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» Misionesparatodos
Fecha: 02/03/2025 21:03
A quién conviene la llegada de Ariel Lijo a la Corte es la pregunta a hacerse en este complejo ajedrez político-judicial. Quien a esta altura -domingo 2 de marzo- diga que sabe qué va a pasar con la Corte, estaría mintiendo. Porque el ajedrez es tan complejo que ni los propios protagonistas lo saben. Obvio que alguien va a tener razón al final del camino, y si ese “alguien” es el Gobierno, va a enrostrarle a todo el mundo que no entiende nada y que ellos entienden todo. La primera pregunta que debe hacerse es a quién le conviene la llegada de Lijo a la Corte, además de a él mismo. El león compró la idea de Lorenzetti creyendo que, al satisfacer la vieja expectativa de Comodoro Py de tener a uno de ellos en el máximo tribunal, los jueces de esa corporación judicial/política no van a entorpecer las reformas -muchas polémicas desde el punto de vista jurídico- y tampoco molestarían al presidente y sus funcionarios en sus tareas, más allá de las formalidades que habitualmente terminan en los brazos de Orfeo. Cristina cree que el dios Orfeo -en este caso protagonizado por “Ariel”- también calmará a las fieras tocando su lira, tal cual reza la mitología griega. El punto es quién sacará mejor partido en esa negociación. Por las dudas, el ministro Cúneo Libarona anunció (¿justo?) este viernes que mandará al Senado el pliego de 222 jueces y fiscales, aunque no son de los que trabajarán en la calle dedicada al famoso marino. ¿Un dulce para aceitar el toma y daca? ¡Jamás! Pero, así como nadie puede firmar que Ariel -para los amigos- sea leal con esos supuestos compromisos, tampoco puede asegurarse la conducta futura del nuevo juez de la Corte. Rufus -también para los amigos- doctrinariamente podría estar más cerca de Rosatti y Rosenkrantz (los 2 R), que del abogado de Rafaela. Pero, al mismo tiempo, se lo ve muy presionado por el asesor estrella del presidente. ¿Cómo votará en la nueva composición de 4 respecto a la licencia de Ariel, ya que ni siquiera tiene dictamen de comisión en el Senado? Hasta ahora, los más sagaces de este mundo creen que la cámara alta lo va a cepillar a García Mansilla próximamente en esta sala. ¿Seguirá siendo juez después de eso? Teóricamente no. Pero en esta Argentina no solo a Seguro se lo llevaron preso, sino que también a Teóricamente. El Gobierno dice que seguirá siendo juez hasta que diga el decreto ya emitido. ¿Rufus buscará asociarse a los 2 R para legitimarse? En esta Corte líquida, diría Bauman, nada esta claro. ¿Rosenkrantz seguirá siendo un aliado incondicional de Rosatti, en el medio de tanta presión? Quizá somatice tanta angustia personal que le causan estos conflictos y ceda un poco, con lo cual lo dejaría a la máxima autoridad del Poder Judicial en Pampa y la vía. Es decir que, ni García Mansilla, ni Lijo, ni Rosenkrantz pueden dar fe de sus conductas futuras, llegado el caso. Solo hay dos actores de los cinco que tienen posición fija… pero eso no constituye una mayoría. Además, hay muchos actores de reparto que puedan jugar un rol estratégico. Uno es el juez Ramos Padilla, quien tiene en su poder la potestad de dictar la nulidad del decreto de nombramiento en comisión y arruinar todos los festejos oficialistas. Si bien le dio 10 días al gobierno para que responda, todo es relativo. Este magistrado le hizo lugar a una presentación de una ONG ligada al mundo kirchnerista. Mientras, Cristina sigue en silencio. ¿Llamativo? No. ¿Para qué va a hablar si tiene la capacidad de mover muchas fichas por detrás? ¿Se aprueba Lijo para que se caiga la ley de ficha limpia¡? Probable. Ningún vaqueano o vaqueana del mundo senatorial cree que esa polémica ley se apruebe. Y así, todos felices comerían perdices. Bueno… por ahora, porque “la casta” de los abogados también se va a movilizar ante tanta desprolijidad institucional. Un último comentario sobre este tema: a esta altura, ¿quiere Lijo ser juez con tanto cuestionamiento a las formas? Muchos creen que no y que prefiere esperar a que el Senado lo confirme. Esta Corte de Fab Four podría ayudar en ese camino. Esta semana también se habló mucho de la justicia por su rol en el tema seguridad. Una sucesión de hechos lamentables en la provincia de Buenos Aires puso en la picota a la gestión de Kicillof. El “gatito mimoso” le pidió que se corra para intervenir el distrito. Es de suponer que se salteó de leer el capítulo de la Constitución dedicado a la materia: con enviar una ley al Congreso y hacerla aprobar, es suficiente. Así de fácil. Más allá de lo terrible del caso, hay varias cuestiones políticas para apuntar: El Gobierno hace rato que viene jugando a la interna entre el gobernador y la jefa, para que ninguno de los dos tenga todo el protagonismo. Esta semana los muchachos peronistas, que no comen vidrio, cerraron filas con Kicillof porque, quizá, “todos unidos triunfaremos”. Como lo dijimos la semana pasada en esta columna, el mayor desafío para el futuro de Milei es que el kirchnerismo gane en la PBA. Lamentablemente, la experiencia indica que la seguridad se puede convertir en tema de campaña, pero es poco probable que tenga incidencia electoral. Solo recuérdese el asesinato del kiosquero en Ramos Mejía entre las PASO y la general de 2021: el Frente de Todos no solo no perdió votos, sino que además los recuperó. Cuando frente a un tema relevante la mayoría no ve que alguien tenga la potestad de resolverlo, pierde su capacidad de incidencia en la decisión del voto. Como no alcanzan los caracteres para analizarlo todo, solo resta prestarle atención a que el Índice de Confianza en el Gobierno de la Universidad Di Tella registró en febrero su tercera caída seguida, donde el aspecto “preocupación por el interés general” es el peor de los cinco atributos evaluados. ¿Se trata de un gobierno eficiente para atacar problemas centrales, pero que tiene poca empatía con las sensibilidades de la ciudadanía? Muchos sucesos negativos juntos terminan por adormecer la capacidad de reacción social. Eso lo sabe bien el lugar donde los expedientes judiciales duermen el sueño de los justos. Doctrina Orfeo. ¿O debería llamarse Comodoro Orfeo? Por Carlos Fara
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