06/03/2025 10:29
06/03/2025 10:26
06/03/2025 10:25
06/03/2025 10:25
06/03/2025 10:25
06/03/2025 10:25
06/03/2025 10:24
06/03/2025 10:24
06/03/2025 10:24
06/03/2025 10:24
Buenos Aires » Infobae
Fecha: 06/03/2025 07:15
Fomentar el conocimiento desde edades tempranas protege contra riesgos en redes sociales (Imagen ilustrativa Infobae) Un fenómeno cada vez más visible en plataformas como TikTok es la viralización de videos donde las niñas aparecen con disfraces de conejitas o con atuendos y poses que imitan gestos de seducción bajo la apariencia de un juego. A simple vista estas imágenes pueden parecer inofensivas pero muchas de ellas se difunden masivamente acompañadas de comentarios de connotación sexual. La repetida circulación de estos videos no solo los convierte en tendencia sino que también facilita su almacenamiento en los dispositivos de miles de personas muchas de las cuales no deberían tener acceso a estas imágenes. Lo que inicia como una publicación ingenua termina exponiendo a las niñas al uso peligroso de su imagen, normalizando su hipersexualización y debilitando las fronteras de protección de la infancia. La sexualización de las niñas y adolescentes no es un fenómeno nuevo, pero se ha profundizado debido a la ausencia de controles efectivos en las plataformas digitales, a la falta de conciencia en las familias al compartir imágenes sin considerar el alcance, y/o una renegación de la peligrosidad a pesar de tener la información, y a una transformación global en la narrativa donde cada vez se naturaliza más la pedofilización del deseo. Las redes sociales y plataformas de videos más populares están repletas de imágenes de niñas que alcanzan miles o millones de visualizaciones, con un alto porcentaje de interacciones provenientes de hombres adultos. No se trata de una sospecha ni de un temor infundado, sino de un hecho verificado a través del análisis de tendencias y algoritmos. Plataformas de videos y redes sociales amplifican vulnerabilidades de niños y niñas al permitir la viralización de videos comprometidos No solo consumen estos videos, sino que los comparten en grupos privados con comentarios soeces, reafirmando una dinámica en la que la infancia es vista como objeto de deseo y reforzando una estructura de consumo que se expande sin regulación ni consecuencias. La negación de este problema —bajo la excusa de que la exposición es “inocente” o que el peligro está en otros espacios— impide abordar la gravedad de una realidad que ocurre a la vista de todos. No estamos hablando de contenido clandestino ni de nichos ocultos en la web profunda. La explotación digital de niñas y adolescentes ocurre en los espacios más accesibles de internet y es impulsada por el consumo masivo y sin restricciones de estos contenidos. La violencia digital contra la infancia se ha integrado a la cultura de la viralidad sin que existan respuestas adecuadas para proteger a niños y niñas. Expresiones como “Game is Game” utilizadas en algunas plataformas como propuestas encubiertas de ataques sexuales, son ejemplos de cómo ciertos discursos disfrazan intenciones y prácticas peligrosísimas y refuerzan la impunidad digital. Este no es un problema aislado. En el evento “La violencia sexual en la adolescencia entre pares retos y políticas públicas” realizado en Madrid, expertos destacaron que la violencia sexual en entornos digitales es la más frecuente entre adolescentes con casi un 60% de quienes participaron en el estudio reportando haberla sufrido. En España el 45,6% de los delitos contra la integridad sexual en 2023 tuvieron como víctimas a niñas y niños según el Ministerio del Interior. El entorno digital como principal espacio de violencia Las tecnologías avanzadas permiten manipular imágenes obtenidas sin consentimiento, ampliando circuitos de explotación infantil en la red y reduciendo posibilidades de control efectivo (Imagen Ilustrativa Infobae) El acceso a contenido sexualizado desde edades tempranas está vinculado con la reproducción de conductas violentas y relaciones desiguales de poder. El 62,5% de los adolescentes de entre 13 y 17 años ha visto pornografía en algún momento. El 40% de los jóvenes afirman que