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Gualeguaychu » El Dia
Fecha: 01/03/2025 02:30
María Laura Broggi es una apasionada por el trekking de alta montaña desde hace 10 años y en 2025 se propuso el desafío de escalar los 6.962 metros del Cerro Aconcagua, que se halla en Mendoza y representa el segundo más imponente del mundo, detrás del Monte Everest. Del sueño y la proyección, a encarar el objetivo, hay un largo trecho, no sólo desde la distancia geográfica, sino –sobre todo- en la preparación física y mental que se requiere para afrontar una travesía extrema en las alturas, con condiciones climáticas adversas, entre ellas las temperaturas bajo cero y la elevada intensidad de los vientos. El pasado jueves 13 de febrero, María Laura Broggi, una gualeguaychuense de 44 años, hizo cumbre en la montaña más alta de América y compartió -cronológicamente- su experiencia y exteriorizó sus emociones en una extensa chala con Ahora ElDía. “Desde que hago trekking recibí invitaciones para conocer montañas de otros países, pero me surgió la iniciativa de antes escalar el cerro más grande de mí país y de América. Después de averiguar cómo era la movida, de cómo tenía que hacer para poder llevar a cabo este desafío, me preparé un año y medio para disfrutar lo más que podía esta aventura”, comenzó con su relato. “Uno de los objetivos principales era conocer el Parque Provincial Aconcagua, conocer esta maravillosa peripecia que atrapa a montañistas de todo el mundo. Obviamente, que el sueño era llegar a la cumbre, porque fue el resultado de todo el esfuerzo físico y mental que uno hizo durante 14 días, entre el ascenso y descenso del cerro”, agregó. María Laura Broggi encaró la escalada del Aconcagua con un grupo de cinco montañistas y dos guías el domingo 2 de febrero al mediodía. “Hicimos una caminata de alrededor de seis horas hasta el primer campamento llamado Confluencia, a 3.200 metros de altura. Ahí nos quedamos dos noches para hacer una primera aclimatación, porque estás en condiciones inhóspitas. Si bien disfrutás mucho de los paisajes y conoces lugares increíbles que desde el llano es imposible, te enfrentás a dificultades climáticas extremas como el viento y el frío, además de los malestares que surgen cada vez que estás a mayor altura, entre ellos dolores de cabeza o vómitos”, narró. Asimismo, Broggi destacó que, “La hidratación fue muy importante, la alimentación también, pero ingerir liquido ayudó a que el torrente sanguíneo lleve el oxígeno, porque es lo que baja cuando uno va en acenso. Entonces, de acuerdo al nivel de altura son los litros que tomamos, en 3.000 metros más de 3, en 4.000 más de 4 y en 5.000 más de 5, para evitar disgustos”. La gualeguaychuense de 44 años, que además de dedicarse al deporte extremo, juega al vóley en Racing y desfila en el Carnaval del País en representación de Papelitos, reveló en cuáles fueron los mayores momentos de nerviosismo a lo largo de la travesía. “Mi experiencia en el trekking era de una semana y empecé a sentir ansiedad a partir de la segunda, por la incertidumbre a lo desconocido y porque los campamentos empezaban a hacerse a más altura. Aunque el grupo era homogéneo y nos apoyábamos entre nosotros. Además, el clima nos acompañó y facilitó que el recorrido sea más llevadero”, indicó. “Mi experiencia en el trekking era de una semana y empecé a sentir ansiedad a partir de la segunda, por la incertidumbre a lo desconocido y porque los campamentos empezaban a hacerse a más altura”. “A medida que avanzábamos nos sentíamos mejor y nos adaptábamos más rápido a la aclimatación. No teníamos malestares y nos acercábamos a la preparación para el ascenso de los campamentos de altura, que lógicamente fueron mucho más complejos”, agregó. Al respecto, recordó: “la segunda semana fue la más difícil e importante porque empezaron a jugar las emociones y pasamos de dormir en campamentos con domos, comedores y baños, a pasar noches en carpas, bajo la intemperie, donde a más altura se siente más el viento y el frío, con temperaturas de alrededor de 15 grados bajo cero que padecimos”. “¿Qué estoy haciendo? ¿Quién me mandó a estar acá? Si podría estar en una playa (risas). Pero una disfruta descubrir nuevo paisajes y es algo muy apasionante y emocionante ver toda la cordillera”, añadió. Después de diez de travesía, llegó el momento esperado de llegar a la cima del Aconcagua y, con los ojos aguados, desbordada por la emoción de ese inolvidable recuerdo, detalló: “¿Qué estoy haciendo? ¿Quién me mandó a estar acá? Si podría estar en una playa (risas). Pero uno disfruta descubrir nuevo paisajes y es algo muy apasionante y emocionante ver toda la cordillera”. “Nosotros tenías pensado hacer cumbre el jueves 13. Así que en el tramo final tuvimos que hacer tres campamentos graduales. El último era de 5.950 metros, llamado Polera, y el segundo Nido de Cóndor, ubicado a 5.350. Nos costó la adaptación a las condiciones que se nos presentaron, porque empezás a sentir la falta de aire y tenés que moverte despacio”. Y agregó: “Cuando llegamos a Polera, teníamos una previsión de tiempo muy buena y con poco viento para llegar a la cima el día siguiente”. Finalmente, llegó el momento más emotivo de la aventura de todo montañista, que es llegar a los 6.962 metros de altura sobre el nivel del mar y así lo describió la protagonista local: “El jueves 13, antes de que amanezca y con temperaturas de -16 o -18 grados, comenzamos a caminar y ahí comencé a sentir ansiedad, porque son los últimos metros, después de haber hecho un esfuerzo físico sobrehumano, y querés que todo salga bien cómo lo planificaste y soñaste”. “La noche anterior había luna llena, así que comenzamos el ascenso con una hermosa postal, con poco viento y ese combo me cargó de energía positiva. Después de dos horas, llegamos a los 3000 metros y nos encontramos con los caminos cubiertos de hielo y alrededor de las 15, luego de una larga caminata, llegamos a la cumbre”, añadió. Sobre las sensaciones de cumplir con el desafío, expresó: “Arribás cansada y extenuada, pero cuando ves la cumbre te cargás de energía y los últimos metros, de muchas pendientes, lo hacés con la fuerza de voluntad que te produce ese positivismo que vibra en la cima”. “Me encontré con un lugar maravilloso y un espacio grande que no me imagina. Llegar al pico más alto del Aconcagua fue una sensación de alegría y emoción que jamás imaginé”, sentenció María Laura sobre el momento de llegar al apogeo de la montaña más grande del continente.
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