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Colon » El Entre Rios
Fecha: 04/03/2025 09:30
“Soy Daniel Ceferino Petelín, tengo 62 años. Nací en la ciudad de Federación porque mi familia vivía en Santa Ana y en ese momento era más cerca que ir a Chajarí. Éramos cinco hermanos, tres varones y dos mujeres, todos seguiditos. Cuando nací mi mamá era leprosa, así que el médico decía que yo no iba a durar más de 48 horas, entonces mi papá me sacó del hospital, me llevó a la Iglesia y me bautizó. Mi mamá quedó internada. Decían que si vivía iba a quedar con muchas dificultades, pero Dios se encargó de que todo estuviese bien”. “A los 12 años entré al seminario. Hice la formación siete años en Concordia y siete en Paraná. Me ordené como sacerdote a los 26 años. Mi primer destino fue aquí en la ciudad de San José, con el Padre Silverio Rauch, donde estuve un año. Después estuve nueve años en el seminario, en la formación y tres años en la Parroquia Santa Rosa de Chajarí; luego fui enviado como misionario a África, en el país de Benín, donde estuve seis años realizando tareas de primera evangelización. Cuando volví estuve en la parroquia de Villa Adela durante tres años, otros tres en la parroquia de San Salvador y últimamente 10 años en Nuestra Señora de Lourdes de Concordia”. “Soy Matías Maximiliano Daniel Cardoso, oriundo de Federal, tengo 32 años. Soy el segundo de cinco hermanos. Ingresé al seminario de Paraná terminada la secundaria, a los 18 años”. “Tuve la posibilidad de hacer una experiencia de comunión en Italia, lo que –junto con el Movimiento de los Focolares al cual pertenezco- me enriqueció en los cinco niveles de diálogo que reconocemos: dentro de la Iglesia, con otras religiones cristianas, con las demás religiones, con los ateos (conectando con los valores) y con la cultura, porque cuando el evangelio toca la cultura genera cosas nuevas”. “Me ordené con barbijo, en plena pandemia. Fui destinado a Villa Elisa dos años, pasé a Chajarí un año y medio, y a raíz del problema de salud del Padre Pedro fui cinco meses a Villa del Rosario para acompañarlo en la recuperación. Ahora San José nos llamó para estar acá”. Quienes se presentan a través de El Entre Ríos son los dos sacerdotes que este domingo asumieron funciones en la Parroquia San José de la localidad homónima, en el departamento Colón, dando continuidad al trabajo que desarrolló el Padre Jacinto Canaglia a lo largo de 17 años. Daniel Petelín es el nuevo párroco y Matías Cardoso el vicario parroquial. https://www.elentrerios.com/actualidad/nuevo-desafo-para-daniel-peteln-ldquovengo-a-servirrdquo-dijo-al-asumir-como-prroco-de-san-jos.htm -¿Cómo fue que se decidió este destino para ustedes? D.P. –Hace tiempo todos los sacerdotes tuvimos un retiro espiritual donde monseñor nos pidió a todos disponibilidad para cambios y traslados. Le dije que estaba disponible para donde se necesitase. A mediados de diciembre me habló personalmente para venir a San José y me preguntó si podíamos estar con Matías, pero que todavía tenía que hablar con él. M.C. -Como decía monseñor en la homilía, nosotros seguimos a Jesús. Cuando monseñor me habló me ocultó con quién iba a venir y cuando me enteré, con el Padre Dani nos llamamos y nos declaramos la presencia de Jesús entre nosotros. -¿Qué saben sobre la comunidad de San José? D.P. –Sé que es una buena comunidad, abierta, participativa y comunicativa; dispuesta al crecimiento, con varios servicios desde la parroquia, y en general una comunidad tranquila. Lo demás lo iremos viendo acá, no es que me inquiete. M.C. –Es lindo “que no te la cuenten”, que uno haga la propia experiencia. Lo que sí es una comunidad con mucha juventud que espera una presentación nueva del evangelio. La fe y el evangelio son siempre los mismos, pero que se va presentando con matices dependiendo de la cultura. Hoy el evangelio tiene mucho para decir a los jóvenes y a las familias. Pudimos ver que vienen muchas familias a la eucaristía, así que podemos decir que San José es “familiera”. -¿Te preocupan los problemas que aquejan a muchos jóvenes en estos tiempos? M.C. –Estamos en el Año Jubilar en el que se nos presenta la palabra “esperanza”. Y el joven, cuando sueña su futuro, hoy encuentra desde la sociedad muchos muros. El joven necesita que se le saque el techo y pueda ver el cielo, como hacíamos antes, sabiendo que Dios tiene un proyecto para ellos. D.P. –Aunque haya dificultades, estamos dispuestos a acompañar a los jóvenes y sus familias, compartir con ellos. Presentarles que hay luces aunque muchos puedan ver oscuridad en el presente. -¿Cómo era ser sacerdote hace 40 años y en qué es diferente en la actualidad? D.P. -La sociedad era distinta, entonces el sacerdocio correspondía a ese momento. La vida era más religiosa en algunos aspectos; actualmente hay muchas otras actividades para toda la familia, con lo cual el aspecto religioso no es tan fuerte en lo social. Antes la fe se vivía de distinta forma, tanto en la casa como en la comunidad. Todos los padres venían a catequesis familiar, cosa que