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» Diario Cordoba
Fecha: 03/03/2025 11:00
Se sintió un terremoto en la ciudad, pero yo no sentí nada. Temiendo estar incubando una peligrosa indolencia, pensé en algún destino que me obligase a espabilarme, y opté por un lugar que normalmente prefiero evitar, donde me siento continuamente desubicado, inexperto: El Corte Inglés. Quizá influya que sea el único sitio en el que me han robado. Hace años, al abrigo del pórtico de columnas plateadas, un adolescente se acercó a mí y me dijo que le diera todo lo que llevase encima. Educadamente, le entregué mi cartera, y creo que mi diligencia le impresionó, porque cuando se marchaba me la lanzó de vuelta. Cogió el dinero, pero no el DNI. Siempre le agradeceré que me ahorrase un trámite burocrático. Al cruzar la puerta de entrada tiene uno la sensación de poder ser atropellado si se queda quieto, el trasiego de gente es tremendo. Avancé con determinación hacia la escalera mecánica y, mientras subía, pensé en algún motivo que justificase mi visita. El problema es que allí, supuestamente, está todo. Me sucedió lo mismo que cuando intento elegir una película en una plataforma digital: la avalancha de ofertas me incapacita. Esta es una fórmula de negocio, por lo que se ve, infalible. Todo el mundo quiere estar donde todo es posible. Va uno allí y mata setenta pájaros de un tiro. Deportes, zapatería, hogar... No me decidía por ninguna de las opciones, así que me limité a dejarme llevar por la escalera mecánica. Es entretenido ver a la gente en el carril contrario, apareciendo y desapareciendo como en un guiñol. Pero a medio camino hay que cambiar de escalera, así que tuve que sortear, como en un laberinto de trincheras, colchones y compradores. Finalmente, llegué a la cafetería, donde está bien visto no moverse. Muchos iban de niños a comer tortitas con nata, o a ser utilizados como excusa por sus padres para que estos se las comiesen. El ambiente era distendido. Me senté en la mesa de la esquina y comprobé que era comodísima. Mis prejuicios me habían apartado de un lugar estupendo para leer el periódico. Llegar no es fácil, pero merece la pena el esfuerzo. La conversación de las camareras coincidía con una de las noticias del día: no paraban de descubrir granadas de la Guerra Civil en el Realejo. Uno está tan tranquilo en su casa y, de pronto, el vecino guarda explosivos en el cajón de los calzoncillos. En un arrebato de intrepidez, casi me voy en busca de la noticia, pero al final me quedé en el supermercado. La ensalada de puerros que venden preparada no aparece en ningún titular, pero cura la indolencia. *Escritor
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