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  • Día Mundial de la obesidad: el debate sobre la nueva definición de la enfermedad que no se limita al IMC

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 04/03/2025 02:36

    Balanza y cinta de medir - (Imagen Ilustrativa Infobae). Más de 1000 millones de personas tiene obesidad en el mundo, según los datos actualizados en 2022, y la prevalencia de la enfermedad metabólica se cuadriplicó en niños y adolescentes desde 1990. Según la World Obesity Federation, para 2025, se prevé que la prevalencia mundial de la obesidad alcance el 18% en los hombres y supere el 21% en las mujeres. En el Día Mundial de la Obesidad que se conmemora cada 4 de marzo, se reaviva el debate respecto a una nueva clasificación de la obesidad, que contribuya a prevenir las enfermedades asociadas al sobrepeso. “La obesidad es una enfermedad crónica, progresiva, recidivante y multifactorial. Es un factor de riesgo para el desarrollo de patologías crónicas como diabetes tipo 2, enfermedades cardiovasculares, enfermedades osteoarticulares y ciertos tipos de cáncer. Además, está vinculada con problemas de salud mental como la depresión y la ansiedad. Su impacto en la salud pública es significativo por costos elevados asociados a la presencia de complicaciones”, sostiene la doctora Pilar Quevedo, jefa de la División Nutrición del Hospital de Clínicas de la UBA. En tanto, el doctor Sebastián Menazzi, jefe de la División Genética del Hospital de Clínicas de la UBA, precisa que si bien entre el 40 y el 70% de los casos de obesidad pueden atribuirse a factores genéticos, “estos interactúan con las exposiciones ambientales y el estilo de vida. De esta manera puede existir predisposición a la obesidad, pero esta no puede expresarse si se fortalecen hábitos saludables”. Una nueva mirada sobre la obesidad La obesidad está vinculada a enfermedades graves como diabetes tipo 2, enfermedades cardiovasculares y ciertos tipos de cáncer (Imagen Ilustrativa Infobae) La obesidad ha sido tradicionalmente evaluada a partir del índice de masa corporal (IMC), pero hace unos años que los especialistas cuestionan si es el criterio más adecuado para definir la enfermedad. Un estudio publicado en enero de este año en la prestigiosa revista The Lancet propone clasificar la obesidad en “preclínica” y “clínica”, diferenciando entre el exceso de grasa sin síntomas evidentes y la obesidad que ya genera complicaciones de salud. Se considera que una persona es obesa cuando su índice de masa corporal (IMC) supera los 30 kg/m², pero este método no siempre captura adecuadamente el riesgo cardiometabólico de un individuo. La doctora Ana María Cappelletti, de la Sociedad Argentina de Cirugía de la Obesidad (SACO), señala que el concepto de obesidad preclínica es un avance para la prevención de su progresión hacia la obesidad-enfermedad (ahora llamada “obesidad clínica”), asociada a otras múltiples enfermedades crónicas como diabetes tipo 2, enfermedad cardiovascular y ciertos tipos de cáncer, entre otras, sumándose también las limitaciones funcionales y la posible afectación psicológica de las personas que viven con obesidad. Sin embargo, la experta advierte que esta clasificación puede no representar correctamente a todos los pacientes: “El problema es que muchas de las personas con obesidad severa no entran en estas categorías. No se trata solo de marcadores biológicos o antropométricos, sino de complicaciones reales que afectan la calidad de vida y requieren abordajes específicos”. La prevalencia mundial de la obesidad se cuadruplicó en niños y adolescentes desde 1990, por lo que ya afecta a más de mil millones de personas, según datos recientes (Imagen Ilustrativa Infobae) El doctor Jorge Riera Stival (MP 3658), integrante del Comité de Obesidad y Diabetes de la Federación Argentina de Cardiología (FAC), señaló que “la distribución de la grasa corporal, especialmente la grasa visceral, se asocia con un mayor riesgo de complicaciones cardiometabólicas y hoy en día también son elementos a tener en cuenta a la hora de definir obesidad en las personas. Los métodos complementarios para evaluar la adiposidad abdominal, como la circunferencia de la cintura y la relación cintura-altura, pueden mejorar la manera de identificar personas obesas más allá del IMC. Además, la acumulación de grasa en lugares específicos, como alrededor de las vísceras, se relaciona con un mayor riesgo de hipertensión y otras complicaciones cardiovasculares.” La doctora Cappelletti destacó que la obesidad severa demanda estrategias concretas, y en muchos casos la cirugía metabólica sigue siendo la herramienta más eficaz para mejorar la salud y prevenir complicaciones a largo plazo. La obesidad preclínica se define como un exceso de grasa corporal sin afectación evidente de órganos o tejidos, pero con un riesgo aumentado de progresar a obesidad clínica. A diferencia de la clasificación tradicional basada en el índice de masa corporal (IMC), esta nueva perspectiva pone el foco en la cantidad y distribución de la grasa, así como en sus posibles consecuencias metabólicas. La doctora Ana María Cappelletti coincidió en que una persona con IMC dentro del rango normal o de sobrepeso, pero con un exceso de grasa abdominal y signos como hígado graso o resistencia a la insulina, puede tener un riesgo mayor de desarrollar enfermedades cardiovasculares y diabetes que alguien con un IMC en rango de obesidad pero con mayor proporción de masa muscular y buen estado metabólico. En este sentido, la evaluación del impacto de la grasa en la salud resulta más determinante que el peso en sí. Para un diagnóstico preciso, es fundamental medir la adiposidad de manera directa. Aunque la densitometría corporal total es el método más fiable, su alto costo limita su acceso. Alternativas más viables incluyen la bioimpedancia eléctrica y mediciones antropométricas como la circunferencia de cintura o el índice cintura-altura, que permiten evaluar el riesgo metabólico de manera más efectiva que el IMC por sí solo. El vínculo entre obesidad y enfermedades crónicas Expertos sugieren que la clasificación tradicional de la obesidad basada en el IMC no refleja de manera precisa los riesgos para la salud y proponen evaluaciones más personalizadas (Imagen Ilustrativa Infobae) La obesidad no es solo un problema de peso. Se trata de una enfermedad crónica que impacta en múltiples sistemas del cuerpo y está directamente relacionada con patologías como la diabetes tipo 2, enfermedades cardiovasculares e incluso ciertos tipos de cáncer. Las especialistas en nutrición Susana Gutt y María Yuma, de la Sociedad Argentina de Diabetes (SAD), resaltan la importancia de detectar la obesidad de manera temprana: “El diagnóstico temprano permite una intervención médica efectiva evitando la progresión de la obesidad y la aparición de complicaciones o enfermedades asociadas”. El tejido adiposo disfuncional puede provocar inflamación crónica, resistencia a la insulina, hipertensión arterial y dislipemia, aumentando el riesgo de insuficiencia cardíaca. Además, la obesidad no solo afecta órganos internos, sino que también genera problemas osteoarticulares y urinarios, reduciendo significativamente la calidad de vida. Tanto Gutt como Yuma postulan que si bien el peso corporal es un factor a considerar, no es el único criterio para diagnosticar obesidad, ya que lo fundamental es evaluar el exceso de masa grasa y su distribución en el cuerpo. Determinar si el aumento de peso proviene del tejido adiposo y su localización permite comprender mejor el impacto en la salud. La obesidad es una enfermedad multifactorial, en la que los factores genéticos interactúan con el entorno y el estilo de vida (Imagen Ilustrativa Infobae) Las expertas de la Sociedad Argentina de Diabetes, señalan que el índice de masa corporal (IMC) es una herramienta epidemiológica útil a nivel poblacional, pero resulta insuficiente para evaluar la obesidad en cada individuo, ya que no distingue entre masa grasa y masa muscular. Por ello, su uso debe complementarse con mediciones antropométricas como la circunferencia de la cintura, la relación cintura-cadera o el índice cintura-altura. El porcentaje y la ubicación de la grasa corporal son factores clave para determinar el riesgo de enfermedades metabólicas y cardiovasculares. Un enfoque más preciso en la evaluación de la adiposidad permite prevenir la progresión de la obesidad y orientar mejor las estrategias terapéuticas. Por su parte, el doctor Riera Stival recordó que “se estima que el 80 al 85% de las personas con diabetes tipo 2 son obesas”. ¿Qué causa la obesidad? “No es tan simple dar una respuesta porque la obesidad es una enfermedad compleja que surge de la interacción de varios factores: por lo que se dice que es multifactorial”, señalan Gutt y Yuma. “Entre esos factores está la carga genética influye entre un 40 y un 70 % en el desarrollo de la obesidad sumado a factores ambientales y sociales que contribuyen a su expresión. Es una complicada mezcla entre nuestra biología y el entorno en el que vivimos”, concluyen las especialistas. Estrategias para combatir la obesidad Para prevenir la obesidad se debe dar prioridad al consumo de frutas, verduras, legumbres y cereales integrales, a la vez que se reduce la ingesta de azúcares y grasas saturadas (Imagen Ilustrativa Infobae). Según estudios sobre el tratamiento de la obesidad, las intervenciones en el estilo de vida, que comprenden cambios en la dieta, el incremento de la actividad física y el apoyo psicológico, constituyen el enfoque principal. Estas modificaciones pueden generar una pérdida de peso moderada, de entre el 5% y el 10%, y contribuir a la mejora de los factores de riesgo cardiovascular. Sin embargo, mantener estos resultados a largo plazo sigue siendo un reto significativo, dijeron desde la FAC. Para prevenir y tratar la obesidad, una dieta equilibrada juega un papel esencial. La entidad médica sugirió dar prioridad al consumo de frutas, verduras, legumbres y cereales integrales, a la vez que se reduce la ingesta de azúcares y grasas saturadas. Este enfoque no solo contribuye al control del peso, sino que también mejora parámetros clave como los niveles de colesterol , glucemia y disminuye la inflamación en el cuerpo, un factor asociado a un mayor riesgo de eventos cardiovasculares . Según las recomendaciones actuales, realizar actividad física regular es clave para mantener un peso saludable y disminuir el riesgo cardiovascular. Se sugiere practicar entre 150 y 300 minutos de actividad física moderada a la semana. Además, la combinación de ejercicio aeróbico y entrenamiento de fuerza resulta especialmente efectiva para perder peso sin comprometer la masa muscular , un componente esencial para la salud física general. “En los últimos años, han surgido nuevas opciones farmacológicas para el tratamiento de la obesidad, cuando las intervenciones en el estilo de vida no logran una pérdida de peso suficiente”, recordó Riera Stival. Estos medicamentos funcionan principalmente al disminuir la ingesta de alimentos mediante la reducción del apetito, el aumento de la saciedad o la ralentización del vaciamiento gástrico. Hay que tener en cuenta que deben ser prescriptos por profesionales con conocimiento en el manejo de estas enfermedades. Como todo fármaco, no están exentos de efectos colaterales.

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