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» Diario Cordoba
Fecha: 05/03/2025 02:55
El año que Hollywood parecía que iba a hacer las paces con el edadismo, y ahí estaba Demi Moore como favorita a un Oscar para demostrarlo, subida aún al tsunami exitoso que la empuja desde hace meses, tampoco fue así. El tiempo dirá si esta edición de los premios del cine acaba recordada por el espaldarazo a una joven semidesconocida, Mikey Madison, o por la forma en que ha mordido el polvo la candidata más rutilante y veterana, la actriz que presumía de ave fénix de la interpretación, la del largo salto del cine palomitero al prestigio de los Oscar. La secuencia casi final de la gala, la de la apertura del sobre con el nombre de la ganadora a mejor actriz, causó un dolor casi físico: el rostro demudado de Moore al escuchar que le han arrebatado el premio ya es historia del cine. Como una película dentro de una película, ‘La sustancia’ ha saltado del celuloide al auditorio del Teatro Dolby de Los Ángeles y su protagonista, en la ficción y la realidad, apenas ha acariciado un sueño que parecía asegurado y que se le ha escurrido entre los dedos. La historia de la mujer que lucha contra el paso del tiempo y la huella estética que le deja vuelve a ser derrotada por una joven promesa con toda la vida por delante. Tremendo mensaje de los premios del cine que son escaparate y oportunidad única para difundir valores, tendencias y reflexiones. Si dolió como una bofetada el no a Demi Moore, hay otras lecciones en ‘The only girl in the orchestra’, el homenaje a la primera contrabajista de la Filarmónica de Nueva York que se alzó con un Oscar a mejor corto documental. O en el corto oscarizado de humor negro ‘I am not a robot’, 22 minutos de perplejidad de una mujer feminista ante la posibilidad de que todo lo que cree, su misma existencia, ha sido diseñada por otra persona. ¿No se debió sentir así, por un momento, Demi Moore? ¿No nos hemos sentido así las mujeres a menudo? A veces tratadas con condescendencia, como si no fuéramos las que tenemos las riendas de nuestras vidas. Otras, en la primera línea de techos de cristal que solo a veces se rompen, como hizo la música Orin O’Brien, y que dan ejemplo de coraje y resiliencia a las nuevas generaciones.
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