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» Diario Cordoba
Fecha: 03/03/2025 11:18
Antonio Pedrera Fernández no se imaginó nunca que aquella travesía que inició en el año 1988, durante su servicio militar en el buque Juan Sebastián de Elcano, le cambiaría la vida. Entró en cocina acompañado, nada más y nada menos, que del hoy mundialmente conocido chef José Andrés. Fue una travesía de un año que le marcó la vida. Hasta el punto de que hoy es el cocinero oficial de las expediciones científicas del CSIC, que le han llevado en los últimos meses hasta la Antártida, a bordo del barco Odón de Buen, donde durante su última expedición no han faltado platos cordobeses como el rabo de toro, el salmorejo o las berenjenas con miel. Natural de Posadas, Antonio encontró en la cocina su forma de vida tras salir de su pueblo a mitad de los años 90 hacia Barcelona, donde estudió durante tres años en la Escuela de Cocina de la ciudad condal. A lo largo de su carrera profesional ha sido responsable de los menús de los campeonatos de moto GP durante varios años y ha regentado varios negocios tanto en Barcelona como en Torrevieja (Alicante), donde tiene actualmente establecido su domicilio familiar. Cambio de rumbo Sus contactos con profesionales de la actividad culinaria (entre los que figuran Juan Mari Arzak, Carmen Ruscalleda o Quique Acosta, entre otros) y el mundo de la navegación le permitieron conocer la posibilidad de incorporarse como chef a los barcos que el CSIC tiene por distintos puntos del mundo, después de haber dejado los restaurantes propios. La pandemia fue crucial para que tomara esa decisión. En concreto, explica que fue Eduardo Bianchi, «que es capitán de marina mercante» y al que también conoció en Elcano, quien le orientó sobre cómo acceder al puesto que hoy ocupa. Antonio Pedrera, entre los científicos del CSIC Antonio Tovar y Gabriel Navarro, a bordo del barco. / Córdoba Para incorporarse ha tenido que acreditar su capacitación y sacarse «varios títulos de seguridad en barcos y en botes de rescate», entre otros. Cumplidos todos sus requisitos pasó a formar parte de la empresa Tragsa, que es la que presta el servicio de restauración en el barco. Para Antonio, la experiencia de ir a la Antártida es «impresionante, yo nunca me imagine que un tío de Córdoba, de Posadas, pudiera venir hasta aquí» y, para colmo, «para dedicarme a lo que me gusta». «Hay personas que pagan 25.000 euros por estar en un crucero de 10 días por la Antártida», recuerda irónico. Además de ser el artífice de los menús del barco, esta vivencia le ha servido para aprender algunas de las cosas sobre las que trabajan los científicos. «Sí, sobre los microplásticos que hay en el mar» o sobre cómo el cambio climático afecta al ecosistema antártico, «a estos animales les afecta mucho la subida de medio grado en la temperatura», explica este cocinero maleno que se ha identificado plenamente con el trabajo del grupo de científicos. Estas cosas, dice, «me las ha enseñado Antonio Tovar, que es el jefe del CSIC de Cádiz» y forma parte del equipo de trabajo. Junto a todo esto, Pedrera ha descubierto que está a bordo del barco científico más moderno del momento, «ha costado 85 millones de euros y lleva la mejor tecnología del mundo», explica. Junto a él navegan 52 personas, entre tripulantes y científicos. La ministra Diana Morant visitó la base y pudo disfrutar de la cocina de Antonio Pedrera. / Córdoba Durante su estancia en la expedición antártica ha tenido tiempo también de conocer a la ministra de Ciencia, Innovación y Universidades, Diana Morant, que visitó la base este pasado mes de febrero y de la que señala el cocinero que es «muy agradable y educada» y recuerda que le hizo un chocolate «porque ese día hacía mucho frío». Productos españoles Sobre el menú que se ha venido elaborando durante los tres meses de expedición, Antonio explica que los planifican el día de antes entre su compañero, «que es de Granada», y él, y que los productos que se usan son españoles, en la mayor parte. «La carne es toda de España», recuerda, y cuando hay que reponer otro tipo de artículos les llega desde Punta Arenas (Chile), el lugar más cercano a la estación en la que trabajan. «Se consume mucha comida –aclara-, ten en cuenta que son 100 menús diarios». Antonio se muestra maravillado con todo lo que ha podido conocer con esta expedición: «pingüinos, leones marinos, ballenas y unos paisajes espectaculares», pero recuerda que lo más duro, sin lugar a dudas, son las temperaturas, como es natural. Ahora estamos aquí en verano y la temperatura más alta es de cinco grados, pero hay momentos, en invierno, que se alcanzan los 35 bajo cero». En unos días regresa de vacaciones a España y espera visitar Posadas, su pueblo natal, pero ha de volver antes de abril, porque para entonces está prevista su próxima partida. Le lleve la singladura a donde le lleve, tiene claro que seguirá llevando los aromas de la cocina que conoció en su infancia, la de Córdoba, aportando así un rango de universalidad al rabo de toro, a las berenjenas con miel o al salmorejo. Suscríbete para seguir leyendo
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