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  • Argentina en el mundo: el riesgo de una política exterior ideologizada

    Crespo » Paralelo 32

    Fecha: 04/03/2025 15:39

    La política exterior de un país debe responder a una visión estratégica que trascienda las coyunturas políticas y las preferencias personales de quienes gobiernan en determinado momento. Así lo sostiene Juan Gabriel Tokatlian en su (muy recomendable) obra "Consejos no solicitados sobre política internacional", donde advierte sobre los riesgos de una diplomacia conducida por la ideología en detrimento de los intereses nacionales. Tokatlian enfatiza la necesidad de una diplomacia autónoma y pragmática, alejada de alineamientos automáticos que comprometan la capacidad del país de actuar con flexibilidad en el escenario global, cuestión que Perón, con su visión geopolítica, tenía muy en claro hace casi ochenta años. Sin embargo, bajo la actual administración de Javier Milei, Argentina ha desdibujado los principios que históricamente guiaron su posicionamiento en el mundo, cediendo ante alineamientos impulsivos y carentes de racionalidad estratégica. Desde su asunción, Milei ha optado por una política exterior caracterizada por la falta de coherencia y la preeminencia de posturas ideológicas, con una Cancillería deficientemente conducida en una primera etapa por Diana Mondino. El alineamiento automático con Estados Unidos e Israel, sin un análisis pragmático de sus beneficios para el país, ha situado a Argentina en una posición singular en el escenario global: no se trata de una inserción internacional basada en una concepción clara de los intereses argentinos, sino de una adhesión dogmática a ciertos actores internacionales que no necesariamente retribuyen el respaldo recibido. Un ejemplo paradigmático de esta inconsistencia se evidenció en el abrupto cambio de postura respecto de Ucrania. Luego de presentarse como un ferviente defensor de Kiev y su soberanía, hasta el punto que Zelenski fue uno de los pocos presidentes invitados al acto de asunción de Milei, en un santiamén decidió abstenerse en la reciente votación de la ONU sobre la agresión rusa. Esta decisión no solo dejó en evidencia la ausencia de un criterio estable en la política exterior argentina, sino que además generó un distanciamiento con la Unión Europea y un daño en la credibilidad diplomática del país. Brasil, China, India y Sudáfrica, por ejemplo, votaron igual que Argentina, con la diferencia que mantuvieron la misma posición desde el inicio de la guerra y nunca llenaron el recinto de sus cámaras legislativas con banderas azules y amarillas como ocurrió acá. Tokatlian destaca que la política exterior argentina, tradicionalmente alineada con los principios del derecho internacional y la defensa de la integridad territorial de los Estados (tan importante en el reclamo por Malvinas), ha quedado subordinada a los vaivenes de la política estadounidense, en particular a las tendencias marcadas por Donald Trump. ¿Y la soberanía? Bien, gracias. El desprecio por el cuerpo diplomático profesional de la Cancillería agrava la situación. La conducción de las relaciones exteriores ha quedado en manos de funcionarios sin experiencia en el ámbito internacional, lo que ha redundado en una gestión errática. La degradación del Instituto del Servicio Exterior de la Nación (ISEN) y la designación de personas sin antecedentes diplomáticos contribuyen a un panorama marcado por la improvisación en lugar de la planificación estratégica. Asimismo, la política exterior de Milei ha descuidado las relaciones con socios comerciales fundamentales. Brasil y China, principales destinos de las exportaciones argentinas, han sido objeto de desaires diplomáticos injustificados. En un contexto de crisis económica, la preservación y el fortalecimiento de vínculos con mercados clave debería ser una prioridad, en lugar de quedar relegada por afinidades ideológicas que no reportan beneficios tangibles. Uno de los errores más graves al inicio de esta gestión ha sido la decisión de abandonar los BRICS, un bloque de países que están entre los de mayor crecimiento global, con abundantes recursos financieros y una gran necesidad estructural de alimentos, energía y minería, sectores en los que Argentina posee ventajas competitivas. Lo más insólito es que el Gobierno deja pasar oportunidades que ya habían sido abiertas por administraciones anteriores. Esta actitud muestra una falta de respeto, especialmente hacia las enérgicas gestiones del presidente Lula, que jugó un papel clave en nuestro inconcluso ingreso al bloque. Es un error no forzado gravísimo ideologizar en exceso las relaciones internacionales, subordinando de este modo los intereses nacionales de Argentina. El bloque BRICS representa al mundo emergente en crecimiento, en marcado contraste con el estancamiento relativo de gran parte de Occidente y el Norte Global. Desde 2020, los BRICS han superado al G7 (Estados Unidos, Japón, Alemania, Italia, Francia, Reino Unido y Canadá) en términos de porcentaje del Producto Bruto Interno mundial. Se pierden así grandes oportunidades en un mercado de 3.500 millones de personas, es decir el 42% de la población mundial. China e India, las principales economías del bloque, representarán entre el 46% y el 50% del crecimiento mundial en 2025, según estimaciones del FMI. En su momento, hasta Bolsonaro tuvo presente estas cifras, y pese a sus inclinaciones ideológicas y algunas críticas a China, mantuvo su pertenencia al bloque BRICS, siguiendo la línea establecida por Itamaraty, que en la actualidad profundiza Lula. Esta continuidad en la política exterior refleja una visión estratégica a largo plazo que los brasileños sabiamente han sabido conservar. Si Argentina aspira a desempeñar un papel relevante en la arena internacional, debe recuperar una diplomacia basada en el profesionalismo, la estabilidad y la defensa de sus intereses nacionales. La historia ha demostrado que los alineamientos incondicionales, carentes de un sustento estratégico, suelen derivar en pérdidas de autonomía y en una vulnerabilidad frente a las fluctuaciones del poder global. Como plantea Tokatlian, es imperativo que el país reoriente su política exterior hacia un modelo que priorice el desarrollo económico, la cooperación multilateral y el respeto por los principios históricos de su diplomacia. Solo así, y no con un primer mandatario degradando la investidura presidencial como en el episodio con Elon Musk en la última CPAC, podrá recuperar el lugar que le corresponde en el concierto de las naciones.

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