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  • El carnaval, un ritual cultural

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 03/03/2025 04:50

    (Imagen ilustrativa Infobae) El carnaval es una fiesta pagana que se celebra cuarenta días antes del domingo de Pascuas. Algunos historiadores remontan su origen a los sumerios, unos miles de años atrás; otros sostienen que surgió en la época romana como una celebración al dios de la agricultura, Saturno. Se cree que Saturnales eran las fiestas de la finalización de los trabajos del campo, luego de la siembra de invierno, cuando el ritmo de las estaciones dejaba a la familia campesina, incluidos los esclavos domésticos, tiempo para descansar. Entonces, fiesta mediante, amos y esclavos cambiaban sus roles por un día y la costumbre permitía mantener la paz social, ya que, al menos una vez al año, los ciudadanos se burlaban de su tirano. También en el medioevo el carnaval era sinónimo de fiesta, de exaltación de la comida y de la buena mesa. Era costumbre llamarlo “fiesta de la locura” puesto que la gente se dedicaba a hacer bromas, ocultada en un disfraz. Una de las festividades más antiguas aún vigente hoy es la de Venecia, la cual comenzó a celebrarse en 1268 en plena Edad Media. Pero fue a raíz de la expansión del cristianismo que la Iglesia le pone límite a este festejo pagano y la agrega en el calendario, reduciéndola solo a 3 días previos al Miércoles de Ceniza. A esta fiesta se la llamó Carnavam cuya etimología proviene del latín “carnem levare” y significa quitar la carne, señalando el período de sacrificio que le continúa donde se finaliza la etapa asociada a los pecados carnales y comienza el ayuno y la abstinencia. Por otro lado, en nuestro país, el carnaval existía en épocas de la colonia, ya que fue introducido por los españoles. En ese entonces, se caracterizó por excesos y decretos de prohibiciones. En Córdoba, el gobernador Sobremonte, en 1790, prohibió el juego público del carnaval por los varios perjuicios que este ocasionaba. Cuentan que luego de 1810, se usaba mojar a los vecinos con huevos ahuecados, rellenos con agua e, incluso, las familias más acomodadas, usaban agua de colonia en huevos de ñandú. Más tarde, en 1844, Rosas lo reglamentó, pero luego lo vedó “por tratarse de costumbres opuestas a la cultura social, al interés del Estado y a un pueblo laborioso”. En 1838, Juan B. Alberdi, fiel defensor de esta festividad, aconsejaba “a las personas racionales y de buen gusto que corran, salten, griten y mojen a su gusto a todo el mundo, ya que por fortuna lo permite la opinión y las costumbres”. Fue en 1854 cuando se autorizaron los bailes con máscaras y juegos de agua e iniciada la presidencia de Sarmiento se realizó el primer corso oficial, quien, en 1869, restableció esta celebración con comparsas y murgas. Este último trajo la idea del carnaval cuando viajó a Europa. “Le llamó la atención porque se dio cuenta de que el carnaval traía una situación social muy interesante porque en esa fiesta se borraban las clases sociales. Decía que la mejor manera de medir la moral de un pueblo era en el carnaval que en los comicios”, señala Arturo Sánchez, de la Casa Natal de Sarmiento. En su libro de viajes, el prócer señaló: “El día de mi llegada a Roma, la campana del capitolio empezó a tañer a golpes redoblados pasado el mediodía. Y un murmullo respondió de todos los ángulos de la ciudad a una señal impacientemente esperada, como la voz del ángel del placer que llama a los muertos a una vida febril. Era la apertura del Carnaval” Incluso participó personalmente en el corso vestido con un poncho de vicuña y un sombrero que cubría su cara y sorprendió a todos. Cuando lo descubrieron, la gente comenzó a mojarlo y él no tardó en responder y, además, lo bautizaron “emperador de las máscaras” y le regalaron una medalla que se puede ver en su casa sanjuanina. En este sentido, dijo: el Carnaval no puede ser extinguido. Es una tradición de la humanidad, que se perpetúa a lo largo de los siglos; es al fin de cada año un desembarazo de las sujeciones que retienen a todas las edades en su decoro. El artículo “Historia del carnaval en Buenos Aires: una fotografía de la sociedad porteña” resultado de la entrevista a Virginia González, directora del Museo Histórico Sarmiento, cuenta que, en una de sus visitas a Estados Unidos, Sarmiento conoció a las compañías de teatro minstrels, que estaban formadas por blancos que se pintaban la cara de negro para caricaturizar a los afroamericanos, mostrándolos como seres inferiores, primitivos, perezosos. Atraído por esas manifestaciones, Sarmiento los invitó a un corso porteño. Tuvo tal repercusión que, durante los años siguientes, los porteños blancos de clase alta comenzaron a imitar a los minstrels que burlaban a los negros. Y esa estigmatización fue tomada por los afroporteños como una ofensa a sus tradiciones. Por este motivo retiraron al candombe de la escena pública, practicándolo solo en espacios íntimos. Sandra Cazón, en su escrito “Las fiestas populares en Hispanoamérica: El carnaval en la Argentina”, señala que el carnaval, a principios de siglo pasado, era tenido en cuenta por todos los sectores sociales, pero no todos participaban y festejaban de igual modo. Las clases bajas se divertían mojándose con almidón y cáscaras rellenas con agua florida, pero lo más común eran las batallas protagonizadas por bandos de sexos opuestos, que se batían en combates con baldes, pomos y bombas. En cambio, el carnaval de alcurnia era el celebrado por las clases altas, que se esforzaban por darle una nota distintiva que lo hiciera digno de su nivel social. Según la autora, el juego con flores y serpentinas, los bailes y las cabalgatas, entre otras, eran las formas consideradas cultas y distinguidas de hacer gala a estas fiestas. Solo las familias adineradas podían preparar carrozas y determinados sectores eran invitados a los bailes de los clubes aristocráticos o de las familias distinguidas, donde se ejecutaba y bailaba música selecta. Fuera de estos grupos reducidos, el resto de la sociedad acudía a los bailes realizados en los salones públicos. A mediados de siglo, la influencia de los inmigrantes italianos y españoles fue resignificando el carnaval, introduciendo ritmos, danzas y vestimentas propias de sus lugares natales. En 1976, durante la dictadura cívico-militar, se eliminó al carnaval del calendario oficial de festejos y se detuvieron sus manifestaciones callejeras, lo cual provocó su invisibilización. El feriado fue recuperado en 2010. En estas fiestas lo popular y lo masivo se muestran y, de ese modo, se resignifican, dando lugar a manifestaciones barriales, donde lo tradicional, lo local y lo artesanal se reformula con una mirada múltiple, representativa de corrientes culturales diversas. Al decir de García Canclini, rescatar lo popular es ayudarlo a erigirse como un espacio fértil para repensar la estructura compleja de los procesos culturales. En definitiva, el carnaval es una manifestación cultural que sirve para apreciar las raíces y mantener las costumbres y enseñar a los más chicos el sentimiento de pertenencia y arraigo, producto de la visibilización de las distintas culturas que conforman un país heterogéneo y plural.

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