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» Diario Cordoba
Fecha: 03/03/2025 11:19
El deseo -y en muchos casos las posibilidades- de ser padres y formar una familia es cada vez menor entre las parejas en los países desarrollados. De esa realidad no escapa España y, por lo tanto, tampoco Córdoba. De hecho, no es una situación nueva y se ve reflejada en los datos de nacimientos, que cada vez van a menos, y en la cantidad de niños menores de 14 años que viven en la provincia, que por consecuencia también descienden. Si antes las parejas afrontaban el reto de tener hijos lo más pronto posible, ahora existe una tendencia creciente a la incorporación de mascotas a la familia y, según las estadísticas, mientras los nacimientos caen, la cantidad de perros y gatos en los hogares cordobeses aumenta. Según los datos del registro andaluz de animales de compañía, los cordobeses tienen en sus casas 253.548 perros y gatos, muchos más canes, 228.799 (a los que habría que sumar hurones, conejos, cobayas y otras especies), mientras el número de niños es mucho más modesto. Según la última estadística del INE, de 2022, en Córdoba hay 29.734 niños de 0 a 4 años, 35.847 de 5 a 9 y 40.899 de 10 a 14, lo que hace un total de 106.480. Pero es que, además, hace dos años las mascotas eran menos que ahora y los niños eran más. Según los datos de la Junta de Andalucía, desde 2022 a 2024 el número de mascotas en Córdoba ha crecido un 7,6%, mientras que de 2020 a 2022 (últimos datos disponibles en el INE) el número de niños menores de 14 años ha descendido un 5,3%. Aunque se sumaran los mayores, de 15 a 19 años, 42.045 más, seguiría habiendo una población muy superior de animales domésticos que de menores. Es una realidad que cada vez más familias deciden tener una mascota y no tienen hijos. Sin embargo, los datos tampoco son los más fiables, porque muchas de las familias no notifican el fallecimiento de sus animales -si mueren fuera de centros veterinarios- al registro de mascotas que llevan los colegios de veterinarios en España, por lo que puede haber una cifra inflada y no del todo real de animales. Aún así, son muchas las razones que llevan a una pareja joven a decidir no tener hijos en estos tiempos, entre cuestiones económicas, que pesan mucho, pero también personales o del entorno. Hay investigadores dedicados a estudiar qué pasa con la tasa de natalidad en los países europeos. Una de ellas es Olga Gómez Ortiz, profesora del departamento de Psicología de la Universidad de Córdoba e investigadora del grupo Laboratorio de Estudios sobre Convivencia y Prevención de la Violencia (Laecovi), que, junto a Carmen Sánchez, investiga la predisposición de los padres para tener más de un hijo. El impacto de la parentalidad Gómez Ortiz explica que en las últimas investigaciones están descubriendo el impacto emocional de la parentalidad en los primeros años, el cómo se sienten los padres y cómo la culpa y el estrés tienen impacto entre los que ya tienen un hijo en la decisión de tener un segundo. Es importante porque la tasa correcta para mantener el reemplazo generacional está en torno a 2 hijos, pero en España es de 1,21. «Convertirse en padre o madre es un proceso que viene cargado de expectativas y responsabilidades, y es una situación que modificará tanto las rutinas personales como las familiares», explica Gómez Ortiz, que agrega que una vez ese primer deseo se ve satisfecho con el primer hijo, entran factores de conciliación, el conflicto familia-trabajo y procesos emocionales como la culpa, muy prevalente en las primeras etapas, y el estrés parental, que disminuyen la posibilidad de querer un segundo bebé. Las parejas suelen quedarse en un hijo «para no seguir añadiendo dificultades a la vida». Todos estos factores dan respuesta a la poca predisposición de los padres a tener más hijos, sin mencionar las parejas que no quieren -o pueden- tener ni uno. La psicóloga cree que la situación de la baja natalidad se puede revertir, pero en muchos casos también depende de factores estructurales que poco tienen que ver con el control individual, como la economía de un país o las políticas de igualdad, porque todavía el coste de oportunidad, lo que se deja de percibir para ser padres, sigue recayendo en gran medida en la mujer y, finalmente, repercute en la poca predisposición a ser madres. «El Estado tiene que ser muy consciente de su papel esencial en la situación demográfica», agrega. Para Olga Gómez Ortiz no es comparable tener un hijo con tener una mascota, pero sí admite que «tener un perro en casa da cierto grado de afecto y de responsabilidad, puede verse como un buen sustituto a la necesidad fisiológica de cuidar de alguien y tener un ser que te proporcione bienestar, pero nunca es el reemplazo de un hijo». Suscríbete para seguir leyendo
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