hoy en día es difícil por los compromisos. Entonces los sacerdotes teníamos otras tareas, que correspondían con esa sociedad. -Era dentro de la parroquia esperando que la gente venga y ahora es más en salida. D.P. –Exactamente, la fe es igual pero se vive de otra manera y estamos contentos de vivirlo así. M.C. –El Evangelio dice “Donde hay dos o más reunidos en mi nombre, yo estoy en medio de ellos”. Este “salir” de la Iglesia no es salir solos, sino con Jesús. Llevar la presencia de Jesús que encontramos en la misa, en el rosario, dentro de la Iglesia. -¿Qué piensan del momento que atraviesa la Iglesia Católica? D.P. –Lo bueno es estar disponible para acompañar a la sociedad de acuerdo al momento que se vive. Hace 100 o 50 años era de un modo y hoy vivimos otra realidad. Como decíamos recién “de salida”, no tanto de espera ni de atención en la secretaría o la casa parroquial. La Iglesia en este momento debe tener disponibilidad de apertura, comunicación, diálogo y aceptación de distintas realidades. Pero siempre llevando luz, no poniendo límites ni frenos, sino abriendo esperanza y caminos de realización para todos. M.C. –Como Iglesia acompañamos desde Jesús, que es nuestro cauce por donde caminar. -Padre Daniel, le pregunto por este tiempo de misión en África que vivió hace poco junto al Padre Martín Bordet. D.P. –En enero estuvimos en Benín, un país donde estuve seis años y vuelvo más o menos cada dos años con algunas personas de la diócesis, para acompañar esa tarea evangelizadora. En esta ocasión nos dedicamos sobre todo al acompañamiento de las comunidades que habíamos formado hace muchos años y de las nuevas, así que con el Padre Martín salíamos a las 6.00 de la mañana en moto, para celebrar misa 6.30 (el sol sale a las 7.00) en pueblitos de 500 o 600 personas; a esa hora teníamos 70 u 80 personas. Yo llevaba una linterna y con esa lucecita, canto y baile, celebrábamos. Teníamos misa todos los días a la mañana y a la tarde en distintas pueblos, además de acompañar en distintas realizaciones sociales. Muchas veces hicimos pozos de agua, otras nos dedicamos a hacer una escuela agrotécnica que ya está en funcionamiento, con la ayuda de una fundación de Francia. En esta ocasión hicimos un salón grande para capacitar y formar a los artesanos, que allá son los albañiles, carpinteros, costureros. En la primera reunión vinieron 110 interesados en recibir información, organizamos quiénes serían los capacitadores, los insumos para los distintos oficios y los horarios. Ya quedó todo organizado. Nos parece que es un buen servicio desde la fe para la sociedad, no solo para los católicos, sino para todos; la mayoría son musulmanes. -¿Qué podemos aprender de esa comunidad? D.P. –La alegría de la fe, la vivencia espiritual, el servicio comunitario, la colaboración mutua. Vivir con pocas cosas sin quejarse todo el tiempo. Nosotros tenemos lujos y ahí se vive con lo mínimo indispensable. No hay productos envasados sino que todo se hace a mano, cosechan el maíz, muelen en el mortero. Tienen tiempo para cantar, bailar, saludar. Y así vivíamos nosotros. -Una vida sin internet… Hablando de eso: ¿Cómo se llevan con las redes sociales? D.P. –Matías mucho mejor. M.C. –La verdad que es otro mundo que también pide evangelizadores. En Córdoba se ha hecho el Congreso de Misioneros Digitales y en la diócesis tenemos un evangelizador que es Pablo Panozzo. A nivel internacional está este movimiento y otro que es Misioneros Digitales Kids, para ayudar a los niños a utilizar las redes con criterio y que desde su uso puedan evangelizar. Podemos decir que ahora hay seis continentes, se agregó el digital, y a ese lugar hay que llevar el mensaje de Jesús. Es todo un desafío porque implica lenguaje y códigos que si no los conocemos, quedamos afuera. Está bueno que conozcamos este mundo tan común a los gurises, pero también que sepamos que ese es un mundo virtual. La vida real va por otro lado. Mucha gente sufre adicción a las redes sociales, al celular, y eso quita intimidad interior, diálogo con la familia, momentos de juego y esparcimiento. -¿Cómo ven a la Argentina? D.P. –Con mucha esperanza. Es un país con muchas riquezas, además de personas que pueden organizarlo bien. Hay muchas dificultades, sí, que no son de ahora sino de mucho tiempo, pero yo lo veo con esperanza. Podemos ayudar a otros países con nuestros ingresos, si se organizara de otra manera la situación económica y política. Con las grandes posibilidades que tenemos, vivimos dependiendo de dinero externo para poder vivir. M.C. –Coincido totalmente. A pesar de ser un país con 200 años de historia, Argentina tiene mucha riqueza. Hay que volver a los orígenes, darse cuenta que es un país que supo dialogar con distintas culturas y que se formó con ellas. Creo que el diálogo y el respeto deben ser pilares. Hoy se cree que quien piensa distinto es mi enemigo y no es así; la opinión distinta, también en el ámbito económico y político, termina siendo una riqueza. Fuente: El Entre Ríos
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