Contacto

×
  • +54 343 4178845

  • bcuadra@examedia.com.ar

  • Entre Ríos, Argentina

  • La noche en que la última estatua de Franco dejó de “cabalgar” en Madrid y la guerra de cánticos de una plaza dividida en dos

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 09/03/2025 05:00

    Los manifestantes haciendo el saludo fascista en Madrid el 17 de marzo de 2005 mientras se removía la última estatua que quedaba en Madrid del ex dictador español Francisco Franco (REUTERS/Susana Vera SV/GB) “Cara al sol con la camisa nueva / que tú bordaste en rojo ayer / me hallará la muerte si me lleva / y no te vuelvo a ver (…) / Arriba escuadras a vencer / que en España empieza a amanecer”, cantaba voz en cuello un grupo de nostálgicos franquistas en la madrileña Plaza de San Juan de la Cruz, junto al Paseo de la Castellana, mientras una grúa trasladaba la mole de bronce desde su pedestal a la caja del camión. Al viejo himno falangista le respondían desde otro sector de la plaza con unos versos republicanos que también evocaban los tiempos de la Guerra Civil: “Con la cabeza de Franco / haremos un gran balón / para que jueguen los niños / de Castilla y Aragón”. En el medio y distribuidos por toda la plaza, unos treinta miembros de la brigada antidisturbios y otros tantos policías municipales estaban atentos para que la cosa no pasara a mayores. No ocurrió a la luz del día – ni de mañana, ni de tarde – sino cuando empezaba a correr la fría madrugada del 17 de marzo de 2005, el momento elegido por el gobierno socialista que encabezaba José Luis Rodríguez Zapatero para evitar multitudes y posibles enfrentamientos callejeros. La operación se había planificado casi en secreto, pero la noticia igual corrió como por un reguero de pólvora, quizás filtrada desde las mismas oficinas del Ayuntamiento de Madrid, la ciudad que estaba gobernada por el Partido Popular. Por eso, pese al frío, a las 0.30 ya había más de un millar de personas reunidas en la plaza. Unas para manifestar su repudio, otras para celebrar con alegría por la remoción del último monumento – y el más famoso – dedicado al dictador Francisco Franco que quedaba en la capital española. La estatua ecuestre de más de siete metros de altura llevaba allí más de 15 años, desde que había sido emplazada en 1959, cuando la dictadura del “Generalísimo” -como el protocolo obligaba a llamarlo – cumplía dos décadas y todavía parecía destinada a la eternidad. Franco había muerto en 1975, pero treinta años después el monumento seguía allí, para nostalgia de unos y repudio de muchos otros, los más. La decisión de removerla se había tomado en noviembre de 1974, después de que la Cámara de Diputados votara la retirada de todos los símbolos franquistas de los edificios públicos y los municipios de toda España, pero una sorda batalla burocrática venía demorando la operación. El gobierno nacional, en manos de los socialistas, quiso removerla de inmediato, pero el Ayuntamiento madrileño, gobernado por la derecha nucleada en el PP, se había resistido. Es que el trámite y su ejecución material debían ser oficiales y nadie quería hacerse cargo de la propiedad de la alta estatua del dictador petiso. La remoción de la estatua del dictador Francisco Franco en la Plaza de San Juan de la Cruz, la última en Madrid retirada en plena noche por orden del Gobierno socialista El Ayuntamiento de la capital negaba ser el dueño de la estatua, y el gobierno central, por medio de Patrimonio Nacional, rechazaba también su titularidad, por lo que unos y otros alegaban no tener competencia para deshacerse de ella. Finalmente, los socialistas dieron un paso adelante y el Ministerio de Fomento se encargó del operativo, que decidió realizar de noche “para no provocar atascamientos de tránsito durante el día y evitar problemas de orden público”. Pero la noticia había corrido y por eso, mientras el monumento era removido por una cuadrilla de obreros, esa madrugada el territorio de la plaza se dividió en dos, con cientos de manifestantes de cada lado, policías en estado de alerta y, claro, móviles de televisión para cubrir el acontecimiento y recoger testimonios como el del cantante Víctor Manuel, reconocido militante