este contenido ha influido negativamente en su manera de relacionarse con la sexualidad. Y más de la mitad de las adolescentes reporta haber sufrido violencia en la pareja. El problema no es solo el acceso a contenido sexualizado, sino cómo estas narrativas afectan el desarrollo emocional y afectivo en la infancia y adolescencia. La repetida exposición a imágenes y discursos que cosifican los cuerpos de las niñas genera un terreno fértil para la normalización de la violencia de género desde edades tempranas. Prácticamente, la mitad de los delitos contra la libertad sexual durante el año 2023 en España fueron cometidos contra menores de edad. Aunque en la mayoría de los casos los agresores son adultos, los expertos han alertado del aumento de la violencia ejercida entre menores de edad, que ya alcanza al 9% de la población adolescente. Deep Fakes y nuevas formas de explotación infantil El auge de plataformas digitales multiplica la difusión de contenido infantil bajo una apariencia inocente, generando preocupantes dinámicas de cosificación y uso indebido (Imagen Ilustrativa Infobae) Las tecnologías han facilitado nuevas formas de explotación y violencia digital. La inteligencia artificial ha permitido la creación de deep fakes con imágenes robadas de redes sociales o incluso de entornos familiares para fabricar material de abuso. Esta nueva forma de agresión ya no requiere contacto físico, sino que utiliza imágenes extraídas sin consentimiento para extorsionar a niñas y adolescentes o insertarlas en circuitos de explotación. Según un estudio publicado en la revista The Lancet Child & Adolescent Health, uno de cada doce niños y niñas ha sido víctima de explotación o abuso sexual en línea. En Argentina no existen mediciones sistemáticas sobre la violencia sexual digital, lo que refleja una falta de políticas públicas para abordar esta problemática. Sin embargo, informes de organizaciones especializadas revelan que las consultas por violencia digital han aumentado exponencialmente en los últimos años. La falta de datos oficiales en Argentina impide dimensionar la magnitud del problema y, por lo tanto, retrasa cualquier respuesta estructural. La viralización de imágenes infantiles en redes sociales es riesgosa y tiene secuelas como hipersexualización y ciberacoso (Imagen Ilustrativa Infobae) La reglamentación de la Ley Mica Ortega (27.590), sancionada en 2020, reconoce otras manifestaciones de violencia digital, pero el crecimiento de prácticas como el uso de deep fakes para la explotación infantil plantea nuevos desafíos. Las redes de pedófilos han encontrado en internet un espacio sin fronteras para almacenar, intercambiar y comercializar contenido de abuso, muchas veces utilizando imágenes obtenidas de redes sociales sin que las propias familias sean conscientes del peligro. La educación sexual integral es una herramienta clave para prevenir y concientizar sobre los riesgos del mundo digital. Las plataformas digitales deben asumir su responsabilidad en la regulación de contenidos y en la protección de la infancia. No basta con eliminar comentarios o bloquear cuentas, es necesaria una reestructuración completa para prevenir la explotación infantil. También se requieren campañas de prevención dirigidas a niñas, niños, adolescentes y familias que les permitan identificar situaciones de riesgo y contar con herramientas para enfrentarlas. No podemos seguir observando pasivamente cómo la infancia es manipulada y explotada en redes sin salvaguardas efectivas. Es responsabilidad de toda la sociedad, desde las familias hasta los gobiernos y las plataformas tecnológicas, construir un entorno digital seguro. * Sonia Almada es Lic. en Psicología de la Universidad de Buenos Aires. Magíster Internacional en Derechos Humanos para la mujer y el niño, violencia de género e intrafamiliar (UNESCO). Se especializó en infancias y juventudes en Latinoamérica (CLACSO). Fundó en 2003 la asociación civil Aralma que impulsa acciones para la erradicación de todo tipo de violencias hacia infancias y juventudes y familias. Es autora de tres libros: La niña deshilachada, Me gusta como soy y La niña del campanario.
Ver noticia original