Contacto

×
  • +54 343 4178845

  • bcuadra@examedia.com.ar

  • Entre Ríos, Argentina

  • Avisos de Jesús a nuestros dirigentes

    » Diario Cordoba

    Fecha: 02/03/2025 04:28

    Vivió en Córdoba y se adentró en su alma, formando parte de la comunidad de religiosos claretianos en la Real Iglesia de san Pablo, el padre Segundo Gutiérrez, artista y poeta, que llevaba en sus manos y en su corazón la magia de la creatividad, expresada primordialmente en sus tallas, en la madera noble de los cedros del Líbano. Las más diversas maderas tropicales adquirían en sus manos un alado fulgor. Recordaré siempre sus primeros saludos, en los que colocaba una nota de humor para dar paso al «encuentro» fraterno y cordial: «Soy Segundo, el primero para servir». Luego, acompañaba a los visitantes a sus «exposiciones» y les explicaba el sentido de sus obras y la historia de su vocación: «Un día me invitaron a que tallara la ‘oración del artista’ y caí en la cuenta de que Cristo siempre estuvo rodeado de madera: El pesebre suponemos que era de madera, y la barca, probablemente también las sandalias, hasta el final, muriendo en una cruz de madera». Me ha venido a la memoria el recuerdo de este religioso que tallaba la madera como los ángeles y aquel saludo suyo, jugando entre sonrisas con su nombre: «Me llamo Segundo, pero soy el primero para servir», al leer el evangelio que se proclama este domingo en las eucaristías. Jesús llama la atención de aquellos que tienen responsabilidades educativas o de mando: «Los pastores de almas, las autoridades públicas, los legisladores, los maestros, los padres, exhortándoles a que sean conscientes de su delicado papel y a discernir siempre el camino acertado para conducir a las personas». La advertencia de Jesús es fácil de entender: «¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego?». En una sociedad dañada por tantas injusticias y abusos, donde crecen las «zarzas» de los intereses y las mutuas rivalidades, y donde brotan tantos «espinos» de odios, discordia y agresividad, son necesarias personas sanas que den otra clase de frutos. ¿Qué podemos hacer cada cual para sanar un poco la convivencia social tan dañada entre nosotros? Tal vez hemos de empezar por no hacer a nadie la vida más difícil de lo que es. Esforzarnos para que, al menos junto a nosotros, la vida sea más humana y llevadera. No envenenar el ambiente con nuestra amargura. Crear en nuestro entorno unas relaciones diferentes hechas de confianza, bondad y cordialidad. Necesitamos entre nosotros personas que sepan acoger. Cuando acogemos a alguien, lo estamos liberando de la soledad y le estamos infundiendo nuevas fuerzas para vivir. Qué importante es ofrecer refugio, acogida y escucha a tantas personas maltratadas por la vida. De nuevo, es Jesús quien nos lo dice: «No hay árbol bueno que dé frutos malos, y a la inversa, no hay árbol malo que dé fruto bueno. Cada árbol se conoce por su fruto» (Lucas 6,43). El fruto son las acciones, pero también las palabras. El mensaje de Jesús tiene tal vez más actualidad que nunca en una sociedad donde se vive una vida programada desde fuera y en la que los individuos son víctimas de toda clase de presiones y de angustias. Sucede muchas veces. Los grupos de poder ponen en marcha múltiples mecanismos para dirigir la opinión pública y llevar a la sociedad hacia una determinada posición. Pero con frecuencia lo hacen ocultando la verdad y desfigurando los datos. Las consecuencias son graves. Cuando se oculta la verdad existe el riesgo de que vayan desapareciendo los contornos del «bien» y del «mal». Ya no se puede distinguir con claridad lo «justo» de lo «injusto». La mentira no deja ver los «abusos». Somos como «ciegos» que tratan de guiar a otros «ciegos» (Lucas 6,39). Nuestro problema no es tener problemas, sino no tener fuerza para enfrentarnos a ellos. Es necesario que el bien que nos habita rebose en nosotros hasta expresarse por entero en nuestras vidas. Frente a tantos «falseamientos interesados», quizá la fe, lejos de desaparecer, se haga más necesaria que nunca para guiar a una humanidad necesitada de luz y de sentido. Como eco especial, aquel verso de Luis Rosales, que interpela en lo más vivo: «Hermano, si no crees, nada te queda». *Sacerdote y periodista

    Ver noticia original

    También te puede interesar

  • Examedia © 2024

    Desarrollado por