antifranquista durante la dictadura, que estaba allí para “celebrar una noche irrepetible”. El bronce del dictador Como en toda la iconografía franquista, la estatua de bronce emplazada en el corazón de Madrid distaba de ser fiel a la realidad. Sus proporciones mentían al representar al “Generalísimo” – hombre petiso, de apenas 1,63 metros y pobre envergadura – mucho más alto y corpulento para que su porte no quedara disminuido en comparación con las dimensiones del caballo. La obra, de bronce fundido, fue encargada por las autoridades de la Universidad Complutense de Madrid al escultor español José Capuz en 1956, que la terminó ese mismo año. La mayoría de los historiadores de arte coincide en que el autor se inspiró en la estatua ecuestre del condotiero veneciano Erasmo de Narni, más conocido como Gattamelata, realizada por el maestro Donatello en 1453 y montada en La Plaza del Santo, en Padua. Según los planes de la Complutense, la imitación franquista sería emplazada en el Arco de la Victoria, pero el propio Franco vetó la idea. Luego de la negativa del dictador, la Universidad legó la estatua al Ministerio de Vivienda, que decidió montarla en la Plaza de San Juan de la Cruz, en la zona de los Nuevos Ministerios, donde fue inaugurada el 18 de julio de 1959. Se hicieron también dos réplicas del monumento, que fueron a parar a las “plazas del Generalísimo” de Valencia y Santander. Tras la muerte de Franco, el 20 de noviembre de 1975, el monumento emplazado en Madrid se convirtió en lugar de peregrinación para falangistas, nostálgicos y ultraderechistas de toda estofa, y centro de reunión para los homenajes al dictador en cada aniversario de su fallecimiento. También pasó a ser uno de los objetivos preferidos de grupos de izquierda y antifranquistas que lo hicieron blanco de pintadas y otras manifestaciones de repudio al dictador y sus crímenes. Hasta la remoción del monumento, el último ataque registrado databa de 2001, cuando cinco activistas del movimiento Izquierda Castellana lo pintaron de rojo durante la para pedir la retirada de los símbolos franquistas de las calles y pueblos de Castilla. Una madrugada encendida Cuando se supo que la estatua iba a ser removida la madrugada del jueves 17 de marzo de 2005, la noticia fue leída en algunos sectores de la sociedad española, más que nada entre los nostálgicos de la dictadura y variopintas organizaciones de ultraderecha, como una afrenta a la memoria del “Generalísimo”. Ese año, el 20 de noviembre, se cumplirían 30 años de la muerte de Franco y el monumento de la Plaza de San Juan de la Cruz iba a ser seguramente el lugar elegido para el acto central de homenaje en Madrid. A eso se sumaba lo que muchos consideraron una provocación: el día elegido para sacar de la plaza al dictador y su cabalgadura coincidía con el cumpleaños número 90 de Santiago Carrillo, uno de los líderes históricos de la oposición comunista a la dictadura. En cambio, para socialistas, comunistas y muchísimos simples ciudadanos de a pie que valoraban vivir en democracia y rechazaban cualquier intento de volver al pasado, la remoción significaba un logro largamente esperado y una victoria que merecía ser celebrada. Por eso, aún con frío y de madrugada, cientos de uno y otro lado se encaminaron a la plaza para presenciar el hecho y manifestar sus opiniones. “Muchos no se lo podían creer. Aparte de numerosos medios de comunicación, que acudieron en masa, había espectadores de los dos extremos, nostálgicos de derechas y alegres de izquierdas. ‘¡Golfos, que lo hacéis todo por la noche, sin avisar!’, decían unos exaltados, mientras otros cantaban melodías de ‘¡Que se vaya, que se vaya, se vaya...! ¡Que se vaya, se vaya de aquí!’. Por poco llegan a las manos unos y otros. Los nostálgicos pensaban que era ‘inmoral’ quitar esa estatua, con la lágrima asomando en el ojo. Se llegó a cantar el Cara al sol, pero otros se hacían fotos y se daban abrazos de alegría”, relató la crónica del periodista Pablo Herraiz publicada ese mismo día por el diario madrileño El Mundo. Una imagen del día que en fue removida otra estatua de Franco "cabalgando", esta vez en Santander, el 18 de diciembre de 2008 (REUTERS/Nacho Cubero (SPAIN) En un relato que no tiene desperdicio, la crónica describía lo que ocurrió en el preciso momento en que la estatua fue trasladada desde su emplazamiento hasta el camión que se la llevaría del lugar. “Un arnés sujetaba la estatua ecuestre para que no se cayera. Después de quitarla de su base, una grúa la instaló en un camión, la taparon con una lona y se la llevaron. En ese momento casi volvió a estallar una revuelta: ‘¡Cobardes, o estáis cargando la Historia! ¡Que Franco no vaya tapado!’. Para más inri de los simpatizantes de la estatua, los operarios la pusieron de espaldas en el camión, mientras ellos gritaban: ‘¡Ponedla hacia delante, cabrones, que Franco nunca fue de culo!’. Los exaltados incluso llegaron a tirar un objeto contra un coche cuyo conductor gritó de alegría al ver el desmontaje”, contaba. Mientras los nostálgicos se quejaban, había cientos que festejaban. “¡Por fin se llevan a Paco!”, se escuchaba gritar y hubo quienes hicieron un juego de palabras con el apellido del escultor, Capuz coreando “¡Franco, kaput!”. La operación de desmonte de la estatua duró aproximadamente 45 minutos que, más allá de los cánticos y los gritos, transcurrieron con relativa tranquilidad. Solo al final, cuando el camión ya se había llevado a Franco y su caballo, la policía debió intervenir para evitar que un grupo vandalizara las estatuas de Indalecio Prieto y Largo Caballero, que escoltaban la de Franco. Esas dos estatuas fueron removidas al año siguiente por imperio de la misma ley. Intentos fallidos Al día siguiente hubo fuertes cruces entre el socialismo y los populares por la remoción de la estatua. Mientras desde el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero se argumentó que lo normal es que los símbolos de los regímenes no democráticos no estén presentes en la democracia, el Partido Popular calificó al Ejecutivo socialista como “el más radical de la historia democrática”, y con muy poca originalidad lo acusó de situar el debate “permanentemente en el pasado” y hacer “lecturas parciales” de la historia. Los diarios de derecha se sumaron a la polémica. El conservador y otrora franquista ABC publicó una editorial donde advertía que “sería peligroso que el socialismo cayera en la tentación revanchista de intentar cobrarse ahora, con efectos retroactivos, parte de una cesión que hizo hace treinta años en una España que no es la de antes y que, felizmente, se ha despojado de todos los fantasmas del pasado”. Desde las páginas de La Razón, el líder franquista José Utrera Molina se refugió en una prosa de épica berreta para decir que “Franco cabalga aún sereno y majestuoso en el aire de la historia”. A todo esto, la estatua ya descansaba en uno de los galpones que el Ministerio de Fomento tenía en la calle de Gregorio Benítez, sin que todavía estuviera definido su destino final. Había quienes querían fundirla; otros simplemente guardarla fuera de la vista del público. Con el correr de los años, desde el franquismo y otros sectores de derecha se hicieron varios intentos para reponer la estatua en su antiguo lugar de la Plaza de San Juan de la Cruz. En 2009 la Fundación Nacional Francisco Franco (FNFF) hizo una presentación administrativa para pretendía revertir la extracción y el Tribunal Superior de Justicia de Madrid dictaminó que el Ministerio de Fomento había obviado la ley de patrimonio histórico, pero también resolvió en contra de la reposición de la estatua, porque hacerlo violaría la Ley de Memoria Histórica. Más tarde, el mismo Tribunal rechazó volver a revisar el caso porque el costo del desmonte del monumento no alcanzó los 150.253 euros que exige la ley para que se lo analice. Veinte años después del desmantelamiento del monumento de la Plaza de San Juan de la Cruz, no quedan estatuas ecuestres del dictador Francisco Franco en las plazas de España. Una investigación realizada en 2016 por Julia Schulz-Dornburg para su libro “¿Dónde está Franco?”, logró localizar nueve, todas guardadas en galpones municipales de Toledo, Zaragoza, Madrid, Valencia, Santander, Ferrol, Melilla, Segovia y Barcelona.

    Ver noticia original

    También te puede interesar

  • Examedia © 2024

    Desarrollado por