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» El Ciudadano
Fecha: 03/03/2025 19:09
Juan Aguzzi Era fines de 1971 y hay una escena inicial donde el cantante David Johansen corre unas cuantas cuadras hasta alcanzar un reducto en la 57th. Street, la calle principal del east-west street in Manhattan, New York. Se había bajado en una parada anterior del subte y debió apurarse porque ya venía bastante retrasado e iba a tener que lidiar con el un tanto irascible guitarrista Johnny Thunder. En el lugar, una especie de maxi-kiosco con unos asientos con respaldo detrás, lo esperaban el mencionado Thunders, el baterista de origen colombiano Billy Murcia y el bajista Arthur Keane, a los que poco después de la llegada de Johansen se sumó otro guitarrista llamado Rick Rivets. Según se la mire, la New York de ese entonces estaba en franca descomposición. El reguero inagotable de heroína estaba haciendo estragos entre los yonkis; las prostitutas callejeras habían avanzado sobre las zonas antes prohibidas y las pandillas, en una mixtura de blancos y negros pobres nunca antes vista, se disputaban los botines productos de mejicaneadas o de entradas con escalamiento en los barrios residenciales. Las mafias italoamericana, judía e irlandesa controlaban la superestructura de esos negocios con infalible recelo. Ante ese panorama, las clases más acomodadas y de sectores medios comenzaron a desplazarse hacia los suburbios, algo más apacibles. Thunders, quien junto al también guitarrista Sylvain Sylvain y a Murcia, que trabajaba como camillero en el hospital Doll –término que le calzaría muy bien al grupo–, había conformado el embrión de lo que sería New York Dolls apenas unos meses antes tocando en algunos clubes neoyorkinos, quería volver a armar la banda luego de que repentinamente Sylvain se fuera a Londres sin fecha de regreso. Es que ese clima caótico neoyorkino era ideal para la propuesta musical y estética de New York Dolls y Thunders no lo quería dejar pasar luego de que las primeras presentaciones en clubes de la ciudad habían sido saludadas efusivamente por el público. Algunos de los músicos presentes recordarían luego que tuvieron una charla algo acalorada pero que finalmente se pusieron de acuerdo. Thunders insistía en que Johansen era la voz que la banda necesitaba porque la suya no daba, y además porque lo había escuchado hacerlo muy bien en Vagabond Missionaries, un grupo de Staten Island, de donde era oriundo el cantante. El asunto era que ahora debían tener otro nombre porque el original le pertenecía a Sylvain, por lo que decidieron llamarse Actress. No pasó demasiado hasta que Sylvain volvió de Londres y Thunders despidió a Rivets, reincorporó a Sylvain, y retomaron su nombre como New York Dolls para debutar en los escenarios en diciembre de 1971. Continuar por la misma senda El primer concierto de la banda sería en un parador para gente en situación de calle y adictos la noche de Navidad de 1971. El estilo era una combinación de hard rock, blues, R&B y mucho glam y punk en la actitud, que venía a acrecentar la escena histriónica y salvaje ya patentada por los Stooges o los Rolling, por Bowie y la Velvet Underground, y que sería una influencia definitiva para bandas como Ramones y hasta la misma Sex Pistols. En 1972 telonearon a Faces –en ese entonces liderada por Rod Stewart y Ronnie Wood– y donaron lo que les correspondía por su actuación a hogares de tránsito para homeless y adictos, en una clara posición de que la repercusión que comenzaban a tener no les hacía perder de vista la devastación que traía la pobreza. Y quien sobre todo insistía en esto era Johansen, que había caminado mucho las calles neoyorkinas y había pasado algunas situaciones desesperadas. La destrucción que veían en las calles también fue un sello del grupo y primero el baterista Murcia –en 1972, en una gira en Londres– y luego Thunders murieron de sobredosis de heroína. El disco debut, editado en 1973 y de título homónimo al nombre de la banda, fue producido por Todd Rundgren, quien se destacaba en ese rol y había ya había descollado con el fabuloso Something/Anything?, un álbum que figura entre los mejores de todos los tiempos. Sin embargo el disco de los Dolls vendió poco y la mayoría de la banda se deprimió, aunque no Johansen, quien insistió en que debían continuar en la misma senda, que lo que los animaba no iba a ser nunca el dinero sino tocar, actuar, estar en escena. El segundo largo fue Too Much Too Soon, del que Johansen dijo: “…creo que en ese disco perfeccionamos el estilo, mi voz estaba bien adelante e hicimos un buen tándem con Johnny (Thunders), los temas ya los teníamos bien aceitados y la base permitía que yo jugara mucho con mi voz…”. En 1975 Thunders y Nolan abandonaron la banda, pero los Dolls todavía durarían un par de años más. Noches muy locas Johansen fue un front man al que pronto se lo equiparó hasta con el mismo Jagger –hay un notable parecido incluso–, pero su look de travestido –y el de toda la banda, claro– le dio un aire subversivo y vigoroso, lo que llamaría la atención de la prensa rockera de entonces –no precisamente por la música sino más bien por la propuesta estética que sumaba adeptos de a montones– y hasta de Malcom McLaren, quien les propuso ser su manager antes que condujera a los Pistols. “… Nos convertimos en los favoritos de toda la gente del centro de Nueva York, las drag queens y las superstars de Warhol, y los chicos del East Village… Ellos también estaban aburridos, así que les encantaba vestirse para la ocasión, igual que nosotros, y además de la música, vivíamos unas noches muy locas ”, había dicho Johansen en ocasión de la re-unión del grupo en 2004 sobre aquellos años en que la banda alumbró la noche neoyorkina. La nueva juntada había sido impulsada por Morrissey, el ex vocalista de The Smiths y admirador del grupo. Johansen, Sylvain Sylvain y Arthur Kane retomaron la banda y lanzaron tres nuevos álbumes. En 2008 los re-unidos New York Dolls visitaron Argentina y estuvieron en Córdoba y también en Rosario, en el ya mítico Willie Dixon, y algunos tuvimos la suerte de verlos con unos ya veteranos Johansen y Sylvain y los más jóvenes Sami Yaffa en el bajo, Brian Delaney en batería y Brian Koonin en teclados. La experiencia fue fantástica porque la energía que se escuchaba en sus discos aquí parecía calcada, y además Johansen y Sylvain gozaban todavía de una plasticidad escénica que las generaciones de ese presente seguramente envidiaban. En algunas entrevistas previas a la llegada al país, Johansen también había dicho sobre ese pasado glorioso de comienzos de los 70: “…Noches locas en las que los chicos se vestían como chicas, arriba y abajo del escenario… éramos como un movimiento artístico, como el dadaísmo o el surrealismo. Es una idea que por sí misma está abierta a la interpretación, pero para mí significaba que había muchos modos de ver las cosas más allá de las nociones prescriptas”. El último sobreviviente Johansen también tuvo su etapa como actor y participó de varias series y películas pertenecientes al género comedia, entre ellas Los fantasmas contraatacan (Richard Donner, 1988); Un día de suerte (Joe Pytka, 1989); Freejack (Geoff Murphy, 1992) y Mr. Nanny (Michael Gottlieb, 1993), siempre componiendo personajes alocados, absurdos o desconcertantes, a los que él imponía una delirante intensidad. Tal vez la que pueda recordarse más fácilmente es Freejack, donde compartió cartel con Anthony Hopkins e incluso con el músico al que había admirado y con quien se lo comparó, Mick Jagger. Paralelamente Johansen tuvo una carrera musical solista recostada primero en el soul con temas con mucho swing y luego en el blues. En 2022 se estrenó un documental hecho por Martin Scorsese y David Tedeschi al que llamaron Personality Crisis: One Night Only (“Personality Crisis” fue uno de los temas emblemáticos de New York Dolls) donde se cuenta la historia del cantante intercalada con su actuación en el Café Carlyle de Nueva York dos años antes, una de sus últimas apariciones en escena. La re-unión de la banda había durado hasta 2011 y en una entrevista de ese mismo año, Johansen había dicho sobre ese tan efímero pero glorioso pasado: “Cuando empezamos los Dolls, éramos realmente una pandilla, éramos nosotros contra el mundo, y queríamos hacer con la música algo nuevo… Tal vez éramos como una banda de drogadictos, drag queens… con los años, eso se asentó en mi mente hasta que deconstruyéndolo y rearmándolo, me di cuenta de que de todos modos hacíamos algo artístico”. Muerto a los 75 hace unos días, Johansen era el último sobreviviente de los Dolls. No caben dudas que integró una de las bandas de rock más icónicas de todos los tiempos, en principio por actitud y estética, pero también porque fijaron los parámetros políticos de lo que se conocería como el “no future” del punk a partir de su posición antisistema y su visión social sobre las calamidades provocadas, justamente, por ese mismo sistema. Su impacto estuvo basado en su propuesta grotesca y de provocación, que supieron destilar con eficacia y que definieron toda una época de la cultura rock. Outsiders y salvajes por naturaleza, los conflictos con las drogas y el alcohol los llevaron a un lugar de culto, al margen de la masividad que gozaron otros artistas de esa escena. Johansen había sido el último signo vivo de esa movida.
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