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» Diario Cordoba
Fecha: 02/03/2025 04:26
Los acontecimientos en la geopolítica actual se suceden a una velocidad frenética. Mientras se confirma la deriva autoritaria del régimen trumpista, aderezada con saludos nazis, el camino de la política debe abrirse paso con firmeza para fortalecer a una Europa, de momento atenazada. En mi opinión, tres acontecimientos han marcado la agenda de estos días, aunque es difícil hacer una selección, pues cada día nos hemos venido desayunando con un sobresalto. El primero de ellos ha sido el resultado conseguido por la ultraderecha del AfD en Alemania, haciendo que la realidad del pasado nazi asome de nuevo a una tierra que tanto sufrió las consecuencias de aquella locura, que arrastró al resto de Europa en su deriva. En segundo término, la claudicación de Zelenski ante el chantaje de Trump para explotar los recursos minerales de Ucrania: o aceptaba esa propuesta o lo dejaba a los pies de la Rusia de Putin; si bien no le da seguridad ninguna de protección. Y, por último, un acontecimiento que no debe pasar desapercibido: Estados Unidos, Rusia e Israel han votado juntos en Naciones Unidas contra la calificación de agresión a la invasión rusa de su vecino. Justo cuando había escrito esto, debo rectificar, porque calificar la construcción de Europa como un proyecto para «fastidiar a Estados Unidos» se acaba de convertir en otro acontecimiento más que marca el discurrir de esta política de provocación constante. La votación indicada, junto a esta última declaración, ponen a las claras quiénes son los aliados, qué objetivo persiguen y dónde está el peligro para el futuro inmediato de buena parte de la humanidad y, desde luego, directamente de los europeos. Es evidente, por otro lado, que una parte de las sociedades democráticas está dando la espalda a los partidos democráticos en favor de soluciones autoritarias, sin valorar las consecuencias de ello, ni tener en cuenta los precedentes mortales del pasado. El matonismo imperialista ha vuelto a las relaciones internacionales. Decía en mi anterior artículo que hablaría sobre China. Pues bien, si se legitima el uso de la fuerza para ocupar territorios de otros estados, ¿qué puede impedir que en el transcurso de un año o menos China ocupe Taiwán? ¿Qué dirá entonces Estados Unidos? Seguramente, -y esta es mi predicción- poco o nada, porque entonces verá también implícitamente autorizada su política imperial en América: canal de Panamá, Groenlandia y quién sabe si la locura le llevaría a Canadá o a invadir la frontera mexicana con el argumento de frenar el narcotráfico y la inmigración. Lo de Gaza merece capítulo aparte. Este panorama es desolador y sigo sin alcanzar a comprender cómo puede ser que los partidos de ultraderecha -falsamente patriotas- continúen avanzando, cuando cualquier análisis medianamente fundado nos pone de manifiesto el camino hacia el abismo que hemos emprendido. Frente a ello, a las democracias europeas solo les queda fortalecer su posición ante un estado de cosas que no puede derivar en la ley del más fuerte, porque hoy la capacidad de destrucción de la humanidad es cien veces mayor que en los años cuarenta del siglo pasado. Ahora más que nunca, es necesario que la política vuelva a manos de auténticos líderes que defiendan las instituciones europeas, que han sido garantía del bienestar de más de quinientos millones de personas en los últimos 60 años. Y, sin embargo, en la política doméstica, salvo alguna destacada excepción, no vemos políticos con ideas, políticos con estrategias, políticos que sean capaces de hacer frente al circo en el que los histriones de la ultraderecha están convirtiendo el mundo. La esperanza está puesta en la formación de un gobierno de coalición en Alemania, en el que Merz logre un acuerdo con el SPD y convertir de nuevo a este país en el motor ideológico de una Europa fuerte, porque la incógnita también se cierne sobre las elecciones presidenciales francesas de 2027. Esta esperanza puede ser la última baza para defendernos de las bravatas de Trump y de un Musk que, cada vez más, parece que va tomando las riendas del poder en Estados Unidos y convirtiendo a Donald en un pato cojo. De momento no lo es, pero las imágenes que ofrece la Casa Blanca presentan a un Elon al mando del timón y a un presidente asintiendo todas sus invectivas contra, por ejemplo, la separación de poderes que, según él, no es democrática. Es el momento de grandes discursos ideológicos, el momento de abordar estos retos y abandonar otras pequeñas políticas, que son o pueden ser importantes y necesarias, pero que ahora deben dejar su lugar en la agenda política, porque lo primero es abandonar el derrotismo y actuar. Ir a lo importante y posponer lo secundario. Observo estos días cómo algunos -sobre todo en la izquierda- pierden el tiempo en propuestas políticas de menor calado o en cuitas intestinas, que son a las que se dedican precisamente los y las políticas de escasa o nula categoría para la Política, con mayúsculas, que es la que hace falta justo ahora. Desde luego, son necesarias acciones de liderazgo como las que se deben dirigir a reformular la dirección de Europa hacia una mayor integración. Occidente, entendido como la alianza ideológica, cultural y política que llevó de la mano a Europa y Estados Unidos, en este momento ya no existe. Este vacío no puede hacernos caer en el desánimo y la inacción; es precisa la alianza con el Reino Unido para reconstruir un papel diferente del rumbo a tomar. Ya no debe ser tabú abandonar a quien nos ha abandonado y buscar nuevas alianzas para, en la medida de lo posible, volver a un multilateralismo en el que las instituciones internacionales puedan recuperar el aliento. Naciones Unidas será más pronto que tarde nuevo objeto de ataques por parte de la administración norteamericana. Primero volverán a abandonar la Unesco y el paso siguiente será desacreditar el papel de su secretario general y calificar de inútil el dinero que invierten. Ya pasó con la Sociedad de Naciones. Eran otros tiempos, sí, pero más vale prevenir que curar. Y la cura pasa por elevar la autoestima de Europa y aislar todo lo posible al caballo de Troya de la ultraderecha en España y en toda Europa, para relegarla al papel de esbirros de Trump y de Putin y desenmascarar su antipatriotismo. Así a las claras, porque es llegada la hora de llamar a las cosas por su nombre. *Catedrático de la Universidad de Córdoba Suscríbete para seguir leyendo
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