputo, quien, cual matón de barrio privado mascando chicle, avanza desafiante y prepotente sobre un diputado opositor, que había osado manifestar sus ideas. Es como si la imagen pudiera expresar la profunda voluntad autocrática que transitamos. Lo preocupante, por inmovilizador, es la continuidad de la vigencia del kirchnerismo, deformación del movimiento popular, que no termina de asumir su paternidad respecto del desatino actual. Cristina Kirchner sigue siendo el pilar fundamental de la defensa de la demencia gobernante. Luego, vendrán los números, esos que achican la pobreza en una sociedad donde el consumo de alimentos se redujo en un promedio del 20%, donde los comercios se van quedando sin movimiento, y el mismo riesgo país dejó ya de medir el premio a la obsecuencia de nuestro desquiciado mandatario. El presidente Trump desnuda el final de un poderoso imperio que va perdiendo poder y cordura, su preferencia por Putin deja ver lo secundaria que es para él la democracia misma, y el abandono de Europa muestra a las claras el final de una época, aquello que Spengler llamó hace tiempo la “decadencia de Occidente”. Necesitamos patriotismo, y lo repito, más allá de si se expresa en la ideología peronista, radical o liberal. Patriotismo, la defensa de un Estado que le devuelva a la sociedad el loable sueño de un mejor mañana. Anarquistas de verdad los hubo, pero esos daban la vida por una causa en favor de los desposeídos; estos, son anarquistas de paño Lenci, usan términos que ayer fueron revolucionarios para contener hoy los más decadentes servilismos. De Severino Di Giovanni o Enrico Malatesta a Milei hay tanta distancia como la que advertimos entre esa patria que éramos en el ’74 y la de hoy, donde cada vez son más los que duermen en las calles. Queda la valorable rebeldía del gobernador de Buenos Aires, y la mediocre agresión de aquellos medios que publicitan asesinatos y saqueos como si la reiteración de esas imágenes les permitiera a ellos cumplir el deseo de quedarse con la provincia de Buenos Aires en el futuro. Amenazas de intervención ya hubo de parte de Milei- antecedentes en democracia también-, a pesar de las desesperadas exégesis del Ministro del Interior tendientes a disimular, tergiversándolos, los exabruptos de su jefe. Alcahuetes sobran, esperemos el triunfo de los escasos rebeldes